El creador de la Vespa odiaba tanto las motos que esa fue la clave de su éxito
La Vespa ha sido desde hace casi ocho décadas una leyenda sobre ruedas. Símbolo de una época, de un país... Nos podría dar para un artículo aparte. Pero la historia de hoy versa sobre su diseñador; el que dio origen al mito... Y a quien no solo no le gustaban las motos, sino que las odiaba.
Quizá odio no sea la palabra ma´s concreta, pero desde luego a don Corradino D'Ascanio no le agradaban las motos porque le molestaba ensuciarse la ropa al andar sobre ellas. Su perfeccionismo fue la fórmula perfecta para que Vespa siga triunfando 77 años después.
Los aviones y helicópteros siempre fueron su pasión, pero será recordado por la Vespa
Si a alguien se atribuye el éxito de Vespa desde que comenzaron su andadura hasta el día de hoy, uno de los nombres más importantes (sino el más) es el de Corradino D'Ascanio. Tan fuerte fue su influencia que hoy en día disfrutamos de ella en muchas motos.
De hecho, que Vespa triunfase fue cosa suya, pero que la competencia lo hiciese, también. Hablamos de Lambretta. Y eso es un mérito muy grande para un diseñador que no le interesaban mucho las motos; hasta ese momento solo trabajaba con aviones, helicópteros y aeronáutica. Y esa fue la clave.
Tanto amor tenía por ella que a los 15 años diseñó su propio planeador. Luego estudió ingeniería mecánica en Turín. Se graduó, fue al ejército y allí se especializó en aeronaves en la Primera Guerra Mundial. Eso le llevó a crear su primera empresa de helicópteros en 1930.
El giro vino cuando la crisis le hundió y se unió a Piaggio, que entonces era fabricante de aeronaves. Y llegó la Segunda Guerra Mundial, donde su trabajo fue tan importante que fue ascendido a general.
La posguerra fue dura; en las casas no había dinero. Sin embargo, todos necesitaban seguir moviéndose. Así que entraron en juego las empresas, que pensaron en el concepto de 'scooter' como moto barata y de buena movilidad. Y no solo en Italia, hasta en Japón Soichiro Honda fabricó motos asequibles.
El día que cambiaría la historia sería cuando Ferdinando Innocenti, que era un fabricante de tuberías antes de la guerra, llamó a D'Ascanio, en paro. Le pidió fabricar un vehículo de dos ruedas, con motor, fácil de llevar para hombres y mujeres, con acompañante y que no ensuciara al conductor.
Un detalle, y es que D'Ascanio odiaba mancharse. Era extremadamente escrupuloso y le molestaba ensuciarse cuando iba en moto. Ese fue el detalle que marcaría la diferencia.
Construyó un diseño sobre un bastidor de un solo larguero, con el motor sobre la rueda trasera y una especie de escudo protector frontal para mantener al piloto seco y limpio, donde pudiese resguardar los pies. En su día también pensó en la falda de las mujeres, de tal forma que facilitaba su pilotaje. El cambio estaba en el manillar, muy sencillo para todos.
Sin embargo, D'Ascanio luchó por llevar a la producción una moto con el bastidor de acero prensado, mientras que su socio, quería uno de acero tubular. Eso les costó el divorcio, pero ya habría nacido un mito; Lambretta.
Nuestro protagonista no desaprovechó la oportunidad y fue con su idea a Piaggio, que también estaba en la carrera por la moto. Los italianos estaban estancados en sus diseños. La primera Vespa (bautizada por su parecido con una avispa) de D'Ascanio se patentó en 1946 y salió a la venta un año después, en el '47.
Con ello consiguieron salir antes que la Lambretta al mercado. Su competencia tenía problemas, y Vespa solo se dedicó a amasar billetes con la idea de D'Ascani, un hombre al que no le gustaban las motos.
El destino final del italiano no fueron las motos. Acabó en la maltrecha división de aeronáutica de Piaggio, y dio el salto en 1964 a Agusta, el mayor fabricante de helicópteros de Italia. Incluso recibió la Orden del Mérito de la República Italiana. Pero se quedaría con el sambenito hasta el final de sus días: el renegado creador de la Vespa.