Meterte al garaje y ponerte a modificar una mítica Suzuki Burgman 650 no parece que vaya a ser demasiado bestial o que vaya a llamar la atención. No hay que malinterpretarlo, pero... ¿Modificar un scooter hasta los topes? Bueno, pues espera a conocer el trabajo del inventor Thomas Janotta.
¿Pionero o loco? Pues depende los ojos con los que se mire su última creación: la Burgman RS. Sí, mitad Suzuki Burgman, mitad BMW R 1000 RS. La apodan la 'rompe cuellos', porque nunca nadie ha visto una moto igual y naturalmente, hace que te des la vuelta para observarla con detenimiento.
La R 65 Burgman es una joya, o un sacrilegio... Depende de quién la mire
Thomas Janotta es el protagonista de esta particular creación. Para que no haya duda de su polifacética figura, el tipo se ha dedicado a todo: óptico, relojero, orfebre e inventor. Talento ingenioso tiene un rato, y esta R 65 Burgman (como la ha llamado) es la viva prueba de ello.
"Todos se paran frente a él, desconcertados. Luego, algunos piensan que es genial y otros preguntan incrédulos: ¿Por qué?", se pregunta el buen hombre que ha sido capaz de fusionar dos estilos de moto radicalmente opuestos.
Empecemos por el principio, porque hace unos años compró una mítica 650 Burgman por 600 euros. Era un chollo, aunque tenía los carenados dañados después de que su dueño se fuese al suelo. No era problema para el orfebre, que era un manitas.
Un manitas al que le gustan mucho las motos. Con anterioridad ya había participado en alguna que otra carrera y ha tenido deportivas que ha arreglado. De hecho, la Burgman la compró con intención de utilizarla para carreras. La idea se le fue de la cabeza, pero la Burgman seguía en el garaje.
Así que, como buen europeo, era amante de las BMW. Se le ocurrió revestirla con el carenado de la mítica BMW R 1000 RS. Lo de mítica no es en vano: una moto adelantada a sus tiempos y de las primeras en salir de fábrica con un carenado completo. Lo bueno es que ya tenía una medio desguazada en el garaje.
Así que se puso manos a la obra, no sin unos cuantos quebraderos de cabeza por medio. Combinar una exquisita 'oldie' y un scooter moderno no sería fácil: acortó el carenado, tuvo que retocar el chasis de la Burgman, los guardabarros, tuvo que ocultar el motor porque el original de la BMW dejaba al aire los cilindros bóxer refrigerados por el aire.
Adiós al bastidor, junto con el depósito de 15 litros, asiento recortado, nueva consola, dirección, ancho manillar... Una obra de ingeniería, pero en el garaje de su casa.
Resulta que esta joya alemana-japonesa consiguió pasar la exigente ITV alemana (TÜV) conservando algunos elementos imprescindibles como la transmisión y gran parte del chasis. La única pega es que pasó de ser para dos personas a solo una.
Total, que entre comprar y vender las piezas que no necesitaba el proyecto le salió por solo 2.200 euros. Sigue rindiendo los 56 CV de la moto original, con una velocidad máxima que llega a los 160 km/h, y una parte ciclo idéntica al scooter de serie. Y claro, ese placer de que todos se den la vuelta para observar semejante... ¿Belleza o aberración? A él le gusta, y es suficiente.