Hoy, primero que nada, hay que reconocer que Marc Márquez se ha ganado a pulso un hueco entre los más grandes del mundial de MotoGP. Convertirse en el piloto más joven que gana una carrera de la categoría reina no es tarea fácil y merece todo nuestro reconocimiento. Igual que merecen nuestro reconocimiento los ganadores de las otras dos carreras de este fin de semana. Porque tanto Álex Rins como Nico Terol han inaugurado su casillero de las categorías en las que corren.
Dicho todo esto creo que es necesario que bajemos un poco de la nube que nos ha dejado tanta victoria nacional y evaluemos lo que hemos visto ya con la cabeza fría. Creo que es una pena que una carrera tan importante como la de MotoGP de este domingo haya sido tan aburrida. Y no digo que sea aburrida por el aplastante dominio de los pilotos españoles. No hace tanto que para justificar el seguimiento del Mundial de Motociclismo se utilizaba el argumento de que en este Mundial podías ver adelantamientos espeluznantes en casi cada curva. Mientras tanto en el Mundial de Fórmula 1 sólo veíamos adelantamientos en los boxes.
Insisto que soy el primer ilusionado con la victoria de Marc Márquez, pero sigo sin ver carreras interesantes. No me vale que me vendan durante una hora, o más, que voy a ver una lucha codo con codo entre tres pilotos nacionales y luego cuando el semáforo se apague uno se quede retrasado porque le derrapa la rueda trasera. Otro se ponga primero pero una misteriosa dolencia en el brazo no le permita mantener el liderato y el tercero “simplemente” espere a que su elección de neumáticos sea correcta y pueda rebasar al que va delante.
Creo que no deberíamos conformarnos con tan poco y pedir mucho más a los organizadores, fabricantes y pilotos. Me parece que roza lo ridículo que se estrene un circuito y tras dos días de entrenamientos la trazada esté tan definida que nadie se salga de ella para no perder unas milésimas que pueden ser vitales al final de la carrera. Mientras los reglamentos que nos prometen carreras entretenidas, con muchas opciones en el liderato, no acaban de llegar porque las negociaciones se alargan más que las del protocolo de Kyoto. Espero que los resultados sean más esperanzadores, porque esto no pinta nada bien.
Sobre la retransmisión sólo voy a decir que este domingo he visto algo más asentados los comentaristas. Pero siguen sin ir más allá de un cinco pelado en la nota global. Quizá el "mejor momento" fue cuando nuestro comentarista favorito se marcó una pregunta, en plan de colegueo técnico con Valentino Rossi, diciéndole si venía a ver la salida de la categoría pequeña para ver como funcionaba el semáforo y el italiano le pegó una tirada antológica diciéndole que el semáforo funcionaba siempre igual, se ponía rojo y luego se apagaba. Por favor, que alguien le prepare una chuleta con preguntas inteligentes (o que no sean absurdas “per se”) y le obliguen a aprendérselas, que se está cubriendo de gloria.
El peor momento lo habíamos visto un poco antes, cuando atracaron a un emocionadisimo padre de Álex Rins y le quitaron las gafas de sol para desvelar las lágrimas de alegría que estaba derramando. ¿De verdad hacía falta invadir su intimidad hasta ahí? Demasiadas metidas de pata en una misma persona para aguantar en un puesto tan sensible. Dentro de nada, cuando lo vean aparecer directamente, le cerrarán la puerta en las narices para que no moleste.