Los que tienen suficiente dinero como para irse de vacaciones a un circuito, quédense con este nombre: Magarigawa Club. Es el excéntrico deseo de un multimillonario japonés que quería un lugar para descansar con su mujer e hija y que acabó convirtiéndose en un lujoso destino para que los adinerados toquen rodilla.
Tocar rodilla o hacer contravolante, porque vale para todos, coches y motos. Este paraíso de lujo esconde un trazado escoltado por las montañas japonesas cercanas a la bahía de Tokio, y 3,5 kilómetros de puro placer.
Una membresía de 230.000 euros y hasta un pit lane climatizado
'The Magarigawa Club', o cómo pagar 230.000 euros para poder entrar a uno de los lugares más exóticos y adinerados del planeta. La imagen ya nos sirve para hacernos la idea del entorno ideal en el que se encuentra: vistas al Monte Fuji y a la Bahía de Tokio.
Este lugar es exclusivo para los socios del club, a los que se les requiere un saber estar formidable, una moto deportiva (o en su defecto, un coche) y una ostentosa cuenta bancaria. Se necesita previo pago de una cuota anual de 230.000 euros. Vamos, el precio de una MotoGP como la de Casey Stoner que se acaba de subastar.
El club está a 70 kilómetros del corazón de Tokio, y parece una pista del último Forza Motorsport. Su dueño es un excéntrico multimillonario, Kenzo Watari. El Sr. Watari se dedica al sector de los vehículos de lujo, y quería un lugar para desconectar con la familia. Como buen empresario, nunca desconecta el chip, y vio una oportunidad de negocio única. La idea pasó de ser un resort familiar a ser uno de los clubs más lujosos del mundo.
Ahora congrega allí a todos los millonetis con motos y coches de lujo que quieren pasar un fin de semana a la carta. Y cuando decimos a la carta insinuamos que incluso quienes lleven su moto tienen allí un equipo de mecánicos en un pit lane climatizado, cursos de pilotaje, mantenimientos asegurados, etcétera.
Amén de unas habitaciones propias de una película; una piscina climatizada con vistas al propio circuito; servicio de catering... Y así hasta todas las cosas que puedas imaginarte por pagar 230.000 euros.
El trazado en sí ha sido ideado por unos viejos conocidos: Hermann Tilke. Si no te suena el nombre de este estudio alemán, te refrescamos algunos de sus trabajos: Nürburgring, Silverstone, el circuito urbano de Valencia, Yas Marina o Sepang, entre otros muchos.
De hecho, tiene un cierto parecido a Nürburgring, salvando las distancias (nunca mejor dicho, especialmente por su kilometraje); pero enclaustrado en un bosque y sus curvas y desniveles nos ayuda a hacernos una idea.
En consecuencia, a los millonetis que se puedan permitir los 230.000 euros de cuota, les espera un trazado de 3,5 kilómetros de longitud, 22 curvas y una larguísima recta principal de 800 metros donde exprimir la sexta marcha de su moto deportiva. Sus desniveles tampoco son cosa de poco: el 20% de este circuito es cuesta arriba, y el 16% hacia abajo.