Hoy llega mi turno en el especial “la primera vez…”. Después de la primera moto grande y de hacer lo que no debíamos con una moto, hoy me toca a mi contaros el viaje movidito que tuve en el 2005 para ir a ver las carreras de clásicas de La Bañeza junto a mi padre y la que por aquel entonces era mi moto, la KTM 990 Super Duke o la Kalletana, como la conocíamos (porque era más que una Duquesa).
Partimos de Gijón junto con otros viejos amigos como Noss, Cape, Xolot, Cruz, Xavi, Cheka y algunos más que me dejo en el tintero. No habíamos circulado ni 200 metros cuando todavía en zona urbana, en una calle con dos carriles para el mismo sentido, el coche que tengo a mi derecha decide que el mejor sitio para aparcar es en un hueco que hay a la izquierda. Da un volantazo y el que acaba en el hueco, entre maniobras evasivas e improperios soy yo. Empezamos bien…
Como íbamos sin prisa, subimos el Alto de la Madera. Al bajarlo y en una curva sin apenas visibilidad a izquierdas, me encontré un autocar ocupando los dos carriles mientras hacía maniobra para entrar en un camino lateral. Menos mal que la KTM tenía unos frenos de primera que si no entro en el portamaletas. A la vez que frenaba, intentaba hacer señales a los de detrás con los pies de que había un obstáculo, con el consiguiente cachondeo de todos porque… como para no ver un autobús de 14 metros…
No había pasado ni media hora y ya era la segunda vez que intentaban matarme. Empezaba a pensar seriamente darme la vuelta pero a la vez me decía que en todos los viajes te pasa algo así que mejor al principio todo junto, y luego podría ir relajado… ¡por las narices! Después del tercer reagrupamiento y una vez coronado el Puerto de Pajares, circulábamos a velocidad sostenida cuando siento un golpe fortísimo en la parte superior del casco que me lleva la cabeza hacia atrás. Como buenamente puedo recupero la visión hacia adelante y paro en el arcén preguntándole a mi padre que qué ha pasado.
Me giro y veo que su caso está lleno de plumas y sangre mientras varios metros detrás, en medio de la carretera, vemos tendida una urraca o como decimos por aquí, una pega con la que nos acabamos de estrellar. Por suerte, llevaba el casco que conocéis y que utilizo en las pruebas, con visera, y ahí justo me golpeó, lo que hizo que se desviase y no me diese de lleno. Al menos a mi porque al jefe le dejó guapo el frontal.
El compañero que rodaba detrás de nosotros se paró todo asustado porque lo vio todo en directo: a nosotros, a la urraca, el impacto y de repente, un montón de plumas flotando en el aire. Otro susto más y tercera anécdota del viaje, sin haber llegado todavía a ver las carreras.
Vuelta a la carretera y reagrupamiento en Villamanín. Cafelito y de nuevo en ruta. Un poco más adelante nos encontramos con tres coches circulando en caravana. En una recta y después de esperar unos instantes por si alguno de los coches va a salir a adelantar, decido hacer yo lo propio. Indico la maniobra y comienzo a adelantar el primer coche. Cuando estoy paralelo al segundo, este sale a adelantar, con lo que de nuevo maniobra evasiva, toque al claxon y finalizo el adelantamiento hilando fino por el arcén izquierdo y acordándome de todos sus muertos… Ya les vale…
Por fin llegamos a La Bañeza. Vemos las carreras (madre que calor) y comemos. Todo más o menos transcurre, para sorpresa de propios y extraños, sin incidentes… hasta la vuelta.
De nuevo estamos en el Puerto de Pajares y con más de dos tercios descendidos. Circulamos detrás de una furgoneta, concretamente una Renault Express. De repente, me llega un olor extraño, como a gasoil, aunque no le doy mayor importancia. Entramos en una curva a izquierdas y de nuevo ese olor, justo en el momento en el que las dos ruedas de la moto se van. Pie al suelo, levanto la moto todo lo rápido que puedo y salvo la caída de casualidad. La gente que va detrás alucina al verme casi en el suelo y se percatan entonces de que la furgoneta que llevo delante está perdiendo gasoil.
Mientras yo intento recuperarme del susto y enterarme de que ha pasado (pienso que he pinchado, que he pisado una placa de hielo en pleno agosto…) uno de ellos se coloca paralelo y le grita que está perdiendo gasoil a lo que el conductor contesta: si, si, gracias… ya lo sé... ¡Ya los sabes! ¡Y sigues circulando! ¡Hij…!
Por suerte llegamos a casa, vivos los tres (la Kalletana, mi padre y yo) y con una experiencia inolvidable. No fue mi primer viaje, ni el viaje más largo, pero si el más extraño y el que recordaremos toda la vida. El que intentaron tirarnos por activa y por pasiva y no consiguieron.
¿Habéis tenido vosotros alguna experiencia similar? Recordar que seguimos teniendo abierto el correo laprimeravezenmoto@motorpasionmoto.com, al que ya nos han llegado un montón de historias y con las que estamos trabajando. La bandeja de entrada sigue abierta.
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