La campaña de la DGT más enervante del mundo
Quizá sea por no tener demasiada conciencia social, o quizá sea por no gustarme eso de que me vengan a dar lecciones interlocutores que no predican con el ejemplo, pero la última campaña de "concienciación" con la que la Dirección General de Tráfico nos está martilleando a través de los medios de comunicación a todas horas me saca de quicio.
Además, cuanta más sobreexposición sufro al tratamiento que el organismo de María Seguí nos somete, los efectos secundarios se agravan. No es precisamente el efecto contrario, no salgo a conducir dispuesto a liarla parda, sino que el mensaje de el tal más caro del mundo, que en un principio puede ser un mensaje oportuno o acertado, se convierte en un motivo de crispación entre mis neuronas. Me enerva.
Como digo, no es porque no me parezca un mal mensaje. Vale, que sí que es muy exagerado, con imágenes impactantes en la versión de televisión, mensajes catastrofistas o hasta con tintes amarillistas al especular sobre un posible embarazo, pero el mensaje y la intención propiamente no son malos.
El problema viene cuando una vez más, el mensaje que se ofrece es un mensaje que quiere matar moscas a cañonazos solucionando problemas sólo por la parte del conductor. Ese conductor malvado que intenta coger sus gafas de sol o el terrorista que intenta apuntar algo (con boli, nótese la ironía, en parte). Para la DGT la culpa de los accidentes de tráfico siempre siguen siendo de los conductores que llevan a cabo prácticas inapropiadas al volante, o al manillar.
Casos como la multa a aquel conductor que se iba comiendo una manzana o a la mujer que se atusaba el pelo demuestran un exceso de celo en muchos casos sobre los conductores. Las distracciones al volante no están bien, eso está claro, pero las cosas no son así. Con la normativa en la mano te pueden multar por hurgarte la nariz al no llevar las dos manos en el volante y lo hace todo el mundo. Las cosas no se pueden polarizar hacia un solo lado, nunca.
Luego están las ideas de bombero. Porque conseguir que el mensaje con el que se están hinchando a decorar las luces de navidad de las carreteras que son esos paneles luminosos que rezan "objetivo cero lesionados", además de ser imposible estadísticamente, es absurdo. Siempre que haya desplazamientos habrá accidentes y lesionados, no depende sólo de los conductores.
Un conductor, por renunciar sabiamente a fumarse el porro más caro del mundo antes de conducir o por no intentar coger las gafas más caras del mundo de su guantera, no es la única parte que determina si un accidente se produce o no.
Precisamente, y como un ejemplo muy claro, me encontré a través de Facebook con el caso de Oliver Orenes quien sufrió una caída por culpa de un asfalto repleto de arena y gravilla. La foto de más arriba es suya, publicada en su muro, y si afináis la vista al fondo de la curva y señalizada con unos conos está su Kawasaki Z1000. No se lo he preguntado directamente, pero dudo que Oliver estuviera buscando las gafas de sol en la guantera.
Pero este caso no es lo más grave, porque puede haber sido provocado por residuos arrastrados por una tormenta y los servicios de mantenimiento de carreteras no han llegado a tiempo de limpiar la zona. Lo que más me preocupa es que hay actuaciones que están en manos de la DGT y que por simple omisión siguen provocando muertos. Por desgracia no veo que en la campaña "Los objetos más caros del mundo" donde están un porro, una canción, unas gafas, un boli, o una pelota, todos los más caros del mundo, no aparece el quitamiedos más caro del mundo. Como el que aparece sin proteger a la derecha en la foto de Oliver.
Todos los usuarios de moto o bicicleta pueden ser los conductores más prudentes del mundo, que si al irse al suelo se topa con estas guadañas que tan profusamente pueblan nuestras carreteras sigue pareciendo como si para la DGT no contase. ¿Quieres cero lesionados? Pues te puedes ahorrar unos pocos protegiendo postes.
Y ya que estamos, me cansa mucho escuchar en los telediarios (con las estadísiticas aportadas por la DGT en la mano, claro) que han muerto tantas personas en carretera este fin de semana y tantos eran motoristas. ¿En serio hace falta ahondar en que eran motoristas? ¿Y cuántos de esos motoristas impactaron contra los postes de un guardarrail sin proteger? La segunda cuestión me interesa bastante.
Parcializar la información nunca es bueno señora Seguí. Y en serio, cuando usted llegó al cargo pensé que las cosas se podrían hacer de otra manera, veníamos de una época muy mala de represión absurda, pero resulta que ahora en cosa de dos años hemos pasado de tener un radar volador Pegasus a ocho.
Según Autobild el precio de cada radar, sólo el cinemómetro, va de los 60.000 hasta los 170.000 euros más lo que cuesta el helicóptero más unos 1.500 euros que se estima pueda costar cada hora de vuelo. Todo eso multiplicado por ocho, que son los Pegasus que tenemos velando por nuestra seguridad a cientos de metros de altura, indetectable, dejando el efecto disuasorio para cuando te llega una carta certificada. Me disuade más el cartero llamando a tu puerta que el Pegasus en el aire.
Todo ese dinero, o al menos parte, estaría muy bien invertido en instalar dobles biondas o diseñar nuevos sistemas de protección para que motoristas y ciclistas dejen de morir en las carreteras de forma innecesaria o en arreglar baches porque hay zonas que las carreteras parecen tercermundistas y nadie se sonroja. Sólo echan balones fuera alegando que eso es competencia de tal o cual.
Pero claro, luego te fijas en el argumenario de la DGT y vuelves a ver que la culpa es de los conductores por llevar motos de gran cilindrada o recurrir al manido pretexto de la velocidad. Pero, ¿velocidad excesiva? ¿velocidad ilegal? ¿o velocidad inapropiada al estado de la vía, una vía en un estado más que dudoso?
Que yo sepa no es potestad de los conductores arreglar el bache más caro del mundo, o la junta de dilatación más cara del mundo, o las zonas en obras perennes más caras del mundo. A estas alturas ya no confío en que cambien mucho las cosas, como se suele decir el tiempo pone a cada uno en su lugar, y María Seguí como cabeza visible de la DGT sigue siendo el mismo perro de siempre con distinto collar.
Como decía al principio, no me gusta que me aleccione quien no predica con el ejemplo, y al final esta campaña de verano ha vuelto a ser un motivo más para cabrearme con la DGT, para ver que una vez más los culpables en caso de accidente somos nosotros, destrozamos vidas recayendo la responsabilidad sobre nuestros hombros y los de nuestras familias mientras nuestro dinero se lo gastan en aparatos de recaudación voladores.
Foto | Oliver Orenes, DGT