De cuando el jefe de MotoGP, Carmelo Ezpeleta, metió una moto en un ascensor por una buena razón: "Una zapatiesta"

De cuando el jefe de MotoGP, Carmelo Ezpeleta, metió una moto en un ascensor por una buena razón: "Una zapatiesta"
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Habremos visto a Carmelo Ezpeleta poco más de cientos de veces. Y muchos se preguntan si su cargo como CEO de Dorna, la organizadora del mundial, tiene algo más de pasional que de profesional. ¿Le gustan al jefe de MotoGP las motos o es solo un trabajo más?

Quizá lo explique su primera anécdota con las motos. Y además de él, los protagonistas son una Montesa Impala de 250 cc, mucho olor a dos tiempos, un ascensor y sus padres. O cómo empezó su verdadera pasión encima de una moto.

Un ascensor, unos padres y una moto a plazos con olor a 2T

Carmelo Ezpeleta nació en Barcelona en 1946. De origen vasco, nació en Barcelona, estudió ingeniería y muy pronto se ligó a la competición por motu proprio. Pero muchos se preguntan si su cargo como jefe de MotoGP tiene algo de pasional; ¿le gustan las motos? Mucho.

Ezpeleta ha estado en el podcast 'Zulaika´s Txik-Txak', y ha dejado una anécdota para el recuerdo. Todo a propósito de una pregunta muy divertida sobre si una Montesa Impala cabía en un ascensor. Sí, la respuesta es que sí.

"Si la pones derecha, sí", empezó bromeando el directivo. "Tuve que ponerla derecha, que eso no es muy difícil porque frenas la rueda trasera y levantas la delantera. La metí sobre una rueda con el manillar dentro del ascensor, que eso ya era más difícil", recuerda Ezpeleta sobre ello, que recalca que "iba con la moto derecha, yo detrás y los pies puestos en los dos seguros de las puertas para que el ascensor arrancara. Fue divertido".

Ezpeleta 2 2025

El caso es, ¿por qué metería el ahora jefe de MotoGP una moto en un ascensor?  Porque con 18 años se sacó el carnet, y empezó a dar clases particulares: "A la que tuve ocasión, me compré una moto. Vi una moto en un escaparate y me paraba a mirarla; hasta que el señor de la tienda, que luego fue un gran amigo mío, salió y me dijo: '¿Oye, por qué te paras cada día a mirar la moto?'".

Y cayó: "Era una moto de serie pero mejorada, con la que se había ganado el año anterior el Campeonato de Catalunya de subidas en cuesta. Me dijo que valía 25.000 pesetas y la vendían a plazos (...) me tiré a la piscina. Le di las 5.000 pesetas que tenía ahorradas y con lo que ganaba dando clases pagaba las 1.000 pesetas al mes de la letra de la moto".

Ezpeleta 1 2025

Eran otros tiempos. Tanto que la compró y la condujo siendo menor. ¿El problema? Que no podía firmar las letras: "Le dije a mi padre lo de la moto, pero me dijo que de ninguna manera porque era peligrosísimo. No me dejaba. Me empeñé y quería enseñarle la moto, pensando que si la veía me dejaría comprarla. No fue así".

Entonces nació la anécdota: "Tenía la moto en la calle y él no se paraba a mirarla. Así que decidí subirla a casa para que mi padre no tuviese más remedio que verla. La puse en marcha, pensando que en marcha le gustaría más. Era una moto de dos tiempos y, como había estado bastante tiempo tumbada, el aceite se mezcló diferente con la gasolina y empezó a hacer humo".

Recordando que armó "una zapatiesta dentro de casa de narices", dice que su padre "se enfadó muchísimo, pero al verme tan tenaz y pesado me dijo que él no firmaba y que decidía mi madre. Así lo hicimos".

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