Han pasado ya unos años desde que oímos por primera vez eso de que Kalashnikov, el de los AK-47, recibiese un encargo por parte del Kremlin, por parte del presidente Vladimir Putin, de fabricar motos de escolta para el gobierno de la nación.
Una idea con la que pretendían hacer renacer la industria automotriz rusa; crear una auténtica potencia de las motos y no depender ni de americanos ni de europeos. Una idea con la que más bien, e irónicamente, les acabó saliendo el tiro por la culata.
Desde 2020 nada se sabe de ellos
Querían conquistar un mercado desconocido, pero fallaron en el intento. El Kremlin buscaba un ápice más de autoabastecimiento y engrandecimiento de la industria automotriz, y de hecho, siguen metido en ello. Para ello confiaron en un grande de la patria: Kalashnikov.
A quién no le sonará ese nombre; efectivamente, Kalashnikov hace referencia al fabricante de las AK-47 que aparece representada en tantas películas, videojuegos y en la mismísima vida real. Pero en verdad, esa es solo una faceta del grupo, porque se dedican a muchas cosas. Muchas.
El caso es que Putin quería una moto que sirviese para empequeñecer a los rivales europeos y americanos, y ya de paso, construir las motos de escolta del presidente. ¿Experiencia? Poca. En materia de dos ruedas, los rusos solo tenían como antecedente a las Ural de la Segunda Guerra Mundial.
Su primera mole de 500 kilos fue la moto de Putin. Era a primera made in Russia desde las Ural. Kalashnikov la presentó bajo la filial IZH. Esa moto era lo más parecido a una limusina blindada hecha moto, o una fusión loca entre una moto de estilo bagger y un tanque de villano de película de 007.
Estilo inconfundible; parece una moto futurista de Los Simpson fabricada por el mismo Homer. Una bagger-futurista-industrial que da miedo a primera vista. Y encima también: 510 kilos y casi 3 metros de longitud. Debajo de tanta patraña se encuentra un bóxer de cuatro cilindros y 2.0 litros con 150 CV.
Espera, espera, que ahí no termina todo. Unos años antes, a los del AK-47 también les dio por fabricar motos voladoras.
Otra bestia con 16 motores eléctricos con sus respectivas hélices contrarrotantes para garantizar la estabilidad del conjunto y electrónica a cascoporro.
Bajo el amparo del Ministerio de Defensa de Rusia, Kalashnikov también presentó toras dos motos eléctricas, una civil y otra militar/policial, de corte offroad. Motos de enduro con autonomía de hasta 100 kilómetros y velocidades punas de hasta 80 km/h con las que también darían a la policía de Moscú la oportunidad de patrullar.
Y ojo, que venían con una tecnología de infrarrojos e el faro delantero que la hacía "indetectable" durante la noche, o eso dijo el vicedirector de la marca en su día.
Las motos eléctricas para civiles han sido el otro arma con el que han intentado atacar al mercado. Una de sus últimas joyas fue una Café Racer de origen británico con bonita estética y números decentes, aunque nada en comparación con una LiveWire, por ejemplo: motor eléctrico de 50 kW (unos 67 CV) que es capaz de alcanzar una velocidad máxima de 100 km/h y recorre hasta 100 km de autonomía máxima.
Parece que desde 2020 no han vuelto a dar señales de vida. Su último prototipo eléctrico era la IZH-49, una versión "eco" de una "legendaria moto" de edición limitada que se pone como máximo a 90 km/h, tiene 20 CV y cuenta con una autonomía de 80 kilómetros. Desde luego que así lo tendrán difícil para plantar cara al enemigo.