Nos acercamos con cierta precaución a la Kawasaki Z800e, que para esta ocasión nos ha prestado amablemente Moto Sport Angel. Es tan angulosa por todos los frentes que me da la impresión de que me voy a cortar si no la toco con cuidado. Situado a su lado, impone las dimensiones del depósito, el cual se aprecia muy ancho en contraposicion con un faro tirado al suelo y un colín muy inclinado y elevado.
Pasamos la pierna por encima y nos ponemos a los mandos. Efectivamente el tanque de gasolina tiene un tamaño muy grande, que hace que encajes las rodillas casi bajo el y lo abraces para llegar al manillar, ancho y con las puntas bastante abiertas.
Kawasaki Z800e, sigue siendo la misma
La postura a los mandos de la Kawasaki Z800e es idéntica al modelo anterior. Vale que hablo de sensaciones porque no he cogido un metro y medido la altura de los estribos, del manillar, su distancia... Pero la ergonomía permanece inalterable. La misma que recordaba de la Kawasaki Z750 del 2005 y la de la Kawasaki Z1000 del 2008. Los que tengan o hayan tenido una y se suban a ella sabrán perfectamente de lo que hablo.
Giramos la llave de contacto, situada como decíamos ayer sobre el depósito y pulsamos el botón de arranque sin que para ello haya necesidad de apretar el embrague. Rápidamente el tetracilíndrico cobra vida, con un ralentí en un primer momento bastante alto y una rumorosidad que ya me da indicios del bicho que encontraré seguramente más tarde.
Metemos primera con un recorrido de palanca duro (la unidad pasaba por poco de los 200 km) y muy corto, y arrancamos para recorrer los primeros kilómeros por ciudad. Llueve como si no hubiese un mañana y juraría haber visto a Noé todo atareado en el taller de maderas recogiendo un encargo. Pero bueno, soy del norte y en peores plazas he toreado.
Por suerte la mojadura solo fue para llegar a casa ya que por la tarde lució el sol y aun con la carretera húmeda ya empezamos a sacar las primeras conclusiones. Por ejemplo, estéticamente hablando. Sus formas tan japonesas atraen miradas en los semáforos. Y eso que el color blanco no la favorece demasiado, o al menos personalmente no me parece demasiado llamativo.
Aun así la gente la mira mucho. Despide un aura que obliga a la gente a quedarse unos segundos mirando para ella, como si algo les llamase poderosamente la atención. Por descartado que el “arañón” que está a los mandos no tiene nada que ver.
Y digo “arañon” porque aunque la Kawasaki Z800e es estéticamente es corta, de dimensiones es generosa. Se trata más que nada de una apreciación visual porque ya colocado en el asiento, te puedes mover con libertad y las piernas no quedan encajonadas en ningún momento.
Puedes elegir entre conducir pegado al tanque o sentado más atrás. En ambos casos disfrutas de hueco suficiente en el asiento para poder hacerlo. El tronco medianamente erguido y como comentábamos, las manos en un manillar ancho y algo abierto en los extremos. Cómoda pero a la vez deportiva.
Seguimos dando una vuelta por ciudad y notamos perfectamente como el motor está muy lleno, tanto que a 50 km/h y ya en sexta buscamos inconscientemente otra marcha. Ya echo de menos el indicador de velocidad engranada, y seguramente lo echaré más por carretera viendo lo bien que empuja el motor y que no le importa circular a bajas vueltas.
Las suspensiones de la Kawasaki Z800e son firmes pero sin notarse duras en ningún momento, aunque pillemos algún socavón de los que hay que pedir ayuda para salir de nuevo a la superficie. Por los retrovisores, pues poco o menos. Están ahí por normativa pero no porque tengamos una visión impresionante de lo que ocurre detrás de nosotros. Nunca me había fijado lo bonito que tenía los codos.
Buen tacto de frenos. La maneta es regulable y el trasero, bastante dosificable aunque con un recorrido de palanca antes de notar que actúa un poco largo al que hay que acostumbrarse (o rodarse, dejo ahí la duda). El embrague, a pesar de ser por cable (sí, soy un enamorado de los hidráulicos) es blandito y no nos cansará.
