Cuando Yamaha, Ducati y Valentino Rossi anunciaron en sincronía su marcha de Borgo Panigale hacia la marca de los diapasones pasaron por mi cabeza decenas de pensamientos. Cobarde lo llamé en repetidas ocasiones; acepta el reto y supérate le gritaba. Luego, reflexionando, vi que este movimiento sería positivo para el mundial de MotoGP, pues, por la mirada del tuerto más tuerto o una baja forma espectacular, se ha echado mucho de menos a la segunda Yamaha oficial.
Digan lo que digan, la apuesta de Valentino es una apuesta segura, de riesgo cero. A sus 33 años el italiano, después de dos temporadas desesperantes, firmó por otro par con el que tener tiempo de sobra para poner a todos en su sitio, eso sí, sin Casey Stoner. En 2013 sus contrincantes serán Jorge Lorenzo, con su misma moto, y Dani Pedrosa, quien, en mi franca opinión, está en la mejor situación en años para alzarse campeón este año.
Bien, aparte de su aportación en forma de 46 pintados en Ducati Monster’s, su paso por la marca ha sido un auténtico fracaso. Para él, para la imagen de Ducati, para el mundial y para la afición. Y bueno, también para su afición, pues hay muchos fans de Rossi que están lejos de serlo del motociclismo. Pero hay algo que me preocupa, se va a Yamaha pero… ¿hacia dónde va Ducati?
Su imagen está por los suelos, en todos los sentidos. Su fama se ha ido al traste y los resultados están a la altura de su peor año en la categoría reina desde que entraran en 2003. Antes, la Desmosedici era el sinónimo de la mayor expresión de la competición sobre dos ruedas desde las 500cc. Una máquina sólo apta para los hombres de la categoría, un comportamiento sólo dosificable por los expertos puños de pilotos como Loris Capirossi o Troy Bayliss. En 2012, Desmosedici es lo mismo que decir frustración, fracaso y problemas. Lo han dado todo por Rossi, renunciando a un concepto que aterrizará próximamente en Superbikes, a su mecánica y hasta a sus colores, porque si algo hay distinto entre las MotoGP de Loris, Casey y la suya, son esos colores sacados alguna guardería.
Eso sí, su imagen ha sido explotada al máximo, y estoy seguro de que ha hecho que las ventas del merchandising de la marca suban como la espuma. Espero que así hayan cubierto su salario. Recapitulando, con la herencia que van a tener los pilotos ducatistas en 2013… el futuro se tiñe de negro.
Y es que Nicky Hayden y Andrea Dovizioso serán los encargados de llevar el peso de Borgo Panigale en sus hombros. De ellos sólo Nicky tiene la personalidad de un campeón, mientras que Dovi es el mejor segundo piloto que se pueda encontrar, aunque estaré encantado de que me deje en evidencia. Con este percal sospecho que tendremos otra temporada aburrida en la cual tres pilotos se reparten las victorias.
La esperanza italiana pasa por Alemania y Estados Unidos
Resulta chocante que el futuro de una compañía tan importante para Italia pase por las manos de Audi, Alemania, y Nicky, Estados Unidos. Las colaboraciones entre italianos y alemanes no siempre han sido lo más afortunadas al enfrentar distintas filosofías, pero lo cierto es que si llegan a entenderse, el buen hacer de la ingeniería germana, su dinero y la cultura del esfuerzo pueden relanzar la carrera de Ducati en MotoGP. Supongamos que deciden seguir sus instintos, partiendo casi de cero y volviendo a hacer una bestia que meta miedo a sus competidores.
Entonces no tengo duda que Nicky pasaría a ser el piloto número uno en el equipo, gracias a un pasado muy distinto al de Andrea. Su experiencia sobre el barro americano le ha dado ese toque especial que tan entretenido hace sólo el verle pilotar. De no hacerlo, continuando con el camino marcado durante la época rossista, Dovi cobrará el protagonismo que tanto tiempo lleva pidiendo y que no llegó a tener para Repsol Honda.
Gabriele Del Torchio ha movido a la perfección los hilos para hacer crecer a Ducati durante su mandato, pero aun tiene que demostrar ese saber hacer en competición.
Foto vía | Ducati
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