En la larga lista de contratos rubricados por Valentino Rossi, hay uno que no solo selló su historia, sino la del motociclismo y del que ni siquiera el propio italiano estaba seguro. En 2003 ya era un piloto consolidado y lo ganó todo con Honda, cuando de repente, un compatriota llamó a su puerta. Era Davide Brivio, la “conexión italiana con Valentino”, según le apodaban en el equipo.
Después de mucho pensárselo, Rossi accedió y fichó por Yamaha a finales de 2003 con vistas a la temporada 2004. Lo que no sabía, pero podía presentir, es que aquello sería un paso histórico, y cuyo artífice del éxito fue, en parte, Jeremy Burgess, ya que aquella moto a la que llegaba era todo un caos: no firmó ni un podio en la temporada 2003.
Dos vueltas para que Burguess y Rossi pusieran a punto la M1 de 2004: un mito verdadero
Algunos pensaron que perdió la cabeza, incluso Rossi lo pensó cuando llegó a Yamaha. “Quizá estoy loco”, dijo la leyenda de Tavullia tal y como recoge MCN cuando dejó en la estocada los éxitos que venía cosechando y podría haber seguido regando con Honda y su RC211V.
El panorama cuando llegó a Yamaha no era tan bueno. Sin embargo, Jeremy Burgess, su prestigioso jefe de mecánicos, dio un giro de 180 grados para que eso cambiase. No tardó en empezar a percibir una familiar sensación de optimismo que ya vivió en Honda: dos vueltas le hicieron falta en el test de pretemporada de Sepang.
En el vídeo en cuestión, publicado y grabado por Yamaha de forma inédita hace casi 20 años, se puede ver su primera toma de contacto. En el trazado asiático, Rossi se subió por primera vez a la Yamaha M1, moto que no ganó una sola carrera en la temporada pasada a su llegada. En los dos primeros giros al circuito, Rossi volvió inmediatamente a boxes y le comunicó a su jefe de mecánicos todos los defectos que había percibido.
El italiano tenía identificado el problema: el tren delantero de la M1 se bloqueaba al entrar en curva. Burgess, que ya tenía dilatada experiencia en Honda después de 20 largos años junto con Freddie Spencer, Wayne Gardner o Mick Doohan, conocía en profundidad cada milímetro de las motos, e identificó casi momentáneamente el problema en el software del freno-motor de la moto.
El inconveniente, al parecer, es que el software abría el gas cuando el tren delantero se cerraba, en lugar de cerrar el gas, y eso hacía que la Yamaha fuese inestable y se fuese al suelo en multitud de ocasiones. Un problema menos.
Otro síntoma que Rossi detectó inmediatamente es que, al tumbar la moto, la horquilla comprimía demasiado los frenos. Así que a le dio por quitar los muelles de la horquilla, lo que llevó a descubrir que, casualmente, la toma de aire del carenado estaba atascada contra el guardabarros.
La solución fue elevar la suspensión de la moto 15 mm para que la toma de aire del carenado dejase de tocar con el guardabarros. Eso mejoró la transferencia de cargas, el grip, la aceleración y… Todo en general.
El resto es historia. Después de ese test de pretemporada en Sepang viajaron al Gran Premio de Sudáfrica, donde ganó la primera carrera con la Yamaha M1, una moto que en 2003 no consiguió ni un solo podio y acabó arrastrada por los suelos en bastantes citas. Ese año también ganaría su primer mundial con la fábrica de los diapasones, el sexto de su carrera. ¿Error de Yamaha o genialidad de la pareja Burgess-Rossi?