Muy intuitiva en marcha aunque moviéndola en parado en terrenos no del todo llanos notaremos sus doscientos y pico kilos, y costará un poco llevarla hacia adelante y atrás, sobre todo si no llegamos con los dos pies bien asentados al suelo.
Pero bueno, como decía, fácil de llevar a baja velocidad, incluso realizando giros en tercera velocidad con el motor prácticamente muerto de vueltas y sin ninguna vibración ni cabeceo que se acuse en exceso. ¡Ah! Antes de que se me olvide, el display digital se ve bien aunque le esté pegando el sol. No hay problemas con ningún reflejo.
Pero dejemos la ciudad para los scooter y vayámonos a la carretera
Kawasaki Z800e, ahora sí es divertida de verdad
Es hora de coger carreteras más abiertas y ver de verdad si la Kawasaki Z800e se ha renovado de verdad o solo le han dado un lavado de cara con un motor más potente. Los primeros tramos son carreteras anchas, con curvas suaves que nos invitar a circular en sexta marcha relajados.
Cuando queremos hacer un adelantamiento, con quitar solo una, los podremos realizar en la mayoría de ocasiones. No hace falta salir aullando como un poseso porque además, no nos desaparecerá el testigo ECO y sabremos que estamos gastando poco. De nuevo, en estas operaciones de cambio de marcha, notamos un recorrido de la palanca muy corto y firme, con el que es difícil errar un cambio.
La carretera se estrecha poco a poco y las curvas aumentan. Tercera y cuarta serán ahora nuestras aliadas con momentos puntuales de reducciones a segunda para algún que otro garrote.
Empezamos a buscarle las cosquillas a la Kawasaki Z800e con precaución, para saber su respuesta. Pero esta no se hace esperar y poco a poco avivamos el ritmo porque ella misma nos lo pide. Ahora sí tenemos unas suspensiones acordes y unos frenos que dan confianza aunque tampoco es que sean un prodigio. Al menos cumplen su cometido con corrección.
Notamos perfectamente como la Kawasaki Z800e carga peso sobre el tren delantero en las curvas, sintiéndola girar bajo nuestros brazos. Abrimos gas y una gran progresividad y empuje nos da su propulsor acabando con una contundente patada a algo más de 7.000 vueltas y hasta las 12.000 donde se encuentra la zona roja.
En este rango, abrimos gas y la moto va poco a poco gritando mientras estiramos vueltas, unas vueltas que parece que no tienen final y en muchos casos acabamos cambiando antes de tiempo porque no lo vemos ni tan siquiera necesario. Sigue teniendo la rabiosidad que me encanta de las Kawasaki.
Enchufados ya en cuarta llegamos a uno de los garrotes. Freno trasero, delantero y bajamos dos marchas a capón. Perfecto, ligeros serpenteos en el tren trasero pero sin ningún amago de bloqueo de la rueda. Si en tu caso la bloqueas, usa una marcha más o cambia un pelo más bajo de vueltas porque algo estarás haciendo mal.
Si ya vamos con la Kawasaki Z800e en modo Tom Sykes y queremos la Superpole, el peso nos dirá que deportiva sí, “erre” no. Y llegará un momento que ni el chasis ni las suspensiones serán capaces de contener toda la masa sin movimientos o cabezazos. Pero ahora este límite está mucho más lejos.
Hablando de cabeceos, hubo dos puntos que no me gustaron demasiado. El primero, que es un poco brusca en el tacto de apertura de gas en marchas cortas. Apoyada en curva, si cortamos de todo el gas, abrimos un poco, lo volvemos a cerrar... se moverá de delante bastante. Obliga a mantener un hilillo de gas si queremos ir cómodos.
Pero, porque siempre lo hay, si por el contrario vamos en una marcha relativamente larga y abrimos el acelerador con mucha suavidad, me ha dado la impresión como si la Kawasaki Z800e se quedase un poco antes de que empiece a dar la potencia el motor. Perezosa podría ser la palabra aunque no es fácil de explicar.
Ahora que me fijo... ¡leches! ¡Qué tarde es! Pongo el modo Loris Baz y apunto a la autopista, que mañana nos espera el pasajero y voy a llegar tarde.
Continuará...
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