Que nadie subestime el poder de una apuesta. Cuando a eso le añadimos el ingrediente mágico que mueve nuestro corazón y pasión, las motos, entonces solo vale un "sí" por respuesta. Es el caso del holandés afincado en Australia, Wouter-jan Van Dijk.
Su amigo le propuso una locura: correr en la categoría Pro Moto Ironman del famoso rally Baja 1000. Diréis, pues vaya, no parece para tanto. No si no tenemos en cuenta que tuvo que enrolarse en una aventura época para recorrer medio mundo, comprarse una enduro en México y terminar en el top 10 de la carrera.
Sin patrocinadores, en la categoría más difícil y con una moto de segunda mano
La historia de este holandés mola. Van Dijk nació en Holanda, pero se fue a vivir a Australia hace ya unos cuantos años. Su mejor colega, Shane Moss, le propuso hace medio año apuntarse a uno de los rallyes más duros y viejos del mundo de las motos: la Baja 1000.
Data de 1967, y atrae a muchísimos aficionados del off road de todo el mundo. Su colega fue uno de ellos en 2019, cuando participó. En una de esas conversaciones con cerveza en la mano le dijo, "oye, ¿por qué no te apuntas?". Dicho y hecho; no le llevó mucho tiempo decidirse al holandés.
Su amigo sabía lo que le decía con conocimiento de causa. Van Dijk ya había participado en unas cuantas carreras, hasta en la archiconocida Red Bull Romaniacs. Había un pero, y todos los que hagan off road bien lo saben: enduro y rallyes desérticos son bien diferentes.
Mientras que el enduro se hace en un recorrido cerrado y habitualmente conocido, los otros se hacen en terreno abierto y requieren habilidades de navegación. Y eso era algo que el holandés no tenía muy pulido; de ahí parte de la hazaña.
Su mejor aliado fueron los foros de internet para informarse. El otro problema es que no tenía moto para llevar hasta allí, así que tuvo que buscarse la vida por páginas para hacerse con una en el país.
Desde Australia partió hasta San Diego, en Tijuana. Esa era la primera parte de su plan, y quizá la más fácil. Allí empezó la segunda etapa: comprarse una moto que no tenía. La elegida fue una KTM EXC 500 de segunda mano en un estado bastante deteriorado, pero eso no le importó mucho.
Se agenció un kit para acampar, y bastantes componentes de la moto: desde un depósito, un faro, pegatinas... Y con la moto a cuestas, cruzó la frontera estadounidense para llegar hasta Baja California. Todo con una moto que acababa de comprar y seguido por su amigo, que iba en otra.
El palo fue grande cuando en las verificaciones previas le informaron de que la moto no estaba preparada. Así que echó mano de los contactos que hizo en los foros y logró que un mecánico local le arreglase la KTM EXC 500. Sin pegatina, le pintó un número a mano, el 741 que recordará toda la vida.
Para más inri, una vez empezó a correr en la Pro Moto Ironman de la Baja 1000, no tenía ni idea de cómo iba porque no había practicado. Ni siquiera llevaba GPS. Paradójico que 375 kilómetros después llegase a liderar la carrera en su clase. Era la comidilla de toda la competición.
El resto de pilotos le ayudaron incluso dándole de comer, echando gasolina... Y es que iba escaso de recursos. No fue fácil, incluso llegó a desplomarse al llegar al punto kilómetro 2.108. También rompió la llanta de su moto, entre otras muchas vicisitudes. Su forma de arreglarlo fue aún más surrealista: con bridas.
48 horas, 27 minutos y 3 segundos después, el holandés llegó a la línea de meta con 13 minutos de penalización. Hubiese ganado, pero terminó séptimo en la clase. Una hazaña épica: "Durante las últimas cinco horas estuve como un zombie, me dije a mí mismo que si quiero terminar tengo que hacerlo".
Ya nos queda claro: para montar en moto y ganar no hacen falta millonarias inversiones ni patrocinadores, sino pasión, habilidad y muchas ganas de montar en moto.