La gente no se cree cuando les cuento que en Marruecos estés donde estés, si te paras el tiempo necesario, enseguida se acercará alguien a ver qué estás haciendo, charlar un rato o simplemente mostrarte su hospitalidad. Esta regla también es aplicable en el desierto, si el sitio donde te has detenido es un alto desde donde te pueden ver. Está mañana cuando aún el sol no había salido he cogido con el oportuno permiso del organizador una de las motos para adentrarme en las primeras dunas del desierto junto al hotel y poder hacer unas fotos al amanecer.
La duna donde he decidido parar no es una de las grandes, pero hay que estar hábil para coronarla. Pues bien, no han pasado ni diez minutos, en lo que he dejado la moto, he puesto a punto la cámara y estoy tomando las primeras fotos para que aparezca por la cresta de la duna a lomos de su mobylette en chanclas y con turbante el primer amigo marroquí que se acerca a saludarme. Pero el tiempo se echa encima y seguro que mis compañeros de ruta están ya casi preparados a la puerta del hotel para salir con los primeros rayos de Sol a navegar por las grandes dunas.
Como el día anterior comenzamos nuestra ruta por el río de arena que circunvala el Erg Chebbi y sin más preámbulos nos adentramos en su interior en busca de las grandes dunas. Pero al igual que hay grandes dunas, también hay grandes “pozos” circulares donde si tienes la mala suerte de quedar en su interior tienes que buscar la manera de coger inercia y velocidad circulando por sus paredes para salir de ellos. Una vez que el organizador divisa la mayor duna que hay a nuestro alrededor intentamos subir hasta su cresta más alta. Desde atrás y llegando con velocidad, en cuarta marcha y con alegría, comenzamos el ascenso. Unos logran coronar en el primer intento, otros quedan en una pequeña plataforma a escasos cien metros de la cima y a otros nos toca dar media vuelta a mitad de la subida al quedarnos sin inercia para intentar la subida de nuevo.
Reagrupados de nuevo en la plataforma de la gran duna es tiempo para realizar algunas impresionantes fotos del paisaje. Pero como en cualquier otro lugar del mundo, siempre hay gente que se cree con la exclusividad de disfrutar de la naturaleza de la manera que a uno más le guste, rechazando frontalmente cualquier otra manera de disfrute que no sea la suya. Así, como si estuviéramos en cualquiera de los montes hispanos donde están al orden del día estas actitudes tan peregrinas, aparecieron andando por la ladera de la duna un matrimonio de jubilados italianos diciéndonos que destruíamos las dunas con nuestras motos, que era un deporte peligroso y podíamos pillarlos. Que ellos a sus 69 años subían a la duna andando. En fin, argumentos cuanto menos ridículos para fundamentar su exclusividad para disfrutar del desierto andando.
Pero nuestro destino en la etapa de hoy no termina aquí en la gran duna, hay que llegar a la ciudad de Erfoud y para ello atravesaremos a Argelia para rodar unos cuantos kilómetros por este país. Sin duda esta es la etapa reina que discurre por pistas y caminos que cambian de terreno constantemente, desde lenguas de arena, a caminos muy pedregosos, e incluso alguna subida tipo trialera. El calor aprieta y los reagrupamientos están perfectamente estudiados para poder cobijarnos debajo de la sombra de alguna palmera. Hoy la comida en ruta es una de las que más disfruté. Hemos parado a comer en una jaima bereber de una familia nómada. Su hospitalidad es legendaria y pese a vivir con lo básico, en cuanto llegamos se afanan para darnos un vaso de té y un poco de pan bereber recién hecho. En cuanto el coche de asistencia aparca junto a nosotros, se ponen en Africa Star manos a la obra con toda la intendencia para preparar la comida y comer todos juntos bajo la sombra de la jaima.
Parece mentira como a pleno sol cubiertos por las telas marrones de la Jaima y con las paredes laterales estratégicamente abiertas, pueden hacer que incluso con la corriente de aire que se forma, se esté en un ambiente tan agradable que no te apetece volver a “vestirte de romano” y montarte en la moto. Pero aún no quedan unos cuantos kilómetros. De nuevo nos ponemos en marcha muy agradecidos por la hospitalidad bereber para emprender el camino hacia uno de los hoteles que más me gusta de Marruecos.El impresionante Xaluca de Erfoud al que llegamos tras un tramo de enlace por carretera donde de nuevo nos encontramos con el paso de la Titan Desert.
Llegamos con el tiempo suficiente para poder disfrutar de la piscina, el spa e incluso ir hasta Erfoud para poder pasear por su mercado donde los colores y olores de las especias dominan los sentidos.
Toca retirarse a descansar pronto, que mañana nos espera una dura etapa.
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