Hoy hace dos semanas del título de Tom Sykes pero, para ser sincera, mi mayor recuerdo de ese día no fue el campeonato en sí. El ganador estaba prácticamente decidido, a falta de desgracia (que afortunadamente no hubo) y la mayor emoción estaba en el subcampeonato; pero tampoco fue eso lo que me llamaría profundamente la atención, al menos no tanto como para escribir esto.
Entre los invitados de Kawasaki para celebrar el más que posible campeonato de su piloto y de la marca estaba otro que militó en sus filas, como piloto y ahora casi como símbolo: Joan Lascorz. Algunos sólo le conocerán de este año, retransmitiendo junto a Marc Martín el campeonato de Superbikes para Teledeporte, pero a otros, fans confesos de Jumbo, nos alegró enormemente su presencia en Jerez.
No voy a negar que a veces soy extremadamente sentimental, defectos que tiene una, pero el domingo pasado me pilló de improviso. En el momento en el que Tom Sykes se proclamaba campeón las cámaras iban directas a su box, hasta ahí nada fuera de lo normal; pero ahí estaba Joan, con cara de niño ilusionado, emocionado y con los ojos empañados.
Yo, en el salón de mi casa, lo sentí. Me conmovió todo ese sentimiento viendo sólo la cara, no hubo palabras. Era la emoción de alguien que siente el triunfo de otro como algo propio, como el que ha remado sin parar hasta que, por fin, ha conseguido llegar a la orilla.
Algunos podrán pensar que es algo raro, que dada su situación podía haber algún tipo de envidia o resentimiento. No, aquello era algo puro, limpio, sin maldades, totalmente inocente. Algo que nos hace ver que Lascorz no sólo era buen piloto, también es una excelente persona.
Pensé entonces en todo lo que rodea al deporte; en todos los malos sentimientos que se crean a veces, rivalidades, rabias, rencores, hacia el rival y hacia el de al lado. Y fue cuando no pude pensar en otra cosa que en darle las gracias a Joan. Gracias por recordarme por qué me lleva gustando el motociclismo desde que tengo uso de razón y también, por qué no, gracias por hacernos ver que aún quedan personas con sentimientos tan de verdad.
Fotos | Facebook Joan Lascorz