Triumph Street Triple, prueba (conducción en ciudad y carretera)

Hace algún tiempo pude probar la Triumph Street Triple que precedía al modelo que nos ocupa ésta semana, que básicamente era el modelo original que abandonaba faros redondos y mantenía el resto intacto salvo la decoración de algunos elementos. La novedad para 2013 prometía mucho y tenía ganas de echar el guante para ver cómo había evolucionado la primera de las renovaciones más allá de la estética.

Ya de entrada os puedo asegurar que la nueva Triumph Street Triple 2013 poco tiene que ver con el modelo saliente. Ha ganado en muchos aspectos y ha perdido en pocos pero lo mejor es que lo vayamos desgranando paso a paso.

Triumph Street Triple: tea time

Nada más nos subimos sobre la Triumph Street Triple notamos cómo se siente más baja y agrupada, el asiento queda bastante bajo y se puede llegar fácilmente con los dos pies al suelo gracias también a una parte central muy estrecha. A decir verdad toda la moto es estrecha gracias a que el tricilíndrico en línea es muy compacto, el chasis no abulta a penas y la carrocería tiene formas que acentúan esa sensación. Además pintada casi íntegramente en negro salvo la horquilla (no la carrocería sino las piezas de la moto en sí), parece más chiquitina.

Giramos la llave en el contacto y ponemos a funcionar el propulsor de 675 centímetros cúbicos. El sonido que ahora sale por el escape lateral me pareció más ronco que en la versión anterior con la doble salida de escape en el colín, me pareció un poco más rumorosa pero es una melodía encantadora y macarra al mismo tiempo. Lo que sigue fiel a su estilo es ese sonido de distribución que parece que vas montado en una tetera que jamás para de silbar y que le da tanto carácter a las motos de Hinckley.

Cuando empezamos a callejear vamos tanteando las reacciones de la pequeña Street Triple y comenzamos con el paladeo de sus bondades. Apenas opone resistencia a moverse, tanto en parado como a baja velocidad y con un radio de giro muy amplio será fácil de esquivar las retenciones urbanas tan comunes en Madrid ahora que ya ha vuelto todo el mundo de vacaciones.

El manillar pese a ser ancho es infinitamente más estrecho que el de otras naked y queda muy recogido, pero la dirección pese a la poca palanca de la que disponemos se siente ligera y suave como una pluma. En lo que sí gana es en altura con respecto a unos semi-manillares, hecho que favorece enormemente a nuestra zona lumbar gracias a una posición de conducción a medio camino entre deportiva y rutera.

El motor de la Triumph Street Triple no da tirones y es capaz de rodar muy bajo de revoluciones sin toser, no se queja por mucho que le dejes caer de vueltas y sin que tengas que tirar de embrague. Cuando cogemos un poco de espacio libre las marchas son muy elásticas y por lo general podremos llegar a nuestro destino sin casi cambiar de velocidad.

Triumph Street Triple: alegría, alegría

Bueno, pues ahora que aún nos abrasamos a mediodía vamos a madrugar el fin de semana para enfundarnos el mono de cuero y dar unas vueltas por las carreteras habituales de la sierra de Madrid. Es curioso como en algunas motos según cómo vayas vestido te sientes cómodo o no, pero en la Triumph Street Triple no me veía fuera de lugar ni con la cordura ni con el cuero. Y si había alguna duda, nada más empezar a coger tramos rápidos se te despejan las indecisiones.

Lo primero que notas cuando aún estás negociando rotondas de camino a tu tramo preferido es lo rápido que cae hacia la curva, se deja inclinar de forma instintiva sin hacer movimientos extraños y una vez has cogido el ángulo apropiado se mantiene en el sitio haciendo gala de la buena calidad de su chasis con genes deportivos.

La impresión inicial se confirma una vez estamos en nuestro tramo de cabecera y a la Triumph Street Triple le son absolutamente indiferentes los tipos de curva que nos encontremos. En las curvas más lentas puedes llegar rápido y dejarla caer sin compasión para girarla en un palmo, el manillar ancho unido a un centro de gravedad muy bajo y el contenido peso te permiten hacer virguerías para que cuando asome por el rabillo del ojo la salida de la curva estrujemos el acelerador. El motor de tres cilindros tiene una tracción alucinante a cualquier régimen a la vez que el par motor fluye con decisión desde muy abajo.

Nuestra unidad montaba unos Pirelli Diablo Rosso Corsa, unos neumáticos que piden guerra a gritos y funcionan de maravilla permitiendo a la Triumph Street Triple abrir gas muy pronto con la sensación de aún tener margen, especialmente en la goma delantera que en carretera como es lógico es inacabable.

El motor como os decía es una delicia, muy elástico y con par y potencia bien distribuidos por toda la gama de revoluciones. Sólo hay echaremos un poco en falta cierta patada en el último tramo antes de llegar a la línea roja donde se ha capado ligeramente para no pasar de los 95 caballos de potencia necesarios para ser apta para el carnet A2. En un uso polivalente es posible que ni lleguemos a enterarnos de que nos han robado a una pequeña parte de la cuadra, pero si sois unos carbonillas notaréis que falta ese punch final.

En cuanto a los frenos he de decir que esperaba un poco más, son solventes y no desfallecen (monta latiguillos metálicos) pero hay que hacer un poco más de presión de la habitual en frenadas fuertes, y yo que freno con un dedo acusé cierto cansancio.

Las suspensiones en cambio, aunque inicialmente parecen algo blandas porque en ciudad no te recuerdan su presencia a cada momento, se comportan dignamente en una conducción ligera mientras te informan de lo que sucede en el contacto de las ruedas sobre el asfalto haciendo sentirse a la Triumph Street Triple una moto muy decidida y segura.

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