Tu hijo quiere una moto, ¿y ahora qué? Aquí van 7 consejos para sobrevivir al motero adolescente
Si hay una conversación que un padre motero teme más que la incómoda charla sobre sexualidad es cuando a su descendencia se le despierta el ansia por tener una moto propia. Entre el permiso AM para ciclomotores y el A1 para motocicletas de hasta 125 centímetros cúbicos, al año son 32.000 los jóvenes que se incorporan al mundo de las dos ruedas, pero antes de obtener estas licencias la negociación con los padres es bastante... intensa.
Cuando un joven se dispone a examinarse de estos carnet es porque ya tiene previsto tener una moto y ahí es donde los padres empiezan a sudar la gota gorda. ¿Qué pasa cuando mi hijo dice que quiere tener una moto? Vamos a dar un poco de perspectiva y tratar de responder a siete grandes incógnitas de manera razonada y razonable, siendo honestos, porque nosotros también hemos pasado por el proceso contrario.
1. ¿Mi hijo necesita una moto?
El primer factor y el más objetivo a tener en cuenta a la hora de determinar esta decisión es considerar si el joven necesita realmente una motocicleta (o ciclomotor) en su vida. Saber si el uso de un vehículo a motor de dos ruedas es un factor que repercutirá positivamente en nuestro hijo es fundamental, de lo contrario simplemente sería un capricho.
Un capricho que puede llegar a ser peligroso y muy caro por cierto. Nuestra misión como padres será la de maridar dos mundos muy diferentes como son las ansias de los hijos o sus aficiones y velar por su seguridad. Y todo esto sin herir sus sentimientos, o no hacerlo en la mayor medida de lo posible.
2. ¿Mi hijo necesita una moto, de verdad?
Frente a los argumentos objetivos de los padres (o más objetivos desde su punto de vista), nuestro retoño desplegará una extensa pléyade de argumentos con la que nos intentará convencer de que necesita una moto para mejorar en diversos aspectos de su vida. Unos serán válidos y otros no tanto, nuestra misión como adultos será evaluar sesudamente cada uno de ellos y darle el grado de importancia que se merecen.
Frente a agravios comparativos sociales como "a Jaime se la han comprado" o "todos mis amigos tienen" con los que nos intentará convencer, hay otros argumentos como el "he aprobado todo" (que es un deber que no merecería recompensa, pero vale lo aceptamos) o "es mi pasión" que pueden llegar a convencernos. Al fin y al cabo somos Motorpasión Moto.
3. ¿Mi hijo es responsable como para tener moto?
Al igual que pasa con las mascotas por ejemplo, tener una primera moto siempre es un ejercicio de responsabilidad pura. Más allá del hecho de saber o no saber conducirla, el joven tendrá que aprender a cuidar su nuevo vehículo y a cuidarse a sí mismo en un entorno tan hostil como el de la circulación en tráfico abierto, donde deberá aprender a relacionarse de manera cordial, desde el respeto y las normas de tráfico.
Además, mecánicamente todas las motos necesitan una serie de cuidados mínimos de los que el novel tendrá que hacerse cargo por completo si quiere mantener su montura en perfecto estado, estableciendo una disciplina de mantenimiento. Eso o bien llevar la moto al taller cada dos por tres. Y esto nos recuerda otra cosa importante.
4. ¿Puedo permitirme que mi hijo tenga una moto?
Entregarle a un ser de 16 años que es pura hormona viva un vehículo ya es en sí mismo un enorme acto de fe que pone a todos los padres con la sensación de hacer puenting sin arnés de seguridad. Si consigues superar ese enooorme vértigo nos metemos de lleno en el plano económico, un aspecto que puede tensar mucho más la situación si cabe.
Aparte de comprar una moto por X.000 euros (depende de los gustos del feliz vástago y de los posibles de cada padre) hay otra serie de gastos asociados subyacentes a los que con un grado de probabilidad tan alto como el hotel Burj Khalifa, el hijo no atenderá y serán los padres quienes se tendrán que hacer cargo.
Obligatoriamente habrá que comprar un casco y contratar un seguro, a partir de ahí hay que seguir sumando: mantenimiento, revisiones, guantes, chaqueta, botas, gasolina, multas... Todos hemos sido jóvenes y muchos nos pagamos con trabajos de fin de semana, de vacaciones o de tardes al menos parte de nuestros vicios sobre dos ruedas, pero otros padres no tuvieron la misma suerte de los nuestros.
5. ¿Soportaré el chantaje emocional de mi hijo?
En el caso de que un padre/madre decida utilizar estas herramientas razonables para explicar por qué su hijo NO debería tener una moto comienza una travesía por el desierto. Día a día, encuentro tras encuentro, los progenitores sufrirán un asedio continuo cuando el joven entre en "modo cansino".
Las frases manidas, lastimosas y torticeras serán el pan de cada día. Cualquier evento mínimamente social se convertirá en una situación incómoda en la que el hijo no desaprovechará ninguna oportunidad para sacar rédito sin piedad a base de reproches o escenitas. La fuerza de voluntad de los padres será determinante para mantener la defensa alta en un combate que se puede prolongar indefinidamente. Concretamente hasta que se independice.
6. ¿Estoy dispuesto a sobrellevar todos los cambios que implica?
Aunque sea repetitivo, tenemos que estar muy seguros de si nuestro hijo es lo suficientemente responsable como para entregarle las llaves de una moto. Sobreentendiendo que haya conseguido la licencia oportuna y sea un ser responsable, habrá cosas que empezarán a cambiar radicalmente.
Un nuevo nivel de autonomía e independencia entrará en casa. Los horarios de entrada/salida se modificarán por completo, quizá las amistades también cambien e incluso la forma de relacionarse con el resto de la familia. Todas estas variaciones escapan a la intervención de los padres, quienes sólo podrán gestionarlo de la forma más madura posible.
7. ¿Puedo sacar provecho de que mi hijo tenga una moto?
Por supuesto que sí. Todos los aquí presentes seguramente hemos sido alguna vez jóvenes (otros lo seguimos siendo) y hemos pasado por esta situación desde el punto de vista del joven que quiere convencer a sus padres de tener una moto. Nosotros mejor que nadie podemos ponernos en su piel y aprovechar para sacar rédito de una oportunidad como esta.
Enseñar a nuestra descendencia el respeto necesario con uno mismo y con el resto de usuarios de la vía para introducirse en el mundo de las dos ruedas, vivir la pasión por el motociclismo en primera persona, compartir vivencias juntos, enseñar las nociones básicas (o no tan básicas) de mantenimiento o simplemente una charla sobre motos es una oportunidad de oro para estrechar lazos e inculcar los valores de los que tanto nos enorgullecemos los moteros.
Así que ya sabes, aunque dé vértigo, no temas el momento en el que tu hijo te pida una moto. Aprovéchalo, sé objetivo y juega tu baza de motero experimentado. Posiblemente no consigas decirle que no, pero puedes crear un motero aún mejor que tú mismo. Y reconócelo, estabas deseando subirle en una moto.