Una de las cosas que más suele sorprender cuando alguien llega a Barcelona por primera vez es la cantidad de motos que hay aparcadas en las calles. Pero en un fin de semana de viento huracanado, esas mismas motos en la calle son vulnerables. Muy vulnerables.
Durante la tempestad de viento de ayer las calles de muchas ciudades y pueblos ofrecieron un panorama dantesco: los árboles arrancados de cuajo con las raíces al aire, las señales caídas y dobladas,... y muchas, muchas motocicletas y scooters por los suelos.
Comparados con las vidas perdidas, evidentemente son uno de los daños menores de un fin de semana bajo unos vientos desbocados. Pero no deja de ser algo relevante para cada uno de los propietarios de las motos. En general, los daños en los vehículos han sido menores: parabrisas rotos (en especial, los grandes de algunos scooters), retrovisores, manetas y algunas abolladuras (las peores en depósitos de gasolina). Y tampoco hay que olvidar los líquidos derramados (gasolina, aceites,...) que darán más de un problema al intentar arrancar las motos.
Lo más curioso es que esta mañana de domingo todavía había numerosas motocicletas y scooters por los suelos. Al ser fin de semana, es posible que muchos propietarios no vayan a buscar la moto hasta el lunes. No deja de sorprenderme que los paseantes no las levanten al verlas. O al menos, que las policías locales una vez pasado el día de las emergencias y las urgencias, al pasar a su lado parece que las motos se vuelvan invisibles y no puedan devolverlas a la verticalidad para cuando las encuentren sus dueños.
Las motos caídas en las calles eran uno más de los símbolos del duro día de viento que se vivió ayer.