Pues en principio, no tenía intención de contar mi primera vez, soy más lector que escritor. Pero me he dicho, ¿por qué no?, ya que os leo tanto, pues que menos que escribir unas palabras más allá de alguna contestación que otra a vuestros artículos.
Tal y como dice en la entradilla del correo que nos envió GusJLopez a laprimeravezenmoto@motorpasionmoto.com os podéis animar y redactar vuestra primera vez, ya que a día de hoy seguimos recibiendo vuestros escritos y seleccionando los mejores para publicarlos. Pero vamos con el relato de GusJLopez.
Aunque suene a topicazo, creo que nací queriendo tener una moto, siempre la he deseado. Recuerdo que en el SIMCA 1200 de mi padre, mi situación en el asiento de atrás era siempre en el medio. Con los brazos apoyados en los respaldos de los asientos delanteros, porque entonces eso de cinturones de seguridad traseros eran para los cochazos de más de 500.000 duros. Decían mis padres, que callado vas siempre observando el paisaje. Eso creían, porque lo mío era imaginar las curvas tumbando.
Luego vino la Scooter que entonces se llamaban ciclomotores de toda la vida. Disfruté de una Suzuki Lido Vario de 49cc durante una década. Por motivos de estudios, efectivamente, se me hicieron algo largos. Aguantó todo lo que tenía que aguantar. Gripó un par de veces, navegó por el río otro par. Viajes a los pueblos de alrededor para ver las fiestas, y más cosas…(50km a 50km/h), literal. Buenos recuerdos me trae. Ponía los pies como si tuviera estriberas retrasadas, e imaginaba, que circulaba en mi preciosa RC30. Pero eso si, sin la pegatina de la pantera rosa que mi hermana le puso en la careta.
Mas tarde, llegó el gran momento de sacarme el permiso de conducir. Por supuesto, me saqué los dos a la primera, coche y moto, las ansias me podían. Cada vez veía la moto más cerca. Una preciosa CBR600f2, que veía cada día en un escaparate me quitaba el sueño. Mi padre, motero en sus tiempos estaba por la labor, pero la labor de una madre es meter en vereda al hijo. Así que, mejor un coche. Lástima, esta se escapó por poco. ¡Cachis!
Pasaron los años, y tomé decisiones. Pero decisiones importantes. Poner copas los fines de semana para autofinanciarme una moto. Casi dos años pasaron, porque eso de trabajar en una tasca poniendo copillas, a los amigos les gusta un huevo, no se porqué. Y claro, entre “dos patí y una pamí ” pues me costó un poco más de tiempo hasta que lo conseguí. Adiós muy buenas a los dolores de pies los sábados y de estómago los domingos. Ahora toca buscar anuncios.
Localicé una preciosa, o eso me parecía, Suzuki Bandit 400. Esa moto realmente me quitaba el sueño. Bonita, potente, casi exclusiva al tener el motor rojo Ferrari. Vamos una preciosidad. Llamo al dueño, veo la moto, me sube para probarla, y acordamos la compra. Como iba a decir que no. Si era la primera moto de verdad en la que me subía. Al sábado siguiente, llamo a un amigo para que me acerque a recogerla. A unos 40km. Ni que decir tiene que de equipación vaqueros y punto. Así que llegamos a la ciudad un par de horas antes, entramos en una tienda de accesorios de motorista, y me compré casco y guantes. Así, a bote pronto. Todo lo contrario que en Pretty Woman. Porque yo, ni era “Woman”, ni mucho menos “Pretty”. Tardé como cinco minutos en comprarlo todo. Ya sabemos como somos los hombres para las compras.
Pago, firmo papeles, recojo la moto y para casa. Que felicidad. La sonrisa se me salía del casco. Pongo 300 pesetas de gasolina (todavía pensaba que llevaba la Lido), y arrancando de nuevo. Vaya, parece que le costó un poco. En fin, nada, nada, meto primera y a salir a carretera. Menos mal que mi amigo me seguía desde su coche. Porque la moto se me paró a los 20km en plena autovía. En esos momentos mi cara hacía juego con el color Ferrari de la Bandit.
XCKLAJA SAGOIGJSAGASOG¡SDGSADJIO!!! ¿Que paaaaasa?. Tirado en el arcén, no consigo arrancarla, la batería a punto de fallecer. Llamo al vendedor y le digo que me he quedado tirado. Menos mal que se dignó a venir. Mira el depósito, y me dice que está muy pelada de gasolina. Ya, si le he echado 300 pesetas. Bueno la carcajada se oyó hasta mi pueblo. En fin, me dice que cuando va justa de gasolina, se obstruye no se qué. Uuuuuu, malo. Empujamos a una gasolinera, llenamos y arranca a la primera y rumbo a casa de una vez. A todo esto, tengo que decir, que un motero se paró a ver que me pasaba. Esta anécdota fue realmente la primera vez que de verdad me sentí unido al mundo motero.
Ya en casa. Decido ir al trabajo de un amigo, Megamotero él, para que la pruebe y que me diga que tal la compra. Si esta era mi primera moto, la suya podía ser la 15. Y tenía mi edad. Ahora debe andar ya con números exponenciales.
Sale con ella cien metros y da la vuelta:
- ¡Ya!
- Sobra
- ¿Mola, eh?
- Bueenoooooo, puesssssssssss. Siiiiiiiii, no está maaaaaaaaal. Pero tienes que arreglar algunas cosillas.
- ¿¿¿¿¡¡¡¡¡Como!!!!!????
- Lo primero el manillar, está torcido de una caída, (otra vez la cara a juego con el depósito).
Efectivamente, y yo sin darme cuenta. Pensé que era la desviación de mi columna la que hacía que el hombro izquierdo lo tuviera levantado 5 centímetros. Bueno, pues como tampoco me costó muy cara. Decidí arreglarla. Manillar, limpieza a fondo del depósito y carburadores, filtro de gasolina, carburar. Etc. Y al final fina, fina. Recuerdo a los lectores, que todavía no la he llevado a casa. Y mis padres, ¡no saben nada!. Buena me espera, pero ahora ya está, a lo hecho pecho.
Toco el timbre de casa:
- Asomaros a la ventana.
- ¿Por?
- Vosotros asomaros.
- Y allí estaba yo, con una pose a lo Steve McQuenn, esperando el envite.
- Pero, ¿Es tuya?
- Sip.
Bajan mis padres, y ¡Oh sorpresa¡ mi padre me pide las llaves para darse una vuelta. ¡Toma ya! Asunto resuelto.
La Bandit fue una moto que me ha dado inmensas satisfacciones. Con ella aprendí lo que no está escrito en los libros, ni se lee en Internet. La tuve unos 4 años. Y la vendí para comprarme otra más potente. Hay veces que me pregunto el porqué la vendí, si no me hacía falta más.
Os prometo que me apenó ver como se alejaba por la carretera. Aquella increíble moto fue el paso previo a la Kawasaki que aparece en las fotos. Todavía se extrañan mis amigos de que la tenga. Aquí es cuando hago fuerte uno de mis valores,”¡si algo va bien, no lo toques!“. 77000km y todavía le quedan alegrías que darme. Tengo que decir que la Suzi y la Kawa, en una de esas frías noches de garaje, se arroparon demasiado cerca, y acaban de tener una preciosa Pitmotard, que cuidaremos como se merece.
PD: Estoy felizmente casado con otra motera, con la que compartimos rutas domingueras siempre que podemos. Cada uno con la suya, por supuesto.
Más información | GusJlopez