La respuesta correcta es… realidad. Sorprendentemente, los Marines de Estados Unidos desarrollaron un programa de utilización de motos en sus misiones. ¿Su peculiaridad? Que funcionaban con diésel en vez de con gasolina. Sin lugar a dudas, uno de los proyectos más llamativos sobre dos ruedas que podíamos encontrar en el marco de un ejército.
La historia comenzó hace ya algunos años, cuando los militares estadounidenses pusieron sobre la mesa la necesidad de unificar la utilización de combustible para su parque móvil. Imaginad tener que alimentar tanques, aviones, camiones, coches, motos y todo tipo de vehículos de guerra y tener que hacerlo a miles de kilómetros de distancia, en países con infraestructuras en malas condiciones.
Una moto resistente para los tipos más duros del planeta
Y ahora, imaginad que cada uno de esos vehículos utilizase un combustible diferente y tuvierais que llevar hasta allí millones de litros de cada tipo. Efectivamente, las operaciones logísticas serían algo complicadas… La solución fue bastante lógica. ¿Por qué no hacer que todos funcionen con el mismo combustible? Ese combustible único es el JP-8, un combustible derivado del queroseno para aviones utilizado ampliamente por los ejércitos estadounidenses y de la OTAN.
Una vez tomada la decisión y elegido el JP-8 como combustible único, llegó el momento de encargar las motos cuyo motor admitiese su uso. Para ello, el Cuerpo de Marines abrió un concurso para que las empresas de tecnología ofreciesen sus ideas. Algunas fueron bastante alocadas, como hacer que las motos llevasen una turbina que admitiese el JP-8.
Su gran autonomía y sus ventajas logísticas llevaron a la M1030M1 a posicionarse como una de las motos militares preferidas por los Marines
Sin embargo, la lógica y la economía hicieron que la propuesta mucho más sensata y aplicable de Hayes Diversified Technologies ganase. Esta propuesta consistía en equipar motos ya existentes en el mercado y de precio no muy elevado con motores que funcionasen con diésel y de esta manera pudieran aprovechar el JP-8.
El siguiente paso fue el de elegir una moto de base. El resultado de esta elección fue la Kawasaki KLR650, una moto muy robusta ideal para ser utilizada en escenarios nada favorables, como desiertos o zonas pedregosas y de difícil acceso para vehículos más grandes y pesados. Trabajando con los componentes de la parte ciclo de la KLR650, los ingenieros de Hayes Diversified Technologies incorporaron al motor diferentes modificaciones y piezas.
El resultado fue que la M1030M1, nombre que recibió la moto modificada, admitía perfectamente el uso del combustible militar gracias a las características de su nuevo motor de 30,4 CV y 611 c.c. y de su sistema de alimentación y cámara de combustión.
Sin embargo, la cuestión logística no fue la única ventaja que supuso la utilización de la M1030M1. Gracias a su tipo de motor, el consumo también se vio notablemente mejorado. A pesar de ser una moto muy pesada con sus 167 kg, a una velocidad media de aproximadamente 90 km/h, la moto diésel de los Marines consume solo 2,5 litros a los 100 kilómetros. Además, la velocidad punta de la M1030M1 tampoco es nada despreciable, ya que puede alcanzar los casi 140 km/h a pesar de contar con una caja de cambios de solo 5 marchas.
Eso sí, en algún punto tenía que verse perjudicada por su tipo de motor. Ese punto es el de la comodidad para el afortunado o desafortunado soldado cuya misión fuese conducirla. Vibraciones nada suaves unidas a una respuesta del motor digamos que cuanto menos, remolona. Y es que para que el motor suba de revoluciones de manera significativa, tendremos que esperar hasta 3 segundos con el acelerador girado.
Pero no todas las modificaciones llevadas a cabo en la M1030M1 se quedan únicamente en el propulsor. Para que una moto pueda ir a la guerra hacen falta más capacidades de las normales y conscientes de ello, el Hayes Diversified Technologies apostaron por hacer una piedra con ruedas. Para ello, fueron sustituyendo las partes más vulnerables y menos resistentes de la Kawasaki KLR650.
La robustez tanto de su motor como del resto de sus componentes mecánicos convirtieron a la M1030M1 a poder ser utilizada en escenarios exigentes
Estos cambios fueron desde neumáticos reforzados a suspensiones progresivas endurecidas, pasando por una batería especial de tipo AGM. Este tipo de baterías basa su tecnología en la utilización de derivados de fibra de vidrio para que absorban el ácido. Gracias a este proceso, en caso de rotura no se produce fuga de ácido y además, puede ser instalada tumbada sin que se produzca ningún tipo de fuga. Desde luego, todo un acierto cuando vas a ir a una guerra con disparos y explosiones.
Además, se añadió un depósito de combustible Acerbis de 6 galones (casi 23 litros) para darle una autonomía de casi 1.000 kilómetros. A todo esto hay que sumarle estriberas más anchas y plásticos mayores para proteger mejor los componentes de la moto. Y como no podía ser de otra manera, para finalizar se la cubrió con pintura militar de camuflaje.
Y como perla final, la posibilidad de tener una de las M1030M1 en tu garaje. Si después de leer todo esto has decidido que quieres tener una, estás de enhorabuena. En Estados Unidos se subasta una con solo 2.000 millas en su cuentakilómetros. La otra cara de la moneda es su elevado precio de salida, estipulado en 30.000 dólares. Si eres amante de los vehículos raros y con historia, puedes pujar por ella aquí. Pero siempre hay un plan B para los que no quieran gastarse ese dineral y aun así poder disfrutar de una: alistarse en los Marines.
Eso sí, si lo que necesitan los soldados estadounidenses es pasar desapercibidos en territorio enemigo, lo mejor que pueden hacer es descartar la ruidosa M1030M1 y agenciarse una Logos Silent Hawk o una LSA Autonomy Nightmare. ¡Seguro que para eso les va mucho mejor lo eléctrico que el diésel!