Las motos del futuro podrían acabar con los moteros, tal y como los conocemos hoy
Nos gusta la tecnología, nos gustan los avances que nos depara el futuro, pero puede ser que cada paso que avancemos en el mundo de la automoción nos aleje del puro placer de conducir. En los coches la conducción autónoma está a la vuelta de la esquina y esto significa que generación tras generación el humano se irá apartando de la conducción para limitarse a ser transportado como una simple mercancía.
Pero aquí somos moteros, ¿verdad? ¿Qué nos importa eso? Pues igual deberías preocuparte, porque esas sensaciones que tanto amas podrían estar en peligro. Cantos más avances nos lanzan las grandes marcas vemos que el factor emocional determinante en el mundo de las dos ruedas cada vez se diluye más y los elementos pasionales se van sustituyendo por los gadgets. ¿Es el ocaso de de montar en moto sólo por el gusto de montar en moto?
La avalancha tecnológica que está por llegar
Aunque muchos utilizáis vuestra moto para ir a trabajar, lo cierto es que la mayoría de los aquí presentes nos subimos a nuestras monturas porque es, simplemente, como una droga. Montar en moto se convierte en una necesidad que, ya sea innata o sobrevenida, tenemos remachada en lo más hondo de nuestro corazoncito de moteros y moteras.
¿Porqué? Vete a saber. Nos gusta montar en moto, sin más. Nos sentimos libres, desconectamos, nos apasiona, nos hace ver la vida con unos ojos diferentes y hasta elimina el estrés. Incluso personalizamos a nuestras motos más allá de unas pegatinas, las personalizamos porque las queremos, las hablamos, las cuidamos con mimo... A ojos de quienes no comparten estos sentimientos parecemos incluso gente enferma de la cabeza y somos objeto de topicazos como que somos macarras o vándalos.
Cuanta más tecnología incluimos en las motos más nos alejamos de la esencia del motociclismo y nos apartamos del sentimiento que nos conecta a las motos
Sea por el motivo que sea, la unión entre nuestras motos y nosotros va más allá de la simple unión mecánica de apretar o mover unos mandos. Es algo emocional, es un sentimiento. Por desgracia, mirando alrededor y viendo el panorama que tenemos por delante me da que pensar que los moteros estamos en peligro. No en peligro físico, no hay un complot para erradicarnos de la sociedad, sino que la pura esencia del motociclismo se nos podría estar escapando entre los dedos a medida que los avances tecnológicos se instauran en las motos.
Hace unas semanas Kawasaki nos presentó su proyecto de inteligencia artificial con una especie de moto fantástica que nos habla al estilo del JARVIS de Iron Man o del mítico Kitt. Nos da los buenos días, nos cuenta cuál es su estado, nos avisa de cómo está el tiempo ahí fuera y, cuando las ciudades y sus vehículos estén todos conectados, nos alertará sobre posibles riesgos de vehículos que se cruzarán en nuestra trayectoria.
Lo mismo pasa si un día salimos de ruta y por delante de nuestro camino el sistema detecta posibilidad de lluvia, zonas en obras o recomendaciones sobre una curva complicada a la que vamos a entrar demasiado deprisa. Todo en pos de la seguridad, desde luego, y muy meritorio si algún día llegamos a ver estos avances.
La conexión smartphone-moto que ahora podemos ver en muchos modelos vía Bluetooth mañana será aún más intensa con la llegada, por ejemplo, del Kymco Smart Scooter Revolution. Este sistema totalmente personalizable se vale del internet de las cosas y lo aplica a las motos para mostrarnos a través de una pantalla indicaciones, recomendaciones, predicción climática, redes sociales propias, etc. Todo gracias a la conexión con nuestro teléfono inteligente.
No sé a vosotros, pero a mí la conexión con la moto que me interesa es la de mis sentidos. Manejar con mi cuerpo el movimiento de la moto en cada curva, notar el empuje del motor, sus vibraciones, escuchar el sonido del escape girando arriba de vueltas... Vale que parte de todo eso lo acabaremos perdiendo con las motos eléctricas, pero no lo esencial, el manejo. El problema es que lo que vendrá después puede ser peor.
El camino parece estar llevándonos hacia un mundo de las motos donde más que moteros habrá fanboys. No quiero pecar de cuñado, pero si esto sigue avanzando en esta dirección terminaremos cambiando las chuches para nuestras monturas por aplicaciones descargables, una ampliación de memoria RAM o una funda de esas con orejas.
¿Una moto que lo tenga todo y sea la panacea de la polivalencia podría ser menos moto?
Tampoco quiero decir que esto esté mal. En absoluto, porque todo lo que suponga un incremento en la seguridad de cada motorista vale su peso en oro, pero lo que sí creo es que estamos perdiendo la esencia de lo que eran las motos. Incluso en las motos en sí mismas.
Antes te comprabas una moto porque te encantaba esa moto, o ese estilo en concreto (por ejemplo), pero ahora muchas veces ya no queremos una moto como tal, sino que buscamos una moto que lo tenga todo y sea la mejor con respecto a sus competidoras, aunque sólo sea sobre el papel. Queremos que sea potente, fiable, segura, bonita, confortable, bien acabada, que lleve un buen equipamiento y, ahora además, que lleve un paquete tecnológico con todo (suspensiones electrónicas, ABS regulable con frenada en curva, control de tracción, anti-wheelie, modos de conducción, quickshifter, plataforma de medición inercial...) y, con todo esto, también queremos que sea ligera y asequible. Y ojo, que yo soy el primero que pide.
Quizá sea culpa de dejarnos llevar por la carrera tecnológica o por la oferta cada vez más ingente que hacen las marcas de elementos que en muchos casos no vamos a dar uso, pero esto ya no hay forma de pararlo. Menos aún viendo conceptos como la BMW Motorrad VISION NEXT 100.
Aquél concepto que la marca presentó por su centenario nos enseñaba cuál era la visión (nunca mejor dicho) de futuro. Tan inteligente es que suprime la necesidad de llevar casco porque es capaz de tomar el control si se da una situación de riesgo, el traje regula la temperatura y vibra para indicarnos lo que tenemos que hacer y las gafas de realidad aumentada nos indicarán por dónde tenemos que trazar.
La seguridad es una pieza fundamental en el desarrollo tecnológico de las motos, pero podría convertir a los moteros en motoristas
Vale que a mediados del siglo pasado pensaban que en el año 2000 todos los coches volarían, pero parece que los ingenieros cada vez hacen estimaciones más realistas. Aunque volviendo a lo que tenemos hoy en día ya nos encontramos con suspensiones que se regulan solas y sistemas antibloqueo que evitan caídas frenando a muerte en plena tumbada. Son capaces de recopilar datos, analizarlos y digerir las fuerzas físicas de forma autónoma que nos llevarían al suelo.
Hasta ahora, si estabas en una curva y apretabas la maneta derecha te ibas al suelo, igual que si abrías gas antes de tiempo. La seguridad es algo fantástico, pero hay una parte de mi conciencia que me susurra que no me fíe del futuro, porque el día que venda mi preciada Tuono lo mismo las motos ya lo piensan y calculan todo por mí, y no sé si esa idea termina de gustarme.
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