La primera impresión sobre la Piaggio Beverly 300ie es que no es excesivamente alta por lo que es perfectamente válida para pilotos de todas las tallas. De igual forma, una vez colocado a sus mandos, el puesto de conducción es amplio. Tenemos suficiente espacio para colocar las piernas aunque seamos altos y en ningún momento llegaremos a tropezar con el manillar contra las rodillas.
Giramos la llave de contacto y tras el chequeo pertinente el Quasar de Piaggio cobra vida con el típico sonido característico del propulsor italiano. Por el escape emanan las típicas notas que, según las escuchas, sabes que son de un producto salido de la fábrica del gigante italiano.
Piaggio Beverly 300ie: los 22 caballos rampantes
Abrimos gas sobre la Piaggio Beverly 300ie y lo primero que nos llama la atención es su aceleración y respuesta inmediata a las insinuaciones del puño del gas. Unos pocos días antes habíamos estado sobre el SYM Joymax 300i ABS que tiene un motor más potente pero la impresión subidos a la Piaggio es que se comporta de igual forma.
Con entre cinco y ocho caballos menos que la competencia, el brío que nos brinda el propulsor nos hace creer que tiene una mayor potencia. Y eso que jugamos con el handicap de que la unidad que amablemente nos ha prestado Vespa Gijón para la prueba tiene menos de 100 kilómetros y todavía está lejos de dar lo mejor de ella misma.
Si las aperturas totales del puño del gas a la salida de los semáforos nos sorprende, la suavidad cuando tenemos que “trialear” entre los coches también es digna de elogios. Con solo un pequeño giro del acelerador ya podemos demostrar nuestras dotes de equilibrista mientras el motor gira de forma muy redonda.
Otra cosa que nos llamó la atención es el comportamiento del variador. Cuando bajamos la velocidad acercándonos a un semáforo hemos notado que desacopla antes que en otros modelos de otras marcas, lo que nos permite acercarnos “a vela” y por la propia inercia. Si en ese punto de desacople abrimos otra vez gas, el variador vuelve a enganchar con bastante suavidad.
De igual forma que nos deshacemos en elogios hacia el motor, no nos ha convencido tanto el tacto del freno delantero. Sobre el papel (disco de 300 mm con pinza de dos pistones) nos prometía aparentemente unas buenas prestaciones pero en la realidad no frena tanto como esperábamos.
Si bien es cierto que de nuevo la unidad tenía muy pocos kilómetros a su espalda, nuestra esperanza era encontrar un freno con algo más de tacto y que no fuese necesario apretar tanto la maneta para empezar a sentir la frenada. El tacto del trasero por el contrario es correcto, con potencia y suficientemente dosificable como para darnos cuenta de cuándo va a bloquear la rueda trasera.
La visión por los retrovisores es bastante buena. Quizás si estuviesen un poco más abiertos tendríamos una visión perfecta de lo que ocurre detrás. Aun así, la zona que refleja nuestros propios brazos es bastante pequeña.
Piaggio Beverly 300ie, disfrute en carretera
Una de las ventajas de los scooter de rueda alta es su buen comportamiento en carretera y en este caso no es una excepción. Ayudados por la combinación de llanta de 16 pugadas delante y 14 pulgadas detrás, además de un motor con suficiente “chicha”, podemos aventurarnos a irnos lejos de la ciudad independientemente de la carretera que nos lleve hasta nuestro destino.
En este caso, hemos empezado por carreteras convencionales salpicadas de curvas y al poco de ir sobre la Piaggio Beverly 300ie, hemos empezado a disfrutar de su conducción como si de una motocicleta se tratase.
Notamos que el aplomo en la rueda delantera es buena lo que nos permite afrontar los giros con confianza, llegando con los frenos apretados para inmediatamente soltarnos y buscar el interior de la curva abriendo posteriormente con confianza.
Correr corre un montón y no será difícil ver cifras que superarán rápidamente las tres cifras por lo que tendremos que llevar un ojo sobre el velocímetro si no queremos llevarnos un disgusto. Adelantar a otros vehículos más lentos no es una preocupación. Incluso a 80 km/h notamos empuje suficiente como para aventurarnos a pasar a “algún doblado”.
Ya metidos en harina y buscando sus límites, estos se encuentran lejos. Por ejemplo hay que ir muy pasado para rozar con el caballete en el suelo. La palanca de accionamiento se encuentra alta y no será fácil que lleguemos a pegar con ella.
Su agilidad y estabilidad lanzando la moto de un lado a otros es encomiable y de nuevo para poner en apuros a las suspensiones o el propio chasis hay que empezar a hacer “el burro” o directamente equivocarse en la conducción.
Es una lástima que tal y como comentábamos por ciudad, el freno delantero se quede un poco corto en cuanto a mordiente directo. Un poco menos de recorrido de maneta nos haría llegar con más confianza a la siguiente curva, evitando que tirar demasiado del freno trasero.
Por cierto, la Piaggio Beverly 300ie no dispone de pantalla (sí como opción) pero la pequeña visera a la altura del cuadro de mandos es suficiente para desviar el aire por carretera sin que nos incomode. No hemos notado hasta ahora ningún ruido aerodinámico ni rebufo sobre el casco aunque para confirmarlo habrá que lanzarse a la autopista, que es precisamente lo que haremos en unas horas.
Continuará...
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