El domingo estaba siendo intenso. Tras la visita al gigante General Sherman, la carretera enfila la salida del Sequoia National Park. La carretera serpentea entre bosques y montañas y empieza a descender. A pesar de estar en fin de semana y en período vacacional el tráfico no es excesivo. Lo que hay es una gran proporción de autocaravanas y motor-homes de todo tipo. Muchos tienen el tamaño de un autobús con paredes laterales desplegables cuando están siendo utilizados como vivienda. Son realmente grandes. También hay muchos pick-ups que llevan la vivienda en la caja y, los menos, con la clásica caravana remolcada.
Pero los norteamericanos cuando se van de vacaciones lo hacen bien cargados: Muchas autocaravanas remolcaban detrás un coche o un 4×4 para cuando llegaban a destino. Cuando vi los primeros me quedé alucinado. Luego, ya me acostumbré a verlos. Recuerdo una autocaravana que llevaba remolcado un pick-up con tres motos en la caja, una barca en la baca y unas bicicletas colgadas detrás: ¡eso es irse bien equipado para las vacaciones!. Las carreteras son viradas pero también son muy amplias y no hay problema al cruzarse con estos monstruos rodantes. También es curiosa la manera de adelantarlos.
Las carreteras de montaña tienen una línea continua casi permanente. Pero no hay problema para rebasar a los vehículos más lentos. Cada cierto rato hay unos espacios a la derecha para apartarse y unos carteles que recuerdan a los vehículos más lentos que se aparten para dejar pasar. Pero no hace falta recordarlo demasiado: en cuanto te ven llegar por el retrovisor se apartan rápidamente. Me cuesta imaginar algo parecido en España: no estamos acostumbrados a conducir pendientes del retrovisor para ceder el paso. Es un placer conducir por Norteamérica.
El descenso es vertiginoso, con fuertes rampas. Unas panorámicas impresionantes nos acompañaron durante la bajada. Hay señales para indicar que se utilicen marchas cortas en la bajada: el pictograma en la señal es el de una caja de cambios automática. Con el descenso también quedaron atrás las nieves y la temperatura va subiendo al mismo ritmo al que perdemos altura. Un par de veces hemos de parar a quitarnos capas de ropa. Al salir del Parque teníamos una temperatura primaveral que hacía un par de días que no sentíamos. Eran las tres de la tarde, teníamos hambre y paramos en un encantador restaurante donde comimos de fábula en una terraza prácticamente en el río. Muy agradable. La anécdota es que, a pesar de estar en el exterior, cuando Carme quiso fumar le hicieron salir de la terraza.
A pesar de que habíamos previsto parar pronto al salir del Parque, el día había sido tan impresionante que nos dio algo parecido a un subidón del tipo “te da alassss”. “Venga, un rato más….”. “Bueno, todavía podemos un poco más”. Tras el restaurante cruzamos Three Rivers y finalizaron las carreteras reviradas y en bajada. El horizonte se abrió, la velocidad subió considerablemente y los kilómetros pasaban veloces. Circulábamos por la Ruta 198 hasta llegar a la 65. Rectas infinitas. En cada pueblo renovábamos la intención de parar a dormir en el siguiente. Y así, una y otra vez. Lemoncove, Exeter, Lindsay, Strathmore, Porterville,...
El paisaje había cambiado radicalmente. De rependete, estábamos en una zona de árboles frutales, básicamente de naranjas, mandarinas y limones. Al llegar a Terra Bella paramos a comprar una bolsa de mandarinas. El sol ya estaba empezando a bajar y la opción sensata era a quedarse a dormir por esa zona. Parar. Eso es lo que tocaba. Parar. ¡Qué claro se ve luego desde la distancia!. En cambio, miramos el mapa y se nos giró el cerebro. Seguir, seguir, seguir,...
Pasamos Ducor, llegamos al cruce con la 155 y enfilamos de nuevo montaña arriba intentando llegar a Lake Isabella. Ilusos que somos. A la que empezamos a subir la montaña, de nuevo la temperatura empezó a descender drásticamente. De nuevo, a abrigarse. Pero era inútil: hacia un frío que pelaba. Pero ahora no había donde parar. Estábamos entre ningún sitio y ningún lado. Woody eran apenas cuatro casas y no había nada parecido a un motel. Todavía quedaba más de una treintena de millas hasta Lake Isabella pero el cansancio de la larga jornada pasaba cuentas de golpe y el frío era el peor que habíamos pasado durante el viaje. Había que parar. ¿Pero dónde?
Al llegar a Linns Valley, un solitario (y milagroso) motel era la única opción. De película. Pero de película de miedo. Igualmente, nos supo a gloria. Ademas, ésta sería la noche más barata de todo el viaje. Deshacer el equipaje, dar un pequeño paseo y a dormir. ¿Qué más se podía hacer en Linns Valley?. Todavía estábamos en la tercera noche en ruta y la quinta del viaje: ¡mira que habían pasado cosas en los pocos días desde que habíamos aterrizado en los USA!
Ficha de ruta día 3:domingo 28 de marzo de 2010
Itinerario: Oakhurst – (Ruta 41) – Rodear Fresno sin entrar en la ciudad hasta Sunnyside – (Ruta 180) – Centerville – Entrada Parque Nacional Kings Canyon – Wilsonia – Hume – Centro de Visitantes del Parque- (Ruta 198) – Sequoia National Park – Three Rivers – Exeter – (Ruta 65) – Lindsay – Porterville – Terra Bella – (Cruce a ruta 155) – Woody – Linns Valley
Distancia recorrida: 252 millas (406 Kilómetros)
Distancia acumulada: 576 millas (929 Kilómetros)
Al día siguiente, lunes, nos despertaríamos temprano para ir a uno de los sitios que más ilusión me hacia visitar: Death Valley.
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