La primera vez que me subí en una moto realmente no la recuerdo, porque yo debía tener uno o dos años y se trataba de la Montesa Brio 110 de mi padre, que estaba parada en casa de mi abuela porque al nacer yo ya no cabía toda la familia sobre ella y hubo que comprar un SEAT 600. De la que si que me acuerdo es de cuando con 13-14 años conseguimos convencer a Pedro, el padre de Jaime (un compañero del colegio) para que nos dejara su ciclomotor Puch (creo que era un X-10, pero la memoria ya falla) para dar una vuelta por los caminos que rodeaban aquél campito que nos servía de base los fines de semana y donde hacíamos nuestros primeros pinitos lejos de la vigilancia de nuestros respectivos padres.
Previamente habíamos llevado la moto hasta allí conduciéndola el propio Jaime, que a pesar de no tener licencia de ciclomotor (cómo ninguno de nosotros) convenció a su padre para que yendo él delante con el coche hiciese de lanzadera por si nos tropezábamos con la policía. Creo que fueron los kilómetros más tensos que hicimos nunca para llegar hasta allí. Pero una vez en el campo la perspectiva cambió y nos pusimos manos a la obra.
Primero carburamos la moto. Cosa totalmente innecesaria porque ya iba bien, pero nos hizo sentirnos como si fuéramos los mecánicos de aquellos pilotos que veíamos de vez en cuando por televisión y que ganaban carreras del mundial de motociclismo cuando Ángel Nieto les dejaba. Realmente lo único que hicimos fue tocar el tornillo del ralentí pero lo hicimos con mucha maña y cariño.
Una vez que tuvimos la moto a punto sorteamos el orden de salida, porque eramos cinco o seis los que estábamos allí con la idea de estrenarnos en el mundo de la moto. Ahora mismo no recuerdo bien el puesto en que me tocó salir, pero si que recuerdo la angustia de esperar un buen rato mientras los otros salían a hacer la vuelta que habíamos acordado y que todos conocíamos al haberla hecho un buen número de veces antes con las bicicletas.
Y por fin llegó la hora, con la cabeza hirviendo de ideas que contarle a la policía en el caso de que me parasen, mezcladas con las explicaciones que le tendría que dar a mis padres por haberme saltado una prohibición expresa. Pensando en cómo tenía que frenar en las curvas más comprometidas y en que la moto saliese sin calarse ni nada me subí encima y le di al puño del gas. Llegado este punto he de decir que esta no fue realmente la primera vez que me subía en una moto, ya que en cas de mis tíos había hecho alguna práctica con una Peugeot 103 que había por el garaje, pero siempre había sido bajo la supervisión de mi primo Sergio y no recorriendo más de 100 metros entre la ida y la vuelta.
Pero por fin era yo el que decidía si me paraba o si seguía adelante, si hacía el recorrido acordado o me desviaba por otro cruce, en definitiva era yo el que mandaba por primera vez sobre el vehículo en el que iba montado. La sensación de felicidad era tal que cuando llegó la primera curva casi me salgo porque se me olvidó frenar y prácticamente ni solté el puño del gas. En aquel momento era la persona más feliz del mundo y sentía que este se abría frente como si fuese de mi propiedad. Incluso tuve tiempo de acordarme de aquella chica que tanto me gustaba y que vivía lejos de mi casa, ahora estaba también a tiro porque ya sabía conducir una moto.
Aquella mañana nos la pasamos dando vuelta tras vuelta hasta que consumimos toda la gasolina del depósito. Aquel fue nuestro paso de la niñez a la edad adulta porque después ya nada volvió a ser igual. Los más afortunados consiguieron que sus padres les comprara una Rieju Marathon verde, que era la envida de todo el mundo. Los menos tardamos un poco más en conseguir un humilde Vespino SC Aleación pagado con la herencia de mi abuela. Pero en definitiva desde aquel día todos experimentamos lo que era ser el conductor de la moto y la libertad que implicaba esto. Luego descubriríamos cada uno que esta libertad tiene unos límites y obligaciones que hay que cumplir, pero eso es parte de otra historia.
Imagino que todos habreis pasado por esta primera vez, así que ya tardas en contárnosla mediante un correo enviado a laprimeravezenmoto@motorpasionmoto.com. Porque ya tenemos unas cuantas y las más interesantes acabaremos publicándolas. ¿Te vas a guardar para ti tu primera experiencia en moto?
Nota: Las fotos que ilustran este articulo no corresponden con la situación, porque como era una actividad “de estrangis” ni hicimos fotos ni nada parecido. Así que la foto más parecida que he encontrado de la moto en cuestión ha salido de Grasrootsmotorsports.