Y después del fin de semana de ruta por ahí tocaba la vuelta al trabajo de todos los días. Yo tengo la oficina en el centro de Alicante ciudad, con lo que bajar a diario con el coche es un imposible, por el tráfico y por el aparcamiento. La suerte es que cuento con un aparcamiento prácticamente para mí así que meter una moto del tamaño de la Triumph no es problema.
Tal y como ya pude comprobar en Madrid la Triumph se maneja con soltura entre el tráfico de cualquier ciudad. Le manillar pasa un poco justo entre los retrovisores, pero como llegas muy bien con ambos pies al suelo puedes mover la moto con mucha soltura. Los escasos 205 kilos que dice el catalogo que pesa no se notan aun culebreando entre las filas de coches parados en un semáforo. Solo si quieres cambiar de dirección haciendo una Z te puedes ver comprometido si no apuntas con la suficiente habilidad.
Los retrovisores son una gozada, porque te transmiten todo lo que pasa detrás de ti, incluso cuando es una chica bonita la que pasa por detrás o se aleja por la acera. El motor twin paralelo no vibra casi nada, así que ni el manillar ni los retrovisores no se mueven casi nada. Ahora, el motor calienta con ganas, a pesar de tener un generoso radiador para el aceite y una fontanería de latiguillos metálicos. En algún momento llegas a pensar que te vas a cocer, pero solo si llevas un cuarto de hora en un atasco del que no hay manera de salir por ninguna de las alternativas que conoces.
La prueba del aparcamiento dio el mismo resultado que en los demás sitios, la gente mira la moto, te mira con cierta envidia e incluso te comentan lo bonita que es y lo acertado de la decisión de haberte comprado una moto así. Aquí he de aclarar que yo últimamente no llevo motos especialmente destacables, pero esta semana de prueba ha valido para subir escalones en el escalafón de las motos de mi barrio. Por suerte para mí y para vosotros tengo amigos que controlan bastante el tema de la fotografía con lo que he conseguido que el reportaje fotográfico sea aceptable. Porque nos subimos el jueves a medio día al Castillo de Santa Bárbara, desde donde se divisa todo Alicante y donde pudimos hacer unas fotos muy profesionales gracias a mi amigo CefeSky.
Por fin llegó el sábado, con lo que se me acababa el préstamo y tenia que devolver la carroza antes de que se convirtiera en calabaza y yo en ratón. Así que enfundado en mis mejores galas para el invierno en moto me levanté tempranito para ponerme en ruta hacia Madrid. He de mencionar que hacía muchos años que no pasaba tantísimo frío en la moto, ya que antes de llegar a Albacete me vi envuelto por una densa niebla que bajaba la temperatura considerablemente. Tanto que en el primer repostaje casi no pude desenroscar el tapón del depósito de lo congelados que llevaba los dedos.
Con ese panorama me puse las pilas y haciendo de tripas corazón conseguí llegar a Madrid a la hora estimada para poder devolver la moto. Esto significó un poco más de consumo, pero en ningún momento llegó a pasar de los 6,5 litros a los cien, a pesar de ir un poco por encima de las velocidades legales.
En breve podréis leer un resumen con mis impresiones generales sobre la moto. Mientras ya tenéis material mas que suficiente para haceros una idea.
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