Son las dos y media de la tarde. Hemos parado a hacer una copiosa comida y continuamos nuestro viaje sobre la moto. Pero claro, nos hemos metido entre pecho y espalda una buena fabada para después atacar un buen plato de jabalí con patatas y de postre, un buen perolo (como el de una mítica DR Big 800) de arroz con leche. El efecto soporífero de la comida empieza a hacer efecto y a nuestro cerebro llega la idea de pensar lo bien que nos vendría una siesta.
Pero ¡cuidado! Una siesta en el sofá, nunca en el colchón, porque puede que nos levantemos de más mala leche de lo que pensamos. Como de mala leche le habrá entrado a este compañero que se encontró con un colchón volador en plena autopista. Al conductor de la pick up hay que explicarle algo sobre dinámica de fluídos y que aunque no lo parezca, en la caja se producen diferencias de presión y con ello fuerzas ascendentes en la carga.
Por suerte, el colchó igual estaba relleno de lana de oveja y prefirió irse al campo. Si hubiese sido de muelles, igual hubiese buscado hacerle un arrumaco a los Öhlins delanteros de la moto. ¡Para haberse matado!
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