Después de las explicaciones técnicas que recibimos sobre la nueva Honda CB1100, llegaba el turno de la parte divertida y que no era otra que subirse a ella aprovechando el tiempo primaveral que reinaba en Valencia. Por delante, 170 kilómetros de carreteras de todo tipo con buen asfalto ideales para sacar magníficas conclusiones sobre la moto: ciudad, carretera con curvas, autopista… Y entre tanto, mi pasajero de pruebas en el otro extremo de España. Seguro que la hubiese disfrutado tanto o más que yo.
Honda CB1100, ¡qué me aspen si no parece que llevo aquí toda la vida!
Según nos colocamos a sus mandos observamos una postura muy relajada. Parece que es nuestra moto de toda la vida. Hay muchísimo espacio una vez sentados, tanto que si nos vamos todo lo atrás que podemos en el asiento, casi ni llegamos al manillar.
Ubicados ya en un lugar más acorde con la conducción notamos como las manos recaen suavemente sobre el manillar al igual que las piernas, completamente sueltas y dispuestas a devorar cuantos kilómetros nos pongan por delante.
Observamos debajo de nosotros un estrecho y largo depósito que efectivamente nos permite ver aparecer a sus lados las tapas superiores del motor. El tapón del depósito ha sido realizado con un gusto exquisito: una pequeña tapa oculta la cerradura y una vez accionado, todo ello bascula hacia atrás permitiéndonos repostar. Su acabado completamente cromado y su forma son verdaderamente bellas y durante unos minutos atraen completamente mi mirada.
Cuando consigo vencer su atracción, caigo en la que lanza el cuadro de mandos. Nunca te esperarías encontrar unos fondos de esfera color verde militar. Pero ahí están y se muestran en todo su esplendor. Perfectamente legibles, cobran vida en cuanto giramos la llave. Si no llega a ser por ese pequeño guiño a la actualidad tras el check, no sabría cuántos años tiene la moto a la que estoy subida.
Pulsamos el botón (no es necesario accionar el embrague) y el motor cobra vida con muchísima suavidad. Un suave ronroneo nos llega al oído desde el escape situado en el lateral derecha y no nos llega nada más, ni una mísera vibración. Acabamos de colocarnos los guantes y nos ponemos en marcha para salir del parking del hotel.
Honda CB1100, la suavidad de funcionamiento llevada al extremo
Con esto que os voy a contar podría resumir sin miedo a equivocarme la suavidad con la que entrega la potencia y el par el motor de la Honda CB1100. A partir de aquí, todo lo que os cuente será hablar sobre lo mismo pero es que el primer minuto sobre ella me dejó con la boca abierta.
La moto no llevaba más de dos minutos arrancada y todavía estaba fría. Moviéndome en primera, con el embrague (hidráulico y muy suave de accionamiento) completamente suelto, la moto circulaba empujada sólo por el ralentí. Encaramos la rampa de salida y no toco el gas para nada. La Honda CB1100, como si de una moto de trial se tratase, asciende por ella sin una vibración, sin un titubeo. Sin tan siquiera bajar ni 100 vueltas la aguja del cuentavueltas.
Imaginaros el empuje de un motor diésel que asciende una cuesta sin que toquéis para nada el acelerador. Pues aquí ocurre lo mismo aunque con la diferencia de que el tacto áspero y ruidoso del motor diésel no existe. ¿Eléctrica? Sí, podría ser lo más parecido. Y con esto ya me dijo que nos íbamos a llevar muy bien.
Recorremos los primeros kilómetros por ciudad como si sobre una alfombra mágica se tratase. Podemos ir en quinta (su marcha más larga), a 50 kilómetros por hora. La Honda CB1100 simplemente se girará, te mirará a los ojos, sonreirá y continuará su tranquila marcha hasta el siguiente semáforo.
Si lo encontramos cerrado, no hay problema. Acariciaremos suavemente la maneta (también regulable como la del embrague) y sus frenos detendrán la moto de tal forma que si en 1969 cuando salió la Honda CB750 al mercado, los hubiesen montado por aquel entonces, a buen seguro hubiese doblado las barras de horquilla hasta golpear el motor.
