Confieso que mis expectativas frente a la prueba de la Honda VTR 250 en carretera eran muy limitadas. Pensaba que 250 centímetros cúbicos y 30 caballos no iban a ser suficientes para mover con alegría mis más de 100 kgs (glups, me he de poner a dieta urgentemente…). Además, como ya sabéis estoy malacostumbrado a llevar motos “pequeñas” como la Yamaha MT01 y la BMW GS1200R Adventure: como mínimo multiplican casi por 5 la cilindrada, por 3 la potencia y por 2 el peso.Vamos, “Caballo grande, ande o no ande”.Bueno, con esas expectativas pensaba ir a dar una vueltecita por carretera.
Pues bien, para pasarlo bien, el tamaño importa poco. Importa mucho menos de lo que la mayoría pensamos. La Honda VTR 250 fue toda una sorpresa. Me divertí como un enano. Disfrute a fondo cada una de las curvas de un día intenso de moto. Contra mi pronóstico, me tuve que tragar mis expectativas. Y es que la pequeña Hondita resulto ser una muy buena compañía para una matinal de curvas.
Creo que el sitio elegido para la prueba de la moto también tuvo mucho que ver. El Priorat. Un paraíso para las motos. A muchos os sonará de las etiquetas de las exquisitas botellas de vino tinto que se hacen en esa comarca. Está situada en el interior de la provincia de Tarragona. Se trata de una zona no demasiado extensa, pero totalmente salpicada de carreteras y carreteritas preciosas. Quienes hayáis estado allí seguro que las recordáis y quienes no hayan estado nunca deberían apuntarlo como una peregrinación obligatoria. No saldréis decepcionados. De hecho, os prometo un próximo post sobre el Priorat para que lo podáis conocer.
Una de las características del Priorat es que cuenta con carreteras de todo tipo. Hay carreteras rápidas y otras muy ratoneras. Amplias, estrechas y muy estrechas. Subidas y, claro, bajadas. Unas con buen asfalto y otras con mejor asfalto (salvo algunas pequeñas excepciones que son en realidad caminos asfaltados). Preciosos paisajes de bodegas y viñedos a los lados. Curvas y enlazadas con todo tipo de combinaciones imaginables. Y todo ello aderezado por un tráfico casi inexistente. Prácticamente sin coches. Vamos, lo que os decía: un paraíso para disfrutar en moto.
Y fue en ese sitio que me encanta donde me sorprendió la VTR 250. La pequeña Honda se portó mucho mejor de lo esperado. El par del motor y la relación de cambios bien escalonada fueron más que suficientes para mover la moto con una soltura sorprendente. La moto sube alegre de vueltas y una vez arriba, toca trabajar con el cambio para mantenerla en la franja de la potencia máxima: entre 10.000 y 11.000 vueltas. Acostumbrado a tener que dosificar el gas en motos con mayor potencia, me pareció una gozada poder “roscar” sin contemplaciones saltando de curva en curva. De acuerdo, los 30 caballos no hacen milagros pero son capaces de moverte con más rapidez de la que imaginas. ¡Qué juguetito! Quien hubiera pillado esta moto a los 18 años.
Recuerdo haber leído hace años una entrevista a Antonio Zanini (quizás los más jóvenes no lo conozcan: un piloto de rallyes de coches de la decada de los 80) hablar de los vehículos para iniciarse en los rallyes. Él recomendaba usar coches con cilindradas pequeñas porqué decía que eran muy sinceros. No engañan. Muestran claramente cuando al equivocarse en un cambio o entrar en una curva con una marcha más larga de lo que tocaba. La Honda VTR 250 me recordó esas sensaciones de moto-escuela. Cuando me equivocaba de marcha o frenaba más de la cuenta, la Hondita me lo decía sin contemplaciones. En cambio, con la MT o la GS siempre hay potencia de sobra que ayuda a enmascarar los errores de conducción. En cambio, la VTR 250 es sincera y te muestra tus errores. Ideal para aprender.
Como la potencia es limitada, la sensación de “roscar el gas” sin contemplaciones es fabulosa. La postura sobre la moto es muy cómoda y todo está en su sitio. No te cansas. Una pequeña crítica es la cuna del asiento que está tan marcada que encajona un poco a la hora de moverse en el asiento. Las sensaciones sobre la moto son muy buenas y va transmitiendo confianza. Es una buena amiga en la que cada vez te vas sintiendo más confiado y más cómodo, de curva a curva. Y ello, con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando mucho de la carretera. Sorprendente juguete esta joyita que además de la ciudad, te podrá acompañar sin problemas en las excursiones de fin de semana por tus carreteras favoritas.
Pero claro, como no es una deportiva, a medida que el ritmo de marcha va aumentando y se le pide más, se notan algunas carencias. La suspensión trasera se siente un poco más blanda de lo deseable. Y un buen escape también le ayudaría a respirar mejor y pondría una banda sonora un poco más sugerente a la ruta. Y un poquito más de frenos también se agradecería. Pero insisto, estos detalles aparecen cuando se hace un uso más deportivo del que corresponde a una buena moto ciudadana.
Imagino que lo habéis notado al leer este entrega de la prueba. La Honda VTR 250 me ha sorprendido. No esperaba divertirme tanto con ella. Realmente, me ha demostrado que para divertirse en moto el tamaño importa muy poquito. De hecho, es una opción muy razonable con los tiempos que corren, que ayuda a no poner tanto en peligro los preciados puntos del carnet. La Honda VTR 250 me gusto mucho. Demasiado. La verdad es que quedaría bien en el garaje aparcada entre la MT y la GS, ¿no?. Una moto lógica para la ciudad y también para las escapadas cercanas.
En fin, que la carretera con curvas fue superada con más nota de la esperada. El próximo viernes encontraréis la parte final de la prueba con las valoraciones finales, las características técnicas y la galería de fotos.
Por cierto, preguntabais en comentarios de anteriores entregas por las estupendas fotos que nos acompañan en los posts de esta prueba. Pensaba poner los créditos al final, pero para responder a vuestras preguntas os anticipo que están realizadas por Francesc Montero. Francesc es un genio de la cámara que hizo un trabajo fantástico. Podéis admirar algunas de sus fotos en su web.
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