Prácticamente nos pasamos el resto del día siguiendo la ruta 66 alternando a un lado y otro de la autopista 40. Los restos de la ruta 66 van más o menos paralelos a la autopista, pero con una calidad de asfalto mucho peor. Muchas veces nos rondó la idea de olvidarnos del juego de seguir la ruta más auténtica posible y saltar a la autopista.
Pero además del asfalto degradado, la menor velocidad por la carretera nos regalaba muchos detalles que se escapan desde la rápida autopista. Gasolineras y moteles abandonados. Restos de una vía que fue la principal manera de cruzar este enorme país, y que ahora es parte de la historia y el recuerdo. Estoy seguro de que en pocos años, con la afición que tienen por estas tierras por los memoriales y por su propia historia, la ruta 66 volverá a estar recuperada y bien señalizada.
Unos millas más adelante llegamos a uno de los puntos con más encanto de esta ruta. Se trata del bar de carretera donde se rodó la dulce película Bagdad Café, un éxito reciente del cine. Por aquel entonces el bar tenía otro nombre, pero la fama de la película y su ubicación en plena ruta 66 lo convirtió en un lugar de culto y cambiaron el nombre. Total, todo el mundo ya les conocía como el bar de Bagdad Café.
El bar está bien conservado. Tiene sabor. Mucho sabor. Está lleno de notas de los visitantes por las paredes, y las fundas gastadas de los sillones sugieren mucha historia. Cuando llegamos, estaba muy tranquilo y decidimos aprovechar para comer una ensalada y una hamburguesa. En medio del bar se encuentra una antigua máquina de música de aquellas que funcionan con monedas. Busqué Calling You, la mítica canción de la banda sonora de la película. Era fácil de encontrar ya que era la tecla más gastada de toda la máquina. Puse unas monedas para que sonara varias veces, creando un ambiente muy especial que nos transportó dentro mismo de la película: su cadencia lenta, las sensaciones, el ambiente decadente…
De repente, el bar se lleno de turistas descendidos de un autocar. Murió el encantamiento y salimos por piernas de vuelta a la Harley y la carretera. Afuera, el calor del desierto pegaba de lo lindo. Pero se respiraba mejor el aire fresco exterior que el ambiente transgredido por los turistas descargados a peso.
Me fascinan las airstream. Son esas sugerentes caravanas de aluminio que vemos en las películas. Parecen naves espaciales. Se trata de unas caravanas que son muy populares en Estados Unidos, y se pueden ver con cierta asiduidad. Por la zona de Death Valley ya nos habíamos cruzado con unas cuantas, siempre relucientes. Pero en el desierto nos encontramos con bastantes que habían perdido el brillo y que eran usadas como vivienda. Literalmente, muchas veces estaban en medio de ningún sitio. También habían algunas abandonadas o que eran utilizadas como almacenes que pedían a gritos una restauración. Algún día me encantaría tener una en España.
La ruta hacia Dagget era recta. Y os prometo que aquí la expresión recta tiene un sentido diferente al que conocemos habitualmente. Rectas infinitas: kilómetros y kilómetros de desierto sin una pequeña curva que rompa la rutina. Y sin cruzarte con ningún otro vehículo. Acabas acostumbrándote a este tipo de conducción, en el que la cabeza le va dando vueltas a cualquier otra cosa mientras pasa el tiempo a velocidad sostenida.
De vez en cuando, aparecen moteles o bares con todo el sabor de la ruta 66. Nos recuerdan donde estamos. En esta ocasión, destacaba un coche de policía sacado de cualquier película de los años cincuenta o sesenta. ¿Iniciamos una persecución?
Cuando ya faltaban pocas millas para Barstow, nos encontramos la señalización de un desvío. Carretera cortada. Los carteles avisan de que falta un puente unas millas más adelante y nos hemos de desviar. En este universo de carreteras paralelas y perpendiculares, el desvío se resume en buscar una carretera paralela unas cuantas millas más a la derecha. Pero no fue fácil regresar a la ruta original puesto que una base militar se cruza en el camino y toca rodearla.
Finalmente, llegamos a Barstow. A diferencia de Williams, Seligman o Kingman, en ningún momento le encontré el punto de interés a esta ciudad. Carretera arriba y carretera abajo un par de veces sin encontrar nada que valiera la pena.
Curiosamente, en Barstow encontramos numerosas personas obesas. Es una de las cosas que me sorprende cada vez que voy a los Estados Unidos. La obesidad. Es descomunal. Ser una persona obesa allá es algo más dramático que en nuestro entorno. Otra escala. Creo que es una especie de nueva epidemia del siglo XXI. Y siempre vuelvo de aquellas tierras con la firme intención de ponerme a dieta y recuperar mi peso ideal antes de que sea demasiado tarde.
Lo más interesante que me crucé en Barstow fue un buggie Polaris RZR-S con motor de 800 cc. Le di unas cuantas vueltas admirándolo. Ya sé que tiene cuatro ruedas, pero igualmente ha de ser muy divertido. Habrá que probarlo en cuanto se pueda. Lamentablemente, el precio en España es prohibitivo y no tiene demasiado sentido ya que cuesta unos 20.000 euros. En Estados Unidos, la unidad de la foto con varios extras apenas costaba 13.000 dólares (unos 10.000 euros). No le veo lógica a una diferencia tan abultada: ¡quieren cobrarnos el doble!.
Como Barstow no nos había gustado demasiado, buscamos el motel para dormir fuera de la ciudad. Lo encontramos cerca de Calico, en la misma carretera al lado de un enorme restaurante clásico americano con cinco ambientes diferentes. Lugar de camioneros, con mucho ambiente y buena comida. Buen final para una larga jornada.
Ficha de ruta día 9: sábado 3 de abril de 2010
Itinerario: Ruta 66; Needles – Goffs – Chambless -Amboy – Ludlow – Bagdad Café – Newberry Springs – Dagget – Barstow
Distancia recorrida: 193 millas (311 Kilómetros)
Distancia acumulada: 1.745 millas (2.814 Kilómetros)
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