Salvo detalles alfabéticos por parte de algunos lectores, creo que ayer a todos nos quedó más o menos claro que la Honda CBR500R es una moto muy capaz y muy loable en carretera, y divertida hasta unos extremos que no creerías cuando la ves aparcada frente a tus ojos. Una vez más, las apariencias engañan y esta deportiva encerrada en un cuerpo de niño sacará la sonrisa a más de uno.
Honda CBR500R, sin descartar los viajes por autopista
De camino hacia nuestro destino final, pudimos conducir en algún tramo de autopista y con ello sentir de primera mano las prestaciones de su bicilíndrico en paralelo. Este sigue demostrando que empuja con ganas, sobre todo si nos empeñamos en estirar las marchas. Solventa con nota cruceros sostenidos a velocidad legal porque como veremos luego, su velocidad máxima queda bastante por encima de los 120 km/h actuales.
A pesar de ser un modelo con tintes deportivos, la postura de la Honda CBR500R a ritmo constante mantiene un grado de confort suficiente. La protección aerodinámica frontal, aunque un poco justa, evita que la mayor parte del aire impacte directamente sobre nosotros aunque de hombros para arriba no protegerá demasiado. Todo dependerá de lo que te quieras agachar y de lo alto que seas.
En sexta velocidad, el motor tiene suficiente par para poder afrontar repechos sin tener que recurrir en la mayoría de ocasiones a una marcha menos. Además, su bajo nivel de rumorosidad no nos fatigará psicológicamente en exceso. Es más fácil que percibamos antes los ruidos aerodinámicos del casco que los de la propia moto.
A pesar de ser muy ágil en carretera, en autopista se muestra lo suficientemente afianzada para que nos transmita total seguridad. Puede que únicamente ráfagas de aire (durante la prueba hacía mucho frío pero por suerte no viento) que nos pillen un poco despistados hagan aparecer algunos titubeos en nuestra firme marcha.
Honda CBR500R, con el supuesto pasajero
Ya sabéis que en estas pruebas, el pasajero lo tengo que dejar en casa. En la maleta de cabina no me coge y en la facturada no entra con la ropa así que me tocaba colocarme yo en el asiento, aunque fuese detenido, y estudiar un poco cuál será la posición que tendrá el copiloto sobre la Honda CBR500R.
El asiento está un poco más elevado que el del conductor aunque la reducida altura del conjunto, no nos impide llegar sin ningún problema. Ni tan siquiera es necesario apoyarse en la estribera y encaramarse al palomar. Estriberas que por cierto cuentan con gomas y con el ya reducidísimo nivel de vibraciones del motor hará que no llegue ninguna a nuestro acompañante.
Sendas asas de generosas dimensiones flanquan las posaderas y permiten agarrarse con mucha comodidad. A primera vista puede que estén un poco retrasadas pero necesitaría una comprobación más a fondo para confirmarlo, a pesar de que el lugar en el que se posicione nuestro compañero puede variar la apreciación.
Como disponemos de una suspensión trasera regulable en precarga, con hasta nueve posiciones diferentes, podremos endurecer detrás para que el aumento de peso no mermen en exceso las buenas dotes en cuanto a agilidad de la Honda CBR500R.
Honda CBR500R, El Circuito de Castellolí nos aguarda
Es hora de quitarse el traje de cordura y colocarse el ya trillado traje de cuero para dar cuatro vueltas, que fue con las que contamos, al trazado de Castellolí. Nunca había rodado, los neumáticos con pocas aspiraciones deportivas y el frío reinante no hacía tener ganas de lanzarse a cuchillo a las curvas por lo que la cautela fue mi mayor fijación. Pero cautela no evita divertirse.
Tras aclimatarme en la primera vuelta era hora de ir algo más en serio, y la primera prueba eran los frenos a final de recta. Sorpresa, o ya no porque su poder de detención en este terreno es muy bueno y delante, salvo que seas un salvaje, costará que incluso hagas saltar el ABS, y más por limitaciones de la rueda delantera que del propio equipo de frenos. No es que con solo rozarlos ya te detengas, pues hay que aplicar fuerza pero tal y como os conté, menos de lo que cabría esperar.
Con una moto tan corta y rápida de dirección, hay que atacar las curvas con reservas si no quieres darla antes de tiempo o acabar por el “interior del piano interior”. Si la tiras de forma muy brusca es hasta demasiado rápida de reacciones.
Lógicamente el motor se quedaba corto en un circuito como este, pero te permitía jugar con el cambio en la zona revirada para mantener el motor en la zona buena y salir apurando una marcha tras otra listo para afrontar el siguiente viraje. Lástima que el bacheadísimo ya asfalto del Circuito de Castellolí, sobre todo en la zona de frenadas, descomponía un poco la parte delantera de la Honda CBR500R, aunque no por ello mermaba la confianza en el tren delantero, intuitivo y enviándonos con detalle lo que allá abajo estaba pasando. La velocidad punta a final de recta se aproxima con facilidad a los 180 km/h, pero se nos acaba y con suficiente lanzamiento todavía veríamos alguna cifra más escandalosa si cabe.
Con todo esto que os quiero decir: que si os compráis una y decidís entrar en un curso de conducción o simplemente, daros unas vueltas en un circuito, a poco que este sea un poco retorcido (me viene a la mente Guadix por ejemplo o el FK1), os vais a divertir de lo lindo, aprendiendo un montón y volviendo con toda seguridad a casa con los mismos neumáticos que llegasteis por la mañana.
Porque sí, hablamos de una moto deportiva pero dentro de unos costes razonables para todos o casi todos. Y para muestra los intervalos de mantenimiento, dilatados pero que si eso, os cuento mañana que con la adrenalina del circuito, a ver quién es el guapo que se pone a pensar ahora en llevar la moto al taller.
Continuará...
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