Sin necesidad de retorcernos con la llave en busca del clausor que antes se encontraba en la parte izquierda de la tija, y que con su posición de accesorios hacía que algún que otro usuario tuviese quebraderos de cabeza por dejarla mal puesta y agotar la batería, es hora de subirnos los mandos de la Harley-Davidson Sportster Iron 883.
Diez meses han transcurrido desde que probamos la anterior Harley-Davidson para vosotros, pero los recuerdos permanecen frescos. El cuerpo rápidamente se adapta a su postura tan peculiar de culo bajo, piernas a noventa grados y brazos estirados que buscan desesperadamente un manillar al que agarrarse.
Harley-Davidson Sportster Iron 883: el scooter americano para la ciudad
Personalmente nos ha gustado más la postura de la Harley-Davidson Sportster Iron 883 que de la XL883. No sabríamos decir si por el asiento más bajo o el manillar más ancho, pero con el paso de los kilómetros íbamos más cómodos.
Nos ponemos en marcha con el palpitar del bicilíndrico bajo nuestro cuerpo. Después de un par de pistonadas muy contundentes, el motor Evolution redondea su ritmo y permanece a la espera de que nos pongamos en marcha. Lo haremos con una primera marcha, precisa pero ruidosa.
Hay suficiente par motor que hasta nos podemos olvidar de abrir gas si queremos. Empalmanos marcha y una vez superadas las 600 vueltas aproximadamente por encima del régimen del ralentí, las vibraciones se disipan notablemente. Están ahí pero no molestan más allá que dificultando la visión por los retrovisores.
En ciudad se siente muy ágil. Vale que es una Harley-Davidson pero hasta que lleguen las nuevas Street 750 y 500, 255 kilos en orden de marcha se me antojan un juguete muy fácil de llevar. Será que ya tengo tablas pero teniendo en cuenta que una semana antes recorría las carreteras a lomos del Kawasaki J300, el choque corporal no ha sido demasiado traumático.
Esta moto sólo te pide una cosa: no la dejes caer hasta el ralentí. Baja una marcha o si estás en primera muévete a medio embrague. Si no, será como ir en un caballo dando coces al resto del personal. Pasa en todos los bicilíndricos en V, pero con una cilindrada de más de 800 cc y tanto par motor, se nota un montón.
Exceptuando este detalle, callejear es una delicia y pronto te encontrarás remando entre los coches mientras tirar a un lado y a otro de las puntas del manillar. Además, cuando tienes que parar por fin no hay ningún problema. Las HARLEY-DAVIDSON del 2014 FRENAN. Y sí, lo pongo en mayúsculas porque frenan, y muy bien. Tan bien como cualquier otra moto, comprobado.
El freno delantero tiene mordiente y lo que es más importante, tacto. En esta moto que carga peso en la rueda delantera no es tan crítico pero por ejemplo en las DYNA, largas como ellas solas, es difícil saber qué está haciendo exactamente la rueda delantera. Aquí lo sabes, y lo que hace es detener la moto, acompañada por un también efectivo freno trasero. Se acabó el calcular a ojo donde pararías en ese semáforo que pasa en ámbar, si antes o después. Bien por ellos, de verdad.
Y claro, con esta agradable sorpresa, me faltó tiempo para lanzarme a carretera. Como pa'no.
Harley-Davidson Sportster Iron 883: un poco de altura, no más
De nuevo pensando si enfundarme el casco de supermotard para emular a Jérémie Lapurée, al final decidí salir en modo padre de familia... por las narices. Cómo íbamos a hacer eso diciendo ayer que la moto tenía aspecto de gamberro. Te lo transmite en cuanto te sientas y en nada estás intentando picarte hasta con tu sombra. Ah, ¿pero tú atacabas?
Porque es ágil, no tiene mucha potencia que haga ponerte en apuros y además frena. ¿Qué más quieres pedir? No es una moto en la que su fin sea bajar dos segundos en El Pedrosu, sino disfrutar cada uno de los segundos que pasas sobre ella buscando ese punto picante y deportivo a una Harley-Davidson.
Lástima que la altura al suelo te acabe cortando la diversión cuando empiezas a esbozar una sonrisa. Unos milímetros más y sería perfecta en cuanto a diversión. Pero así te deja con la miel en los labios.
Claro que corre poco a la salida de las curvas. Y que si dudas, su chasis te mostrará rápidamente que no está hecha para rectificar ese garrote que se te ha cerrado de repente y por el que has pasado ya cien vences. Pero si le hablas despacito, con calma, diciéndole por dónde tiene que ir, dónde frenar y cuándo acelerar, te sorprenderá lo noble que puede llegar a ser.
¿No te lo crees? Pues en la próxima jornada de puertas abiertas resetea el cerebro, deja los prejuicios en casa y reserva un tour con ella. Igual no te enamorarás pero tampoco echarás pestes la próxima vez que una se te ponga al lado y la mirarás con otros ojos.
Harley-Davidson Sportster Iron 883: uniendo la ciudad y la carreteras
¿Autopista? No gracias. O no más de lo imprescindible. Es decir, para pasar esa carretera aburrida de tráfico en la que no puedes adelantar. Es que si no, no la vas a disfrutar de verdad. La Harley-Davidson Sportster Iron 883 se defiende como puede, pero ni por concepto ni por postura se encuentra en su hábitat.
Irás relativamente cómodo, con una postura de ataque que mantiene el cuerpo adelantado y los brazos abiertos, pero sin favorecer el efecto vela sobre el pecho. Pero sí sobre las piernas, concretamente las rodillas. La izquierda ya irá abierta al estar en contacto con la caja del filtro, más que la derecha pero las dos se abrirán por igual si no vas haciendo fuerza hacia dentro con ellas.
Lástima dirán algunos. Para nada, acabo de encontrar la escusa perfecta para volver a casa por carreteras ratoneras. ¡nos vemos mañana!
Continuará...
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