Esta semana habéis podido leer las peripecias de Jesús a la hora de comprarse una moto de segunda mano (parte 1 y parte 2), los consejos de Albi para vender una moto, o las reflexiones de Carlos al buscar una moto nueva. Todos artículos muy recomendables y que espero que hayáis leído con atención.
En un principio no me tocaba participar en esta serie de artículos, pero el otro día, comentando sobre el tema pensé en que podría añadir un punto de vista más al tema. En mi caso hace mucho que no he comprado una moto, ni nueva ni de segunda mano, pero sigo trillando día a día las páginas de compra-venta esperando encontrar una ganga que me tenga entretenido una temporada.
Echando la vista atrás, repasando todas las motos que he tenido, me he dado cuenta de que sólo he comprado dos nuevas, el resto del parque móvil que ha pasado por mi garaje han sido motos de segunda mano. Al principio se trataba de motos usadas en estado relativamente bueno como para empezar a usarlas de inmediato.
Pero, de un tiempo a esta parte, las únicas compras que he hecho han sido motos en estado ruinoso en las que he tenido que invertir bastante tiempo y dinero para poder salir a rodar con ellas. Ojo, que no digo para empezar a disfrutar con ellas, porque esto lo he hecho desde el primer momento en que empecé a reparar, restaurar, o simplemente toquetearlas.
Esto creo que me ha convertido en una especie de husmeador de anuncios raros. Que es de lo que quiero hablar hoy aquí. En los consejos de Albi nos indica que para ajustar el precio de venta de tu moto una buena opción es comparar precios de los mismos modelos en el mercado. ¿Pero qué pasa si el mercado está completamente loco?
¿Qué pasa cuando por una moto oxidada, que lleva parada varios años al raso, piden varios miles de euros? La respuesta rápida es que esa moto no se venderá, vale, pero como el mercado está tan ido de madre, algunas de esas motos en estado de chatarra se venden a esos precios de oro. Y la situación empeora por momentos, ya que el que tiene un montón de escombros en esa situación, ve la venta y piensa: si ese ha podido, ¿por qué no voy a poder yo? Ya tenemos la burbuja montada.
Para este tipo de burbuja creo que no hay solución alguna. Siempre habrá quien ponga un precio escandaloso y quien lo pague. Allá ellos. El problema es que esta burbuja trae consigo algo más, las restauraciones hasta el último tornillo con factura demostrable. Y cuyo propietario no quiere perder ni un céntimo en la re-venta. Más bien al contrario, intenta ganar algo más de lo invertido. Inversión que partió de una moto ya de por si cara a la que había que “echarle” mucho, mucho dinero.
Hace unos meses hablamos sobre las restauraciones de motos, su oportunidad y la “condena” que puede suponer en algunos casos en los que la moto se convierte en una quimera in-vendible. Estas quimeras aparecen en los anuncios de segunda mano, y en la mayoría de los casos se pueden apreciar con facilidad. Esos anuncios en los que nos avisan que la moto ha sido restaurada hasta el último tornillo y en las fotos ves que hay tornillos pintados son los más fáciles de catalogar. Y de descartar.
Casi tan fáciles de catalogar son los que dicen que han hecho una restauración y dicen que pueden justificar con factura hasta el último céntimo invertido en ella. Esto es algo que nunca he llegado a entender. Vale, inviertes mucho dinero en una moto, la disfrutas un tiempo y luego quieres recuperar ese dinero. ¿Es que no es suficiente la satisfacción que has obtenido que además quieres que te la subvencione alguien? Esto sería como cuando ves una película en el cine y te gusta, al acabar sales y le revendes la entrada a otro por el mismo precio o más de lo que te costó a ti.
Otra cosa es si te has metido en esto para ganar dinero. No me voy a meter con los que hacen negocio a nivel profesional con las restauraciones. De algo tienen que vivir. Pero creo que hay tan pocos que puedan hacer esto con éxito que son casi tan raros como una de esas gangas que todos buscamos. Porque, aunque esa moto esté restaurada perfectamente, siempre habrá algo que objetarle para bajar el precio final. Y no hablamos de la garantía, obligatoria por ley, que lleva cualquier vehículo (o cosa) que vendas. Garantía que en una moto vieja restaurada puede convertirse en un auténtico problema.
Como he dicho más arriba, para estas situaciones no hay (o al menos yo no conozco) solución alguna. Más que nada porque esto es un mercado libre, que está vivo y que en los últimos tiempos se está convirtiendo en una selva que ríase usted del Amazonas. Mientras haya gente con prisa por comprar, con dinero en el bolsillo, y ofertas, razonables o no, seguiremos viendo anuncios con precios disparatados y compradores agobiados porque no pueden recuperar ni una décima parte de lo que invirtió en aquella moto sobre-valorada que necesitó mucho para volver a la vida.
Así que ya sabéis, el principal secreto para hacer una buena compra es la paciencia, estudiar mucho el mercado, y, con más paciencia, localizar una moto que te satisfaga y que te de esos momentos memorables que recordarás dentro de unos años. Yo también seguiré escrutando el mercado a ver si encuentro esa ganga que me satisfaga durante unos años. Cosas que tiene lo de ser adicto a la gasolina, grasa y demás.
En Motorpasión Moto | La gran aventura de comprar una moto de segunda mano (parte 1) (parte 2); La gran aventura de vender tu moto: cinco consejos; La gran aventura de comprar una moto nueva Fotos vía Flickr | GSEC; Renett Stowe; Andy