Motos en vez de caballos y aún más peligro: así llegaron las carreras de cuadrigas a Australia a principios del siglo XX

Juntar la palabra creatividad con el mundo de las dos ruedas siempre es interesante. Los grandes fabricantes lo han hecho a lo lago de los tiempos y la competición siempre ha sido un laboratorio propicio. En cierto modo esto es lo que pensaron en Australia en 1930 cuando se las ingeniaron para revolucionar las carreras de cuádrigas.

Es lo que sucede si juntas los conceptos de curiosidad, locura y velocidad. Son factores que, inevitablemente, dan resultados fuera de lo común. Un buen ejemplo puede ser la creación de careras de carros tirados por motos en vez de por caballos.

"Motorcycle Chariot Racing", loca revolución

El principio del siglo XX fue una época oscura en materia de seguridad vial. Los accidentes solían tener fatales consecuencias y los reglamentos y las normativas de circulación estaban en plena ejecución. En medio de este proceso se hicieron muchas locuras sobre ruedas. Indudablemente, eran otros tiempos.

Una de estas ocurrencias cogió fuerza y popularidad en Australia. Se trataba, ni más ni menos, de hacer evolucionar las carreras de carros, que tradicionalmente se habían hecho con caballos, y pasar a hacerlas con motos. La idea gustó y llego a dar el salto al panorama internacional.

El carro tirado por motos, un sistema de conducción que tiene miga

La moto es un vehículo que necesita que el conductor se siente en ella y la maneje como si ambos fueran uno. Hacerlo de otro modo es impensable. Bien, pues es justo lo que sucedía en este curioso deporte.

El sistema que se usaba para tirar del carro es sin lugar a dudas ingenioso. La imagen se asemeja a la de las películas de gladiadores pero con las adaptaciones necesarias como para hacer funcionar las motos, y sí, eran dos.

El cambio respecto a los carros de tracción animal era relativamente sencillo. Se reajustaban las tiras que iban ancladas a los lomos de los caballos para hacer actuar el acelerador de las motos y también se instalaba una barra que unía los manillares para que ambas máquinas giraran al unísono.

El pilotaje sí que tenía más miga y necesitaba de una técnica depurada. El punto crítico aparecía en los giros ya que para hacerlos de una manera correcta el piloto tenía que accionar con un mayor brío el acelerador de la moto que iba por el lado exterior.

Como se puede ver en el siguiente vídeo, hay quien ha recuperado esta loca idea y se ha atrevido a repetir la hazaña varias décadas después.

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