El motor de la Suzuki Hayabusa vale para todo. Es fetiche de los preparadores de cosas raras, y lo hemos visto en infinidad de inventos. Desde metérselo hasta un motocarro hasta en un kart.
Resulta que el corazón de la moto japonesa encaja bastante bien en todo tipo de preparaciones. Hasta en un Toyota hatchback que a falta de uno, bueno es unificar dos motores de una Suzuki Hayabusa, y un piloto lo ha utilizado para correr en 'rallies'.
¡Dos motores en uno!
Mikko Kataja es un piloto finlandés de rallies, pero también es ingeniero y preparador de coches. Lo tiene todo (manos, dinero, paciencia y conocimiento) para montar joyas sobre cuatro ruedas. Y su última locura ha sido montarle a un viejo Toyota dos motores de una Suzuki Hayabusa, con espectacular y funcional resultado, por cierto.
Importante lo de 'funcional', porque muchas de estas preparaciones acaban en nada. Evidentemente el motor de una moto no está pensado para funcionar en un coche, y menos de rally. Ya lo hemos visto con aquel Renault Twingo o el carrito de golf, cuyo uso es muy limitado.
Sin embargo, esta preparación fue más allá. La base era un Toyota Scarlet, un pequeño coche del segmento B que no llegamos a conocer en España. Ya lo tenía modificado para que diese 260 CV, que no es precisamente poco, pero su dueño quería más chicha.
Así las cosas, el piloto se planteó primero sustituirlo por el motor de una Suzuki Hayabusa. El cuatro cilindros en línea de 998 cc ofrece de por sí buen rendimiento, pero menos de los 260 CV del coche que ya tenía montado. Así que a falta de uno, le puso otro para fabricar un único V8 de 345 CV; lo ha renombrado como RPE-V8.
No son dos motores separados, sino uno creado a partir de los dos; eso nos hace ver que no es un trabajo fácil ni para cualquiera. Todo sobre el casi desnudo chasis del Toyota, cuyo conjunto es un peso pluma de solo 740 kilos.
Su sonido es exactamente el que te podrías esperar; melodioso, armonioso. El objetivo del piloto era preparar un coche para hacer tramos de montaña y colinas (o 'hill climb'), por eso también tiene unas marchas ultra cortas. De hecho, lo han llevado a competir hasta el mismísimo Pikes Peak.
Lo más espectacular es verlo y sentirlo correr por tramos de montaña con carreteras hiper pequeñas a velocidades que llegan a los 160 kilómetros por hora a 10.500 vueltas. Esta auténtica locura hecha realidad es el resultado de unir el amor por los coches y las motos.