La movilidad urbana no es solo una problemática actual. Hace décadas que mientras unos se afanaban por gastar gasolina a lo loco, otros buscaban soluciones eficientes. Esta tendencia responsable tiene su culmen en Japón con los kei car (pequeños coches con motores de hasta 660 cc).
Yendo un paso más lejos, los nipones siempre han buscado maximizar la utilidad de todo y Honda creó a principios de los años 80 una moto plegable que podía meterse en el escueto maletero de un coche más pequeño que un utilitario europeo: la Honda Motocompo.
Honda Motocompo: el protopatinete eléctrico con alma de scooter
Puede que ahora, desde la distancia, veamos a la década de los 80 como una era despreocupada, centrada en el ocio, la diversión y con un punto de locura encantador que ahora miramos con bastante añoranza. En aquella época fue el apogeo de las motos deportivas en busca de las prestaciones puras, el nacimiento de las que ahora conocemos como oldies y un periodo de carreras épicas sobre las ingobernables motos de dos tiempos.
En realidad fue así, pero también hubo hueco para algo que hoy en día nos preocupa tanto: la movilidad urbana. Porque sí, mientras los europeos y los americanos se afanaban por la ostentación, el lujo y la deportividad, la visión práctica de los japoneses les llevó a crear ideas como la Honda Motocompo.
Esta pequeña motocicleta fue una idea de esas locas que de cuando en cuando se permite el fabricante japonés con mayor músculo productivo. La idea era algo muy parecido a lo que fabricantes como BMW, Volkswagen, Audi o Mercedes-Benz están buscando con los patinetes eléctricos: que se pudiera transportar en el maletero del coche.
Así, un usuario podría desplazarse cómodamente en coche hasta un aparcamiento más o menos próximo a su destino y a partir de ahí realizar el resto del recorrido urbano en una pequeña moto que se moviera con facilidad entre los coches.
El paquete presentado por Honda como una solución de movilidad definitiva consistía en un Honda City, un pequeño coche utilitario con un motor de 1.2 litros de gasolina y caja de cambios manual de cinco relaciones en cuyo maletero entraba (justo, pero entraba) la Honda Motocompo, que una vez dentro se aseguraba con unas cinchas y ganchos.
Es más, la Motocompo se diseñó como un accesorio para el Honda City. Las medidas de esta pequeña moto con forma de ladrillo se acotaron al espacio disponible en la parte trasera del utilitario, quedándose en 1,19 metros de largo por 0,53 de ancho y 0,91 de alto contando con el manillar desmontable.
Las barras del manillar se pliegan sobre sí mismas al desbloquearse mediante unas roscas situadas en la parte superior, las estriberas se pliegan, el asiento se rebaja y una tapa con llave cubre la parte superior dejando a la Motocompo lista para entrar al maletero. Una solución compleja para un problema de movilidad bastante sencillo.
La mecánica escogida para mover a este microscooter se confiaba a un motor monocilíndrico de dos tiempos con 49 centímetros cúbicos con embrague automático y arranque a patada, cuya potencia final era de 2,5 CV. Su mecánica, unida a la estética un tanto cuestionable hacía que la Motocompo pareciera una pequeña máquina de jardinería más que una moto al uso.
Para hacer que esta moto pudiera meterse y sacarse del coche contaba con una banda lateral reforzada con unos rebajes a modo de asideros con la leyenda 'carrying point' y que incluían pequeñas argollas para asegurarla en el coche. Con un peso de 45 kg tampoco es que fuera una carga liviana para estar metiendo y sacando del coche a diario.
Como curiosidad, las Motocompo utilizaban un sistema de batería recargable que incluía un pequeño enchufe en el lateral izquierdo con el que tener siempre lista y cargada la pequeña moto portátil, además de un antirrobo integrado (de dudosa eficacia) o un cierre para poder dejar un casco colgado.
En un principio, las estimaciones del fabricante japonés situaron a la Motocompo por encima incluso del City, pero la realidad fue muy distinta. Honda situó la producción estimada en cerca de 10.000 unidades al mes, pero no llegó a superar por mucho las 3.000 unidades mensuales, dejando su producción total en 53.369 unidades al final de su vida comercial en 1983.
Por eso a día de hoy es tan difícil encontrar una Honda Motocompo en buen estado y, unido a su rareza, se ha convertido en un objeto bizarro para los coleccionistas de motos. Más difícil aún es encontrar una Motocompo que permanezca junto a su respectivo Honda City.
A principios de este 2019 se vendió en Estados Unidos un City Turbo II gris de 1983 con una Honda Motocompo roja, ambos en un muy buen estado de conservación, por 24.250 dólares, o lo que es lo mismo, 22.082 euros al cambio de hoy. Aunque hay que tener en cuenta que estos dos vehículos no se vendieron originalmente juntos.
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