En 1999 pasaron dos cosas: se disputó la primera prueba del mundal en Motegi, y Álex Crivillé conseguía el primer título de campeón del mundo de la máxima cilindrada. El primero, y de momento el único para el deporte español, claro está.
Con motivo de la celebración de la décima prueba en este circuito, Álex Crivillé se ha dado dos vueltecitas en su última moto, la histórica Honda NSR 500. Con ella consiguió poner al mismísimo Mick Doohan contra las cuerdas en más de una carrera que nos hizo saltar de nuestros sofás los fines de semana de finales de los 90.
El propio Crivillé se debió sentir emocionado de subirse de nuevo a este "dinosaurio" de la competición, pero dinosaurio que no creo que pudiesen domar muchos de los pilotos actuales. Al menos, hasta habituarse, claro. Ni control de tracción, ni freno motor, mucha potencia y sobre todo, más explosiva, hasta el propio Álex tuvo un sustillo en la primera vuelta. Está claro que no es un novato, pero tras años sin rodar al límite, que este monstruito te deslice la trasera debe imponer al más pintado.
Os dejos con las declaraciones de Crivi y un par de fotos:
Pilotar esta moto me ha traído muy buenos recuerdos. Creo que la NSR 500 es probablemente una de las mejores motos que se han hecho jamás, y ha sido bonito ver a los fans disfrutar del sonido de las 500cc. una vez más. Tengo mi otra Repsol Honda NSR 500cc. del ’99 en mi casa. Ésta de aquí es del Honda Collection Hall, e iba muy bien. El motor sigue teniendo una gran potencia. He tenido una pequeña derrapada en mi primera vuelta. He accionado el puño del acelerador y he notado cómo empezaba a deslizar, así que me he dicho que era mejor ir con cuidado, ¡que estas motos no tienen control de tracción! Comparado con las modernas máquinas de MotoGP, todo es diferente. Las 500cc. no tienen freno motor y la curva de potencia es mucho más estrecha que en un motor de cuatro tiempos.
Fotos | Repsol Media