Yamaha MT-09, prueba (conducción en ciudad y carretera)

Va siendo hora de que traslademos the dark side of Japan un poco más hacia el Oeste, concretamente hacia el norte de la Península Ibérica. Escasas horas antes, cuando todavía era de día y nadie se fijaba en nosotros por nuestro aspecto común y anodino, REVEYMO puso a nuestra disposición una unidad de la nueva Yamaha MT-09. Es prestada pero a estas horas pienso llevarla como si la hubiese robado.

He estado admirando sus formas. Introduzco la llave en la cerradura, no sin antes percatarme de que la pequeña cúpula opcional que lleva esta unidad puede darnos un pequeño susto si la llave se nos cuela entre ella y la parte superior del faro. Pero eso lo dejamos para las manos temblorosas. La confianza en cuanto a nuestras capacidades es plena. El 2014 acaba de arrancar y todos en la ciudad duermen.

Yamaha MT-09, todo a la rueda delantera

Nos ponemos a sus mandos y notamos rápidamente lo compacta y estrecha que se siente entre nuestras piernas. Tres cilindros. No necesitamos nada más. Uno más nos da más anchura y más peso, algo de lo que podemos prescindir hoy en día. Giramos la llave y el cuadro de mandos digital nos saluda. No hay pulsador de arranque sino que el interruptor de paro dispone de un gatillo deslizable que dará vida al propulsor. Y eso hacemos.

Ese sonido particular vuelve a llegar a nuestros oídos. Mezcla de fiereza y ansia, fruto del cigüeñal crossplane y el escape tres en uno muy corto que apenas sale de la parte baja del motor. Nos lanzamos a la búsqueda del manillar cónico que está lejos, muy lejos. Según nos agarramos experimentamos un escalofrío. No estamos en una supermotard austriaca, pero casi.

Nuestro tronco reposa casi sobre la rueda delantera, con un control absoluto de lo que ocurre debajo desde nuestras dos extremidades. Y el tacto de mandos, típio de Yamaha. Todo muy suave, casi de terciopelo. Apretamos el embrague y engranamos la primera velocidad. Una pequeña sacudida. ¿Ha sido la Yamaha MT-09 o nuestra columna la que ha dado ese respingo? No sabría distinguirlo pero pronto saldremos de dudas.

Nos ponemos en marcha. El acelerador con sistema YCC-T responde inmediatamente a nuestras ordenes. ¿Seguro que no nos han hackeado el cerebro y la ECU está recibiendo la orden antes que nuestra propia mano? No creo, pero lo parece. Este tacto tan directo a veces es incluso brusco. No apto para novatos. Cierta marca italiana que pertenecía a un conde y hace motos brutales tiene la misma particularidad que a veces tiende a ser un pequeño problema.

Ronroneamos a baja velocidad. Incluso en sexta por ciudad sin tirones. Pero en cuanto tocamos un poco el gas, ciertamente parece que nos han dado una patada en el piloto trasero. Un piloto que si no nos fijamos, podríamos pensar que es un tope antiwheelie de una moto de stunt. Original y ciertamente bonito.

Rodamos con el motor en modo STD, el que por defecto tenemos al arrancar la Yamaha MT-09. Lo pasamos ahora a la curva B mediante el botón Mode situado en la piña derecha. Para ello tenemos que dejar de acelerar. Dos segundos después, la magia ha hecho su efecto y la entrega de potencia es más suave. No hay demasiadas diferencias aunque el mando del gas ha perdido algo de su contundencia y hace la conducción más relajada.

Como relajada es la postura, con un cuerpo erguido y un control absoluto. Los obstáculos no se esquivan sino que retorcemos la Yamaha a nuestro antojo como si de un rejoneador se tratase. Si en el diccionario de las naked hubiese que poner una foto al lado de la palabra control, la MT-09 estaría ahí.

Vaya. Parece que nuestro bramido ha despertado a algunos seres oscuros de la ciudad y quieren ver la moto de cerca. Si no, sólo seríamos una sombra en su retina. Un semáforo nos obliga a detenernos. La luz ha vuelto pero nosotros nos negamos a mostrar la cara y nos paramos entre sendas farolas, como un espejismo.

