Como va a ser la tónica habitual durante nuestro viaje, después del desayuno se impone el breafing donde se nos explicarán los aspectos más relevantes de la etapa que nos toca realizar hasta Merzouga, unos 280 kilómetros. Las indicaciones de lo que nos vamos a encontrar por el camino hasta que realicemos el primer reagrupamiento están cargadas de detalles importantes que debemos tener en cuenta, como cruces con dificultad, sitios peligrosos, o tipos de terrenos a los que nos enfrentaremos.
Pero antes de comenzar hay que ir a repostar nuestras máquinas. Sin duda se crea una gran expectación cuando como si de una procesión se tratase, abriendo la comitiva, el coche de Africa Star seguido de 10 motos atraviesan Zagora hasta llegar a la gasolinera. El precio de la gasolina es europeo y los ojos de los empleados de la gasolinera reflejan el símbolo del dólar al comprobar que hay que llenar los depósitos de todas las motos, más las garrafas para repostar en ruta si fuera necesario y el Toyota de asistencia de Africa Star.
Comienza la ruta por una pista interminable, bastante bien compactada pero con unas piedras que no dejan ni un minuto a la distracción. Cuando más confiando vas circulando a buen ritmo, te puedes encontrar con tu manillar “poseído” por fuerzas extrañas girando de un lado a otro por la piedra que acabas de “comerte”, con el consiguiente toque de campana al golpear hasta la llanta, y eso que las presiones se sube hasta más de un kilo para evitar llantazos inecesarios.
Cuando paramos en el primer punto de reagrupamiento, cual será nuestra sorpresa al encontrarnos a un nómada con un aspecto lamentable, en medio de la nada y con signos evidentes de deshidratación. Se acerca con timidez, invitado por nosotros y su mirada está perdida. Enseguida le ofrecemos agua de nuestros camelbak que devora entre sus manos y en cuanto llega el coche de asistencia, observamos estupefactos como es capaz de beber casi un litro de agua de un solo trago. Las barritas energéticas que llevamos, se las come de dos bocados y casi sin masticar. Dicen los lugareños que estos nómadas aguantan en condiciones extremas casi tanto como los dromedarios, pero a este en concreto sin nada en 20 kilómetros a la redonda lo vimos bastante mal. Lo que sí es cierto es que en 10 minutos después de comer y beber ya era otro y se despidió dando gracias a Alá por nuestro encuentro.
Continuamos ruta después de esta extraña experiencia y tras continuar por pistas en grandes llanuras, llegamos a nuestro siguiente punto de reagrupamiento para comer en un típico albergue marroquí. El calor aprieta de verdad. Se impone tomar un té para paliar la sed y más sabiendo que nos espera un duro tramo de fesh-fesh donde hay que procurar tener la máxima precaución para pasar sin incidentes y con rapidez, ya que las temperaturas que pueden alcanzar allí son de más de 40 grados. Para el que no lo sepa el fesh-fesh es un polvo de arena tan fino que si tiras un puñado al aire dura en suspensión unos cuantos minutos, como si flotara. Imaginaos la nube que se levanta con el paso de una moto.
Atravesamos sin más incidentes que alguna otra caída sin importancia y casi de parado por lo arenoso del terreno. Así, llegamos a uno los numerosos “oasis” en Ramlia donde poder beber algo medio frio, descansar e incluso comprar gasolina si vas sin asistencia. Allí tuvimos una charla agradable con algún que otro lugareño que chapurreaba castellano, mientras el coche de asistencia llegaba tras atravesar esa difícil zona por el mismo sitio que las motos. Aún me parece casi imposible, como lo hacen.
Una vez reanudada la ruta nos adentramos en un lago seco. El color blanquecino y agrietado delata que es un terreno diferente, incluso mis compañeros me indican que huele como a algas secas. Por estas grandes planicies en las que puedes ir por la senda que quieras, es muy importante la navegación. La orientación y el rumbo a seguir es sencillo, nada más tienes que levantar la vista y tomar un punto de referencia, pero unos grados de desviación en el rumbo al avanzar tan rápidamente, en unos minutos se pueden convertir en algún kilómetro de error con respecto al waypoint por el que tienes que pasar para continuar por la ruta correcta.
Enseguida comenzamos a ver evidentes señales que nos anuncian la presencia del cercano desierto. Cada vez atravesamos más lenguas de arena, incluso vemos como se han formado pequeñas dunas, algún dromedario que otro se cruza en nuestro camino. La única vegetación que ves en kilómetros es alguna acacia. En breve llegamos al impresionante Hotel Xaluca de Merzouga donde las vistas desde la terraza nos indican sin ninguna duda que mañana toca surcar las dunas. Parte Anterior | Marruecos 2014: La importancia de una buena asistencia Parte siguiente | Marruecos 2014: Toma de contacto con el desierto