Supongo que habrás visto el vídeo que este fin de semana ha incendiado internet. Si aún no sabes a lo que nos referimos es ese vídeo en el que durante la jornada del sábado, mientras Valentino Rossi transitaba por un abarrotado paddock propinaba una patada a una aficionada que estaba tratando de inmortalizar su momento.
Bien, pues de la forma más analítica posible nos gustaría dar nuestro punto de vista de lo que ocurrió entre las cortinas del Gran Premio de Valencia. No entramos en valoraciones de si fue un lance (nótese la ironía) o dejó de serlo, simplemente queremos ir un paso más allá de un vídeo con más o menos visitas que por si no has visto aún reproducimos a continuación.
Sí, hubo contacto. Empezando por el principio, como es menester, Valentino Rossi aparece montado en su scooter con un compañero del equipo como copiloto portando material. Intenta zafarse de la congregación de aficionados a su alrededor y cuando se topa con Ana Cabanillas se abre paso con una maniobra de rugby.
No, no hay excusa. Durante la rueda de prensa ofrecida después de la sesión del sábado, el italiano después de bromear con el asunto para quitarle hierro pidió disculpas a la afectada. Un buen gesto, pero que no hace desaparecer la jugada de penalti y expulsión.
Existe un parte de lesiones y una denuncia en proceso. La parte afectada, Ana Cabanillas, ha reconocido que presentará el parte de lesiones y los vídeos de las redes sociales como prueba para cuando se celebre el presunto juicio tras la denuncia de los hecho.
Sin duda tanto el gesto de pedir disculpas del piloto como las acciones legales que pueda emprender la parte afectada (no así la patada, eso sel malo) son hechos que proceden, cada uno dentro de los límites razonables, dentro del acto social que implica estar trabajando o disfrutando dentro del paddock de cualquier Gran Premio. La cuestión es que en realidad ni las disculpas deberían haber sido necesarias, ni la denuncia tampoco.
La carga espartana de Valentino sobre Cabanillas no debió ocurrir bajo ningún concepto, pero tampoco es necesario tirar de oportunismo para sacar rédito de una lesión menor. Cabanillas ha declarado textualmente que en el parte de lesiones se recoge un moratón en la pierna, sin más. ¿Habría denuncia si en vez de Rossi, el conductor hubiera sido un anónimo?
El circo desmedido de los Grandes Premios
Dejando al margen toda esta polémica que no nos lleva a ninuna parte, el verdadero problema que trasciende más allá del vídeo es una situación cada vez más comercial y menos profesional entre los camiones de los equipos. El Campeonato del Mundo de MotoGP es un producto en sí mismo al que Dorna trata de sