Hay cascos y cascos, los hay baratos y los hay caros. Parece una obviedad, pero nos tememos que el precio tiene mucho que ver con la calidad del mismo, o al menos eso es lo que la experiencia nos ha ido demostrando, aunque muchos lo nieguen.
Es duro, hasta tétrico, preguntarse si muchos motoristas seguirían vivos de haber utilizado un buen casco. También es necesario preguntarnos, y el vídeo de hoy nos lanza directamente a ello, si merece la pena ahorrarte unos euros en un casco de moto barato. Y por tanto, una conclusión: no con matices.
Las diferencias entre un buen y un mal casco, a juicio
Hay un vídeo que despertó enormemente mi interés y el de otros 200.000 motoristas.
Algo tan simple como una furgoneta aplastando dos cascos. Más allá de lo primitivo y divertido del vídeo, saqué una rápida conclusión y miles de preguntas: ¿merece realmente la pena ahorrarme unos euros en mi próximo casco? No siempre.
El video en cuestión compara la eficacia de un casco de moto barato y uno caro. Uno y otro son pasados por encima por la rueda de una furgoneta. Y adivina qué: uno se parte y otro no.
Más allá de lo mundanal, piensa en esto: dentro del casco va tu cabeza, y la hipotética situación de ser atropellado no es imposible. Imagínate una caída en moto, con tan mala suerte que el vehículo que viene por detrás no puede esquivar y acaba atropellando el casco del piloto. Desgraciadamente ha sucedido, y puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte.
Ahora bien, ¿qué hace que un casco caro pueda repeler semejante atropello y se mantenga de una pieza (más o menos) y el otro no? ¿Por qué deberías gastarte el dinero en un buen casco (que no uno caro)?
Un matiz importante, que el casco se agriete no está mal, incluso que se rompa, pero no está bien que se deforme en su totalidad como en el vídeo. Las leyes de la física y la prueba científica nos dice que la calota es la primera defensa contra un golpe, y necesita dispersa esta fuerza. Por eso, el material se rompe y dispersa la energía, que no acaba recibiendo el motorista. En el caso del vídeo, el motorista ya tendría la cabeza aplastada, es lógica.
Pero antes, ojo, que lo más barato NO es siempre lo peor. Si una marca de casco de moto utiliza como estrategia de marketing un atractivo precio, no huyas; no está mal. No de momento. Tienes que fijarte en los materiales de construcción y otros detalles.
De hecho, ahí va un dato: es común que marcas de casco económicas aparezcan por encima de las caras en los test SHARP. Y si se venden es porque han pasado una homologación que supera unos estándares, pero no son los más altos.
Entre las muchas claves como el tallaje y el ajuste correcto, el peso del casco, o el diseño (y no en lo visual, sino en la forma del casco, como los Arai y su forma de huevo), hay un par de factores que van a determinar que pagues más y tengas más seguridad: materiales, y durabilidad y construcción.
La calota exterior, que es la gruesa capa que reparte la fuerza del impacto, está hecha principalmente de tres materiales: termoplástico, fibra de vidrio y fibra de carbono. El primero es el más barato (no por eso hay que huir de ellos), pero sí protegen menos y se deterioran más rápido. La fibra de vidrio se utiliza en la gama media, y es algo más eficiente.
Sin duda que los mejores son los de carbono. Además de ligeros, son los más resistentes y que está comprobado que absorbe los golpes expandiéndose. Por eso en el vídeo, ni se rompe ni se raja tanto como uno barato.
Y luego están los que tienen alguna protección extra, algún sistema. Por ejemplo, el MIPS (Sistema de protección contra impactos multidireccional). Se utiliza en cascos de escalada, de bicicleta... Y de moto, por supuesto. Un toque extra que supone que disperse la energía de un impacto y sus movimientos rotatorios. Está compuesto por una superficie de baja fricción que deja que la cabeza se deslice junto a la calota de 10 a 15 mm en cualquiera de las direcciones, reduciendo el movimiento de rotación que tiene que soportar el cerebro.
Referencias científicas utilizadas: análisis número 1 y análisis número 2.