Hoy no voy a hablaros de ninguna novedad ni de ninguna curiosidad que me he tropezado por la red. Hoy voy a contaros una historia de mi propia cosecha. No esperes grandes gestas sobre motos, ni grandes aventuras, porque esto va de lo que pasa en la calle, con gente normal como tu, que le gustan las motos e invierte una buena cantidad de dinero en comprarse uno de esos sueños de dos ruedas. Una vez hecha esta aclaración vamos al principio de la misma.
Hay que situarse en los años finales del convulso siglo XX y los primeros del prometedor siglo XXI. En un momento de esa época, un grupo de amigos se dio cuenta que todos habían llegado a lo que ellos consideraban la cumbre de cualquier motero, pero siguiendo caminos diferentes. Porque por diferentes circunstancias estos amigos se encontraron conduciendo motos que, cuando eran un poco más jóvenes, entraban dentro del calificativo de “motos de abuelo” y ahora de repente se habían convertido en aquellas deseadas motos que no eran potentes, ni las más rápidas, ni siquiera las mas bonitas, eran clásicas, prácticas y con eso estaba todo dicho.
Y mira que es difícil calificar una moto que consume más de 9 litros a los 100 circulando en ciudad o que necesita reglar las válvulas cada 1000 km. Quizá ahora, con más perspectiva, siguen sin ser las mejores motos que puedas encontrar en el mercado, pero marcaron toda una época en este grupo de amigos. Justo en ese momento la electrónica empezaba a llegar a las motos, BMW (por poner un ejemplo) ya fabricaba los motores bóxer de cuatro válvulas con inyección electrónica y ABS.
Con esa mínima cantidad de electrónica también se empezaban a temer los problemas derivados de ella. Así que la respuesta de este grupo de amigos moteros fue; vamos a buscar motos que pueda reparar por mi mismo en casa y/o que si necesita ayuda externa no tenga que empeñar un riñón para pagar la factura. De repente un día quedaron para salir a dar una vuelta y todos se encontraron conduciendo la misma marca de moto que, aunque con diferentes versiones, todas equipaban la misma mecánica sencilla, robusta y duradera.
Estos amigos se miraron entre sí y dijeron una frase que quedaría grabada para la posteridad;
¿Os habéis dado cuenta de que ahora conducimos motos de “abuelo”?
Quizá lo más divertido es que con aquellas motos de abuelo este grupo de amigos salía los fines de semana a pasear por la provincia. Carreteras de curvas, almuerzo, carreteras de curvas, comida, más carreteras de curvas, café de media tarde, más curvas, más curvas, más curvas y vuelta a casa relajados pero con 300 km en el culo y contentos como un perro pequeño en un charco de barro.
Por el camino, en medio de las curvas, algunos con sus deportivas RR (de la época) intentaban seguir a este grupo de amigos, pero pocos eran los que conseguían alcanzarles. Incluso alguno de estos moteros modernos llegaron a preguntar qué se escondía en el corazón de aquellas motos para ir así. La respuesta era simple, pasártelo bien conduciendo mejora tus prestaciones casi sin darte cuenta.
Con esa filosofía no mejoras un segundo por vuelta tu tiempo del circuito, simplemente conduces preocupado por conducir, no por apurar ni por recortar en tal frenada o curva. Después de un tramo de curvas llegas a la cafetería menos cansado que los demás. Y si no llegas el primero tampoco pasa nada, porque lo que has hecho es disfrutar de la conducción, nada más y nada menos. Esa es la filosofía de conducir motos de “abuelo” y salir un día a pasear con ellas. ¿Curioso verdad?
Conociendo esta pequeña historia ya puedes ir a mirar el catálogo de las novedades para 2013. Puedes mirar con ojillos tiernos a esa moto que por el mismo precio te ofrece más caballos y más configuraciones electrónicas. Pero cuando vayas a firmar el crédito o le pegues el martillazo al cerdito piensa si realmente quieres salir un domingo a pasear con esa moto o te lo pasarás mejor en ese mismo paseo con una moto algo más discreta pero menos exigente a la hora de dejarse conducir.
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