Con un motor que te empuja como si de otra época se tratase, te encuentras unos frenos que te devuelven a la realidad, al día en el que vives y que no es otro que el Siglo XXI. El delantero va muy bien pero el trasero es también una delicia: dosificable, combinado con el delantero, con mordiente… Es que hasta me apetece frenar cada poco y todo.
A pesar de que no es ligera (casi 250 kilos), su peso no se nota en marcha. Y tampoco se nota por ejemplo al moverla en parado o al ponerla sobre el caballete. Únicamente quizás eches de menos un poco menos de diámetro de giro ya que es bastante amplio y te obligará quizás a hacer alguna maniobra de regalo. Pero por lo demás, por la ciudad se mueve como pez en el agua. Solo hay que ver que el CEO de Honda utiliza una Honda CB1100 diariamente para ir a trabajar. Y el tráfico en Madrid casi que es fluido comparado con el de Japón.
Magnífica la visión por los retrovisores, super retro al ser redondos, cromados y muy altos pero perfectamente funcionales. Por su ubicación y la postura de los brazos, veremos lo que tenemos detrás y no nuestros codos. Y aprovechando que vemos tan bien para atrás… vamos a ver a quién dejamos en el reflejo del espejo.
Honda CB1100, se esconde la clásica y aparece la motocicleta moderna
250 kilos, 90 CV a 7.500 vueltas… no esperamos aceleraciones de escándalo ni recuperaciones impresionantes en marchas largas pero la Honda CB1100 se deja llevar fenomenalmente por carretera. Puede que alguno con otra moto te fulmine en una recta, en pura aceleración pero tranquilo, esto no es como empieza sino como acaba y nosotros tenemos más de cuarenta años de experiencia bajo nuestro trasero.
Le gusta rodar de forma constante a unas 4.000 vueltas. Algo más arriba percibimos alguna vibración y todavía más arriba solo vemos que es necesario llegar para hacer algún adelantamiento y poco más. Incluso con el buen mordiente y tacto de frenos no hace falta liarse a bajar marchas buscando retención del motor que por otro lado, es más bien poca debido a la baja compresión del motor (9,5 comparado por ejemplo con el 11,2:1 de una Honda CBF1000).
Una postura tan cómoda tiene dos hándicap en su contra a medida que aumentamos el ritmo: estamos muy expuestos al viento y tampoco nos podemos colocar en una posición demasiado agachada y aerodinámica; y una altura libre al suelo de los estribos escasa.
En cuanto empezamos a enlazar curvas de forma alegre, rozas con bastante asiduidad. En mi caso la solución es fácil: cambiar el estilo de conducción, cuerpo abajo y moto arriba, cien por cien inglés. No será bonito para las fotos pero si muy eficaz y más si nos acordamos que tenemos un 140 mm montado detrás. Aunque tranquilo, no lo llegarás a acabar y si lo haces, lo que está equivocado no es la flecha sino el indio que va encima.
El tarado de serie en la suspensión es ideal si conduces a un ritmo normal. Si lo aumentas, empezarás a notar como la trasera ya no lee tan bien la carretera y notarás falta de progresividad, con rebotes y oscilaciones. Pero hay que ser sensatos y darse cuenta de cuándo estás por encima del enfoque del producto. Delante sin embargo, ya pueden echarle lo que sea que aguanta como una campeona. Y todo a pesar de su rueda de 18 que podía transmitir algo de tacto extraño pero no, o no más que una moto similar pero con una pulgada menos.
De nuevo los frenos sorprenden por su potencia y tacto. Y si nos pasamos, ahí tenemos el ABS para echarnos una mano. Una mano que no notaremos porque apenas si llegan pulsos a la maneta de freno cuando entra en funcionamiento. Detrás ocurre lo mismo y como no hay un cambio de geometrías al frenar demasiado acusado, seguimos contando con mordiente para parar la moto desde el pedal.
¿A qué no os esperabais un comportamiento tan bueno por parte de la Honda CB1100 si tenemos en cuenta su estética tan clásica? Yo tampoco y fui el primer sorprendido. Pero todavía nos deparó alguna sorpresa más pero si eso, os lo cuento mañana. ¿Vale?
Continuará…
Siguiente parte | Honda CB1100, prueba (conducción en autopista y pasajero) Parte anterior | Honda CB1100, prueba (características y curiosidades)