"Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee", decía célebremente nuestro Miguel de Unamuno. Aunque quizá le quede lejos, muy lejos, hay un hombre que posiblemente haya escuchado hablar de Unamuno. Incluso existe la remota posibilidad de que lleve uno de sus libros (traducidos al inglés) entre los más de 3.000 que lleva metidos en su biblioteca móvil.
Una biblioteca sobre una moto; es la importante labor cultural de Mahinda Dasanayaka, que cada día cuando tiene tiempo libre carga su moto con lecturas y recorre zonas desfavorecidas de Sri Lanka para regalar el placer y la sabiduría de la lectura a los niños.
Con una Honda de un solo cilindro recorre montañas, caminos embarrados...
No es que destaque por su moto, una vieja Honda monocilíndrica. Pero con ella recorre caminos embarrados y zonas montañosas donde se cultiva té sin demasiado reparo. Las dificultades aprietan en Sri Lanka, y este hombre regala lecturas entre los niños más desfavorecidos.
Cree que es la mejor forma de ayudarlos, o al menos la que está entre sus posibilidades. Sobre su vieja Honda instaló ya hace años un baúl, como el de los repartidores, y lo cargó de libros hasta las trancas. "El libro y yo", llamó a su particular aventura ahora escrita, irónicamente.
"Hay algunos niños que ni siquiera habían visto un libro de cuentos para niños hasta que fui a sus aldeas", le dijo al New York Post.
Dasanayaka tiene 32 años, y trabaja como funcionario de protección infantil para el gobierno nacional. Los niños son su pasión y devoción, así que en sus días libres, que principalmente son los fines de semana, viaja a pueblos remotos para regalar lecturas de forma gratuita.
"Me esperan ansiosamente", revela con una sonrisa en la cara el treintañero. Las aldeas pobres están a la orden del día allí; esparcidas entre plantaciones de té, recorre montañas, charcos y todo tipo de inconveniencias a más de 80 kilómetros de la capital de Sri Lanka, Colombo.
Su colección de 3.000 libros cada vez engorda más, lo cual es bueno: "A los niños les gusta principalmente leer historias de detectives como Sherlock Holmes, mientras que las niñas prefieren leer novelas y biografías juveniles", define el aventurero indio.
Desde 2017 más de 1.500 niños y hasta adultos le esperan por toda la isla, esperando el ronco sonido de esa vetusta Honda que todavía aguanta todo tipo de terrenos como si de una moto de enduro se tratase. Una moto que compró por 162 dólares y a la que acopló un cajón de acero en el asiento del copiloto, y a repartir sabiduría.
En eso consiste su "única felicidad". Llega, reparte los libros y habla con los niños por unos minutos antes de subirse a la Honda y encarar su próximo destino entre las 20 aldeas por las que suele pulular.
También lo ve como una oportunidad de “tender un puente entre dos grupos étnicos”. Y es que en 2009 terminó una larga guerra civil entre las tropas gubernamentales y los rebeldes tamiles que querían un estado independiente.
Su labor no termina ahí; además de repartir libros en moto también ha creado minibibliotecas en las intersecciones de la carreteras de algunos pueblos. Ya van cuatro, y quiere instalar una en cada una de las 20 aldeas.
Y lo que tiene más mérito, sacando todo de su propio bolsillo, cuando cobra 20.000 rupias, lo que son poco más de 200 euros. Se gasta una cuarta parte de esa cantidad en gasolina, además de mantener a su esposa y sus dos hijos.