Si el mes pasado comentábamos sobre un tipo que había desempaquetado unas motos después de tenerlas en el sótano durante 20 años, las motos de esta subasta son ya de récord. Hace unas semanas se publicó que en Podevyn, un antiguo concesionario de motos en Bélgica, habían encontrado unas cuantas cajas que contenían sus respectivas motos.
Hasta ahí puede ser normal, lo que pasa es que las motos que había dentro de las cajas eran once Norton Commando MK3 850, una Matchless G80, una Norton John Player Special, dos modelos de carreras, una Trident, algunas Triumph, unas cuantas MZ y alguna que otra joya de finales de los años setenta. Todas perfectamente embaladas como salían de la fábrica y prácticamente sin tocar. Rápidamente se organizó una subasta porque tenían que vaciar el local.
Y los precios, a modo de orientación, han rondado las 100.000 libras esterlinas (algo así como 150.000 euros) que se han pagado por la John Player Special, modelo exclusivo del que se fabricaron poquísimas unidades. Los precios de los modelos más comunes han rondado las 4.500 libras esterlinas (algo más de 6.700 euros) a los que habrá que sumarles el IVA y todo el recambio que haga falta para poner en marcha estas joyas.
En medio de esta vorágine de dinero y motos cambiando de manos en The Kneeslider han publicado un interesante articulo sobre qué se debería hacer con estas motos tan especiales.
Paul Crowe, el editor de The Kneeslider, ha dividido en cuatro grandes grupos a los posibles compradores de este tipo de motos, a saber.
El inversor, que es el que compra algo así, vuelve a cerrar la caja y pone en marcha la calculadora para ver cuando rentabiliza su inversión.
El conservador, que es el que compra una moto así, la monta y la expone en un museo como se podría exponer un cuadro o una estatua.
El coleccionista usuario ocasional, que es la persona que compra motos, las reconstruye o recompone y las saca a pasear en ocasiones excepcionales, haciéndole muy pocos kilómetros al cabo de año.
El entusiasta piloto de motos clásicas, que es capaz de utilizar habitualmente un vehículo que en el mejor de los casos tiene veinte años a sus espaldas. Puede que no lo utilice a diario, pero casi todos los fines de semana le hace unos cuantos kilómetros.
Yo añadiría un quinto usuario, el que utiliza un vehículo de estos a diario, con sus ventajas e inconvenientes. Aunque este último usuario es para poder incluirme, porque yo soy de esos. Y en más de una ocasión me encuentro pensando qué hago yo sobre una moto así cuando podría ir en una moto moderna que no me obligue a llevar veinte kilos de herramienta por si acaso me quedo tirado.
La última reflexión es la curiosidad que me presenta tener la posibilidad de estrenar una moto clásica. Pero no estrenarla tras haberle hecho una restauración o reconstrucción, si no estrenarla directamente tal cual salió de la fábrica sin que nadie la haya montado nunca antes. ¿Será que llevo demasiados años conduciendo motos “viejunas” y ya se me ha ido la pinza?
Vía | Quemando Goma; Southsiders; The Kneeslider
En Moto22 | Desempaquetando dos motos 20 años después