Aquí y ahora. Dicho y hecho. Donde hemos calculado que nos detendríamos hemos parado la moto. Las pinzas monobloque radiales muestras su tacto y mordiente desde el primer momento, junto con la bomba de freno de nueva factura. Lo mejor es que sabemos que su comportamiento en carretera parece que será soberbio. Como a nosotros nos gusta, que un sólo dedo haga el trabajo mientras los otros cuatro esperan el momento de abrir gas.

Yamaha MT-09, tiembla Hinckley

Es un secreto a voces. Yamaha ha apuntado con su MT-09 a la línea de flotación de la Triumph Street Triple R. Saben que es la referencia en el sector de las naked, por comportamiento y motor. Y han decidido batallar jugando en la misma liga pero añadiendo esteroides a su motor. 115 cv frente a 106 cv; 87,5 Nm contra 68 Nm y 191 kilos con ABS contra 182 kilos. Ventaja de potencia para la japonesa. Ventaja de peso para la inglesa. Este combate se presenta muy reñido y no apostaría con seguridad por ninguna.

La única forma es alejarnos de la urbe, volver a posicionar la centralita del motor en modo STD y dar rienda suelta a nuestros deseos. Sí, sé que son los mismos que los vuestros. Sexta, quinta, cuarta, tercera, segunda... el bramido agudiza su tono mientras la escala del cuentavueltas literalmente galopa en busca de las decenas y la línea roja.

7.000 vueltas. Es un buen momento para abrir gas. ¡Ahora! La patada es instantánea, la dirección se aligera y el motor estalla. Pasadas las 8.000 aumenta el empuje pero es a las 10.000 cuando sabes que te va a dar todo lo que tiene. Y os garantizo que tiene, y mucho.

De reojo sabemos que es hora de engranar la siguiente marcha, directo y sin embrague. Aquí no hay medias tintas y no estamos en un viaje anodino. No hay tiempo que perder, quiero volver a sentirlo. De nuevo el tricilíndrico estalla y nuestro cuerpo se aplana buscando protegernos del aire que nos llega. Alcanzamos de nuevo la línea roja e insertamos dos marchas seguidas. Soltamos el puño del gas y dejamos que se relaje, que se confié.

Ahora que no nos mira, llevamos el motor a la curva A. Es momento de descubrir la parte media del motor en su máximo esplendor. Sobre todo ahora que las curvas perfilan la carretera que tenemos frente a nuestros ojos. De nuevo tercera y abrimos gas buscando inmediatamente un punto de frenada.

Este es el lugar, estamos seguros. De nuevo los frenos hacen su trabajo de forma intachable mientras bajamos a segunda y acariciamos el freno trasero. Lástima de no tener un embrague antirebote que nos facilite el trabajo. Esos dos búhos que se han quedado mirando para nosotros habrían abierto aun más los ojos si llegamos a entrar cruzados con la rueda trasera humeando.

La parte delantera copia inmediatamente nuestras intenciones. Perfecta, sin titubeos ni indecisiones. Detrás el asunto no va tan bien. Han tocado la suspensión trasera y ya no cuenta con el reglaje estándar. Demasiado freno hidráulico y la rueda trasera no pisa todo lo bien que quisiésemos el terreno en cuanto este presenta alguna irregularidad. Por suerte la solución es fácil y para nuestra sorpresa, llegamos a un tramo con el asfalto nuevo que hará que disfrutemos aun más.

Las curvas se suceden con celeridad, mientras la confianza y el control de la Yamaha MT-09 crece por momentos. Nos lo estamos pasando realmente bien pero a la vez observamos que la moto no es para novatos. Sus intenciones son claras y por ello el motor no se ha quedado en un número más conservador de caballos para que se pueda limitar. Para eso estará la Yamaha MT-07. Pero ahora mismo a nosotros no nos interesa porque, sinceramente, no tendría nada que hacer. Bueno sí, admirar nuestra roja luz trasera que se aleja en busca de una autopista.

Continuará...

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