Montesa fue la marca favorita de los moteros españoles durante décadas. Ahora pertenece a Honda, pero siguen haciendo motos chulísimas

Montesa. El nombre ya evoca a muchos, directamente, una punzada en el corazón. Para miles de españoles era más que una marca de motos; era la máquina con la que crecieron, la de su padre o abuelo, y que ahora bien guardan en el garaje con cariño o maldicen a más no poder por haberla vendido o incluso regalado en su día. Pasa algo así como con los Vespino.

Lo que muchos no saben es que desde 1945, Montesa sigue viva. No como imaginas, porque por las calles no verás muchas. Pero viva a la postre. Y encima es propiedad de la marca de motos más grande de todo el mundo. Sí, Honda.

Honda salvó a Montesa hace años

Montesa es puramente española. 1944, un joven industrial catalán, Pere Permanyer Puigjaner ya tenía el sambenito de emprendedor. Empezó con algo típico de la vida española de posguerra: gasógenos, que consistía en conseguir combustible quemando cáscaras de almendra. Lo heredó de su abuelo.

A grandes rasgos, la carrera de Pere fue variada. Después de estudiar, trabajó para un taller en Zaragoza, donde arreglaba vehículos para el Ejército del Aire español. Terminada la guerra civil, hizo lo mismo, pero con su propio taller, y en casa, en Barcelona. Seguía con el gasógeno, pero se abrió a lo que sería su futuro: un motor de dos tiempos para motos. Ahí se forjaría la leyenda.

Fue entonces cuando en 1944 Pere conoció a una leyenda española de las motos: Francisco Bultó (Don Paco, para muchos). Se conocieron a través del cuñado de Paco. Se cayeron bien. Y empresarialmente, congeniaron. Así que empezaron a fabricar motos en el taller de Pere.

Su primer prototipo fue una moto para su hijo, una Motobécane, de origen francés. Un año después, en 1945, el modelo estaba preparado para competir. Y así, se inscribieron en una carrera del Real Moto Club de Catalunya. La moto se averió y ni siquiera acabaron, pero aquello quedaría para el recuerdo. Aquí ya encontramos el primer vestigio al que dedicarían su carrera: la competición.

La moto fue presentada en la Feria de Muestras de Barcelona en junio del '45. Desde entonces, crecerían lo inimaginable, principalmente con motos de 125 cc dos tiempos, que es lo que se buscaba después de una difícil situación económica.

Las primeras motos de serie llegaron con volante magnético para el encendido motor. Ahora todo está democratizado, pero en su época, los volantes magnéticos eran el no va más. Consiguieron 100 a razón de 22.000 pesetas, como reseña Clásicas Legendarias en su historia recopilatoria. Aquello les permitió empezar a producir las primeras motos en serie.

Destacaban por tener el cambio separado del cárter motor; el embrague recibía la fuerza desde el cigüeñal a través de una cadena bajo cárter en baño de aceite, situado en el lado izquierdo del motor. El volante magnético, por su parte, estaba a la derecha.

En aquella feria llegó la primera Montesa, bajo ese mismo nombre. ¿Por qué? ¿De dónde viene? Montesa era una orden de caballeros medieval a 80 kilómetros de Valencia. Les debió gustar. Tanto que pasaron a la historia con él.

En noviembre del mismo año pasaron a competir, sin miedo, sin tapujos. Fue en el Gran Premio de Montjuich. Y para sorpresa de todos, en 100 cc fueron los cinco primeros. Allí se forjaría su futuro irremediable; el de ganar. Al mismo tiempo, se iban haciendo un nombre en la calle, con modelos de 125 cc.

Problemas. Con el Plan de Estabilización de 1959 llegaron problemas, y no pocos. Fue tan grave la cosa que Montesa se vio obligada a dejar lo que más quería, y en lo que más triunfaba: la competición. Precisamente por eso se fue Paco Bultó, y acabaría fundando Bultaco.

Eso acabaría, y volvería una época de bonanza para la marca española. Llegarían las Brio, las míticas Impala, los ciclomotores, los scooter como el Fura, y por supuesto, las motos de off-road: las Impala Cross, la Texas, las Trial como la Cota... Durante este período crecieron a más no poder. Pero encontrarían un freno.

Montesa estaría a punto de morir, pero la salvaron los japoneses. En los años '80, España entra en una durísima crisis económica. Las motos son uno de los sectores afectados por la creciente demanda, precisamente, de las motos niponas. Bultaco y Ossa se van al garete. Montesa, sin embargo, peleó con uñas y dientes, incluso comprando material fuera de España para avanzar su producción y estar a la altura. La renovación industrial supuso un gasto financiero grandísimo, que a base de créditos, les acabó llevando a la ruina. Tanto que en septiembre de 1983 entraron en suspensión de pagos.

Sin embargo, sortearon el cierre total. Eso fue gracias a Honda. La compañía nipona de motos, que conocía muy bien a Montesa, llegó a un acuerdo con la firma catalana. Así que en 1982 fundaron una nueva sociedad tras firmar un acuerdo: Montesa Honda S.A. El acuerdo era bidireccional: Honda comercializaba las versiones MH de las Cota 125, 200 y 349 y Montesa comercializaba sus unidades a través de la red europea.

En 1986 el capital de Honda era de un 88%; el español era de solo un 12%. Honda salvó de la ruina a Montesa inyectándola capital, que a la vez, utilizó la planta de producción para manufacturar varios de sus modelos. La última Montesa pata negra sería la Cota 311 de 1992. Las siguientes ya tendrían motores Honda.

Honda se hizo con el control total y absoluto de la marca española. Ahora siguen más vivos que nunca, pero produciendo única y exclusivamente motos trial de competición. Y en su honor, siguen llamándose Cota, en honor a la 247 del '86.

Imágenes | Honda, Montesa

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