La primera vuelta al mundo en moto: un hito épico cuando no existían ni las carreteras, una pistola y un libro que lo recoge
Dar la vuelta al mundo en moto sigue siendo un logro no exento de riesgo, pero más sencillo de lo que lo era ayer. El mundo es mucho más pequeño hoy. Aún así solo está al alcance de unos pocos, y de los todavía menos que se lo curran muy mucho. Ahí tenemos a Sinewan, Sornosa o Silvestre o a todo un récord Guinness como Kane Avellano y al World Press Photo Walter Astrada.
Muchos son los que han venido detrás, pero circunnavegar el globo tuvo su momento más especial a principios del siglo XX, la primera vez que se hizo y cuando nadie más se lo planteaba, cuando el mundo era tan grande y desconocido que las carreteras ni existían. Ese pionero, padre de todos los aventureros en moto, fue Carl Stearns Clancy, que allá por 1912 completó la primera vuelta al mundo sobre su primitiva Henderson Four.
Carl Stearns Clancy fue un aventurero en el mundo de ayer
Para entender la hazaña de Stearns en su justa magnitud debemos comenzar por imaginar el mundo de principios del siglo XX. En 1912 el turismo de aventura no existía como tal, así como tampoco existía una infraestructura global que permitiese viajar, o tecnologías que te ayudasen a tal empresa. No existían el geoposicionamiento ni la geolocalización, ni siquiera es que abundasen los mapas, menos los de carretera. Tampoco cajeros, gasolineras o carreteras.
Viajar por cualquier medio de transporte, bien fuera por tierra o mar (del aire ya ni hablemos) era un lujo de pocos. De ahí que la gesta del escritor de El Vagabundo de la Gasolina tenga una especial importancia y reconocimiento.
Stearns fue el primero en plantearse una aventura así justo en el momento en el que la industria del motor, aunque todavía de forma tímida, empezaba a dotar a la sociedad de la libertad individual que dan los vehículos a particulares.
Gestando la mayor hazaña de toda una época
Carl Stearns Clancy era una persona afortunada. Tenía estudios en una época en la que lo normal era no tenerlos. A una temprana edad y casi sin pisar la universidad, Stearns abandonó sus estudios para trasladarse a Nueva York, donde comenzó a trabajar como escritor de textos publicitarios, hasta que el propio trabajo lo minó. Con 21 años y ya cansado de la profesión tramó un plan en comandita con su amigo Walter Rendell fijando su atención en la idea de conocer mundo.
En 'El vagabundo Gasolina', un compendio de textos publicado años después y donde Stearns recogió toda la información de su viaje hay un apartado que dedica justo a esa etapa anterior a su viaje y donde Stearns plasmó la insatisfacción que sentía en aquel entonces: “¿Alguna vez ha comido demasiados cacahuetes y llegar a estar tan harto de ellos que nunca quiso volver ni a mirar uno? De repente, decidí tomar un año fuera del trabajo y dedicar ese tiempo a la educación. Me decidí a ver el mundo y a conocer toda clase de personas”.
Esa sensación fue su principio. Stearns tenía que trazar ese plan y la idea de dar la vuelta al mundo en moto surgió junto con su amigo Walter Rendell. Así, ambos marcharon hacia Detroit (Michigan) y le propusieron a la Henderson Motorcycle Company un plan que William y Tom Henderson (hermanos y dueños de la empresa) aceptaron finalmente patrocinando con la cesión de dos recién alumbradas motocicletas Henderson Four para que los insatisfechos jóvenes emprendieran su loca aventura.
A su vuelta a Nueva York desde Detroit ya con las motos, Stearns se dispuso a encarar la otra parte del plan: conseguir financiación. Stearns lo consiguió de dos publicaciones neoyorkinas de la época especializadas: Bicycling World y Motorcycle Review, consiguiendo así cubrir la mayor parte de los gastos del viaje a cambio del envío de artículos sobre su aventura. Algo que vendieron como 'El viaje en motocicleta más largo, más difícil y más peligroso jamás intentado'. Todo un pionero también del periodismo de aventura.
En octubre de 1913, la Herderson Motorcycle Company se hacía eco de su patrocinada primera vuelta al mundo en moto, toda una hazaña de Stearns que era ya un hito mundial para la marca. De vuelta en Nueva York, Stearns había conseguido dar la vuelta al mundo sobre su Henderson Four, una moto con motor de cuatro cilindros en línea, 916 cc, 7 cv de potencia y sin amortiguación.
Carl regresó triunfante a Nueva York, convencido de que la moto es indudablemente el único medio satisfactorio para viajar, apartarse de las carreteras y visitar los puntos de especial interés. Agradecido con todos los que sumaron a su proyecto, especialmente con la Henderson, escribió: "No sé si alguna vez haré otro viaje alrededor del mundo, pero si lo hago, puede estar seguro que lo haré en moto y que esta será lo más parecido posible a la Henderson que tengo ahora".
Una aventura de 29.000 kilómetros sobre una moto de 7 CV
Carl Stearns Clancy y Walter Rendell embarcaron en su ciudad de Nueva York para atravesar el Océano Atlántico con destino Liverpool a finales de octubre de 1912, iniciando la aventura que llevaría a Stearns a recorrer el mundo en menos de un año.
Los yankees recorrieron en primer lugar todo el Reino Unido, sufriendo el primer revés de muchos: perdieron una de las Henderson Four arrollada por un tranvía, fue la de Walter. Ambos continuaron en la otra, y así ya en Londres, iniciaron su actividad mediática siendo entrevistados por primera vez.
Más tarde abordaron tierras bávaras y recorrieron gran parte de Europa pasando por Alemania, Suiza, Bélgica y Países Bajos hasta adentrase en Francia y tomar París, desde donde Walter Rendell volvió a New York y dejó continuar solo a Stearns, debido a la imposibilidad de afrontar la empresa sobre una única montura.
El padre de todos los aventureros cruzó ya en solitario el país galo, atravesó España y penetró en el viejo continente negro recorriendo toda su costa norte, visitando Argelia y Túnez y recorriendo el gran desierto del Sáhara hasta llegar a Egipto.
Desde allí abordó el continente asiático entrando por India, donde los problemas se multiplicaron entre otras cosas por la dificultad que entrañaba el repostaje. Tomó un barco con su Henderson que le llevó hasta tierras malasias, desde donde entró a China para saltar después a Japón. Allí, en el imperio del sol naciente, el cansado pero curtido hombre en el que se había convertido decidió regresar a su país cruzando esta vez el Océano Pacífico y cerrando el círculo.
Armado con una pistola que llevó durante todo su viaje, Stearns afrontó peligros y aventuras que nadie en esa época podría ni imaginar. Prevaleció sobre la climatología en un momento donde no existía la ropa técnica, sobre los accidentes en moto sufridos, sobre las inexistentes carreteras, los bandidos del camino, los animales salvajes y la naturaleza, las fronteras de la época entre países, las averías o la falta de carburante.
Carl Stearns Clancy se reencontró con su tierra al desembarcar en la bahía de San Francisco. Todavía le quedaba cruzar el país de costa a costa para llegar a casa. Algo que este auténtico embrague de acero hizo en tan solo cuatro días.
Después de haber recorrido 29.000 kilómetros en tan solo 10 meses, Stearns llegó a casa sano y salvo. Toda una hazaña que tras 110 años desde que se realizó sigue siendo un ejemplo para todos los que gustan del vagabundeo auspiciado por la gasolina.
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