En los alrededores de Barcelona, ya hace un tiempo que estrenamos una limitación genérica a 80 km/h en todas las vías del área metropolitana, incluyendo las autopistas. En su momento, los responsables de Tráfico en Cataluña ya avisaron que su objetivo era ir extendiendo esta limitación a otras áreas de la comunidad autónoma.
Esta semana ya se ha publicado la nueva vuelta de tuerca que se han inventado para el año entrante: una limitación variable que puede llegar hasta los 40 km/h en función de las circunstancias. Ayer fuimos muchos los que tuvimos que leer varias veces la noticia para ver que el tema iba en serio. No, no es broma. 40 Km/h.
Lo que se ha aprobado es la creación de una amplia zona alrededor de la ciudad en la que los límites de velocidad pasan a ser variables en una franja entre los 80 km/h y los 40 km/h en función de las condiciones medioambientales y del tráfico. Con ello, se pretende reducir la congestión, la contaminación y la siniestralidad. Vamos, que parece ser una varita mágica. El funcionamiento es el siguiente: una vez se señalice la limitación reducida de velocidad, los conductores tendrán un kilómetro para ajustar la velocidad antes de ser sancionados. Ridículo y complicado de gestionar. Además, formulado de esta manera, me parece que plantea varios problemas de gestión, entre ellos uno de inseguridad jurídica: ¿cuál era el límite de la vía en ese momento y esa hora? ¿Dónde está el Registro Oficial de los cambios de límite de velocidad en la vía? ¿Dónde están las pruebas de que estaban correctamente señalizados en ese momento? Imagino que las mentes pensantes del Departamento lo habrán previsto, pero se me antoja complicado de gestionar. Muy complicado.
Según las autoridades, la limitación a 80 Km/h ha dado un buen resultado y por ello, se sienten legitimadas a continuar trabajando en esa línea. En cambio, al hablar directamente con las personas que viven en los alrededores de la ciudad que conviven diariamente con la limitación se ve que la percepción es diferente. Basta circular por las autopistas de la zona para darse cuenta de los frenazos que hay justo alrededor de los radares fijos. El tema parece más una gymkhana que vías serias de movilidad urbana. Pero el tema se justifica con estudios hechos a medida, discursos grandilocuentes y la complicidad pasiva de los medios de comunicación habituales.
De hecho, todas estas medidas encajan con el uso del medio ambiente como argumento político no criticable, por lo que oponerse a las limitaciones queda tachado de falta de conciencia ecológica. Pero, en realidad la eficacia medioambiental que tienen es discutida y discutible: una reducción de un 3,5 % de la contaminación, cuando ha habido una reducción de tráfico rodado superior al 5% no puede ser considerado un resultado objetivamente positivo.
Pero sí que son altamente eficaces como medida recaudatoria: los radares no paran de disparar fotos a coches y motos, con el resultado de que la cantidad presupuestada de ingresos por sanciones no para de aumentar en cada presupuesto anual. Esto sí que debe ser una buena motivación para seguir adelante con este tipo de políticas.
Dice un refrán castellano que cuando "las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar". Esto está sucediendo ya en Barcelona. Pronto sucederá en toda Cataluña. Y estoy seguro que desde Madrid lo siguen interesados para extenderlo por toda España. Así que el tema nos preocupa a todos. Toca a todos movilizarse para afrontar este sinsentido, antes de que España tengamos que circular con las motos al ralentí.
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