Lo que las carreras de motos deben aprender de la desgraciada muerte de Dean Berta Viñales en Jerez
El paso del Campeonato del Mundo de Superbikes por el circuito de Jerez ha terminado en tragedia. Dean Berta Viñales, un jovencísimo piloto de solo 15 años, y primo de Maverick Viñales, perdió la vida durante la carrera de Supersport 300 del sábado después de un desafortunado accidente a la salida de la primera curva.
Literalmente, el de Viñales es el típico accidente del que es imposible culpar o responsabilizar a alguien. Fue pura y dura mala suerte, de esa que da rabia porque nos pone de bruces contra la cara más dura del motociclismo. Pero más allá de este incidente puntual, sí conviene hacer un análisis de las últimas fatalidades que han golpeado el deporte.
Las tres grandes últimas desgracias tienen un patrón común
2021 está siendo un año terrible para el motociclismo. En las ´´´ultimas fechas se han marchado tres jovencísimos pilotos en condiciones relativamente similar: primero fue Jason Dupasquier, a los 19 años de edad, en Mugello, después Hugo Millán, de solo 14 años, en MotorLand y ahora Dean Berta Viñales, con 15 años, en Jerez.
Tres accidentes con bastantes similitudes. La primera, la joven edad de los tres pilotos, que ni mucho menos es casualidad. Todos corrían en categorías de motos pequeñas, en cierto modo de formación, por más que los más puristas se empeñen en defender que Moto3 sigue manteniendo la esencia de mundial con entidad propia de la antigua 125 cc.
Además, los tres accidentes fueron en condiciones muy similares: un piloto que se cae, se queda en mitad de la pista y es golpeado por algún perseguidor. Con los avances en seguridad tanto de motos como de monos y circuitos, estos arrollamientos son el gran peligro del motociclismo moderno, y por desgracia sobran los ejemplos.
Pero hay algo que no concuerda. Teóricamente con motos más pequeñas estos accidentes deberían ser más evitables y, en caso de producirse, leves. Es pura lógica: menor velocidad provoca impactos más suaves y al mismo tiempo da más tiempo de reacción a los perseguidores para evitar estos percances. Pero los tres últimos casos son en motos de 250/300 cc.
Y la conclusión de porqué es así es bastante clara: son carreras demasiado agrupadas. Cualquier aficionado o periodista que siga con cierta continuidad las categorías de Moto3 o Supersport 300 sabrá que ver una escapada en solitario, o de dos o tres pilotos, es prácticamente misión imposible. El grupo se mantiene hasta las últimas vueltas.
Esto no solo devalúa el interés de la competición, sino que la hace mucho más peligrosa. Todos ruedan juntos, así que cualquier caída de un piloto que quede en pista es prácticamente inevitable. Pero es que además, al estar en el grupo de cabeza, todos se ven con opciones de podio, hasta el que va decimoquinto, y se asumen riesgos insoportable. Si añadimos la inexperiencia propia de la edad tenemos un coctel letal. La larga marcha.
Quizá las palabras de Michel Fabrizio, y su retirada, no han sido demasiado elegantes por aquello de meter a Marc Márquez, que ni pincha ni corta en esta historia, en un tema tan serio como es la muerte de un chaval de 15 años. Pero detrás de sus pésimas formas hay una base de verdad: las carreras de Supersport 300 son insoportables porque siempre tienes la sensación de estar a punto de presenciar una tragedia.
Ha tenido más acierto a la hora de elegir sus palabras Loris Baz, que estaba en Jerez de rebote y se encontró con el fregado: "Supersport 300 es la categoría más peligrosa de la historia. El hermano de mi entrenador corrió allí y después de solo tres carreras estaba triste, asustado y no había aprendido nada. No puedes marcar la diferencia".
Y es que esa es la clave. No solo las categorías de Moto3 y Supersport 300 son mucho más peligrosas con estas motos sencillas que favorecen los grupos, es que no sirven de absolutamente nada. Ni los pilotos aprenden ni los títulos tienen demasiado valor, porque no responden a qué piloto es superior al otro.
La mejor prueba es lo que pasó en la temporada 2019 de Moto3. Raúl Fernández pasaba por ser uno más a los ojos prácticamente de cualquiera, pero en solo un puñado de carreras en Moto2 ya convirtió en una de la mayores promesas del mundial. Es lo que tiene correr en categorías en la que importan más cosas que el cuerpo a cuerpo.
El caso de Mahias como ejemplo del exceso de flexibilidad médica
Otro tema interesante de revisar es si no se está siendo demasiado permisivo con pilotos que sufren lesiones y se les da el apto para volver a correr. Fue muy polémica la participación de Deniz Öncü en el Gran Premio de San Marino solo horas después de haber sufrido una durísima conmoción cerebral. Otro golpe hubiese sido fatal.
Pero en las Superbikes también hemos tenido un caso reciente bastante sospechoso. Lucas Mahias, un piloto habitualmente bastante limpio y con la cabeza bien amueblada, sufrió un fuerte accidente en Assen en el que se fracturó el escafoides. Se saltó la ronda de Most, pero enseguida se le dio el apto para regresar.
Su rendimiento fue notablemente inferior al que tenía antes, algo entendible, pero en Montmeló estuvo involucrado en dos graves accidente: uno con Chaz Davies y otro con Tom Sykes. Los dos terminaron en el hospital y ninguno de ellos ha podido participar en la ronda de Jerez. Probablemente también se salten Portimao.
Tras volver a intentarlo en Jerez, Mahias ha anunciado que ya no va a correr en el resto de la temporada para recuperarse. Es para preguntarse si se le permitió correr sin tener las capacidades físicas para controlar su moto completamente. Las épicas y las bravuconadas son peligrosas, las haga el piloto que las haga.
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