Sigo dando vueltas, comprobando como el límite de la DB7 está lejos, muy lejos y seguramente no podré llegar a encontrarlo hoy. Paso por línea de meta y me dan la bandera a cuadros. No he ganado pero os aseguro que he disfrutado más que ninguno, así que doy la vuelta de regreso a boxes despacio, con la pantalla del casco abierta tratando de coger aire. Cuando entro en el “pit lane” un mecánico me recoge la moto, me pregunta si todo ha ido bien y evidentemente le digo que perfecto. Me siento entonces bajo la carpa de neumáticos Continental (que me han sorprendido por su buen comportamiento) y me quedo 5 minutos contemplando la preciosa DB7 y asimilando el cúmulo de sensaciones que he tenido en estos 15 minutos de gloria. La DB7 me ha enamorado no solo estéticamente, sino también con su comportamiento 10. Me ha sorprendido lo fácil que se muestra, lo permisiva que es y sobre todo la ligereza en curvas que ofrece el conjunto.
Mientras asimilo todo, me fijo en la parte trasera de la moto, una pieza de fibra de carbono hecha a mano que no necesita de subchasis para sustentarse sobre el bastidor. El carbono también se utiliza en los soportes de instrumentación (digital y de lo más completa) los guardabarros delantero y trasero, el cubrecadena y el soporte de la matrícula. Por algo su precio es de 26.800 euros. Tras tomar un buen sorbo de agua me acerco para hablar con una persona de ALV sobre el número de unidades que pretenden vender de esta moto tan exclusiva, y me vuelvo a atragantar cuando me dice que ya tienen 20 vendidas en España y que han pedido otras 20 que esperan vender antes de final de año. ¿Crisis?