El COVID19 ha traído consigo un cambio en el entorno urbano Se han visto en imágenes que hasta hace poco eran impensables, como lo que ha sucedido en Madrid y Barcelona, que han contado con un aire limpio durante varios meses. Ahora, con la desescalada, en muchas calles de España circulan más bicicletas que vehículos a motor, lo cual es otro cambio que también es disruptivo.
Por parte del Gobierno han animado a utilizar modos de transporte individuales como son los patinetes o las bicicletas. No se han olvidado tampoco de los trayectos a pie, que también han alentado. España va de la mano con el resto de Europa en esto de incentivar la movilidad individual activa, aunque en ciudades como Londres, París o Milán han ejecutado políticas más activas en cuanto a la bicicleta se refiere. Por ejemplo, en ciudades como Madrid, las asociaciones ciclistas piden una mayor actividad al Ayuntamiento.
Poco tráfico y mucha bicicleta
Desde que el Gobierno permitió la actividad deportiva las calles estas se han llenado de ciclistas y paseantes. Ambos colectivos ante la necesidad de asegurar su espacio de seguridad, se han lanzado a la calzada y han colonizado en no pocas zonas de España el carril derecho de circulación. A su favor está el tráfico casi inexistente que transita por la ciudad durante el estado de alarma.
La variedad de tipología ciclista es abrumadora y hay casos en los que parece que se ha recuperado un vehículo que estaba casi olvidado. Circulan por las calles vehículos que merecen una profunda revisión mecánica, pues los fallos en materia de seguridad vial son notorios. Es un discurso que también defienden, por ejemplo, los comerciantes de bicicletas.
La bicicleta: alternativa de transporte urbano real o una “moda” deportiva pasajera
En estos momentos existe un debate sobre la perpetuación, o no, del uso de la bicicleta como medio de transporte urbano. La desescalada post COVID19 ha mostrado que el uso de este medio de transporte es posible en las grandes ciudades españolas, pero queda la duda de si se mantendrá una vez la “nueva normalidad” sea real y el tráfico ordinario se restablezca.
En un entorno pacífico como el actual sin apenas circulación de otros vehículos, el uso de la bicicleta es seguro, tal y como pasa también con los patinetes eléctricos. Esa sensación de seguridad cambia en las condiciones de tráfico ordinarias de las grandes y medianas ciudades. En esas circunstancias la impresión de vulnerabilidad crece, y la incomodidad y la inseguridad de circular con un vehículo de reducidas dimensiones y capacidad de respuesta limitada también se hacen más palpables.
Queda la duda de si el "boom" de la bicicleta que se observa en esta desescalada es un cambio modal real en el transporte urbano, o solamente una forma popular de recuperar la actividad deportiva después del largo confinamiento.
Los carriles bici, la otra gran clave
Pese a los esfuerzos de los Ayuntamientos en los últimos años, los itinerarios ciclables son justos en España, especialmente si se compara con el resto de capitales europeas. En ciudades como Madrid se ha optado por la creación de los denominados como ciclocarriles, que, sin ser exclusivos para el ciclista sí que le ofrecen una prioridad de circulación. Es algo que no siempre se respeta por el resto del tráfico. Un esfuerzo en la creación de nuevas sendas específicas para la bicicleta animaría al uso de este tipo de vehículos en el día a día.
Las asociaciones ciclistas instan a los responsables políticos a que hagan esfuerzos por crear rondas que unan zonas de interés de las ciudades.Piden que se haga con una infraestructura apartada al resto de la circulación ya que determinan que es la única forma efectiva y segura de incentivar el uso de la bicicleta en la ciudad de hoy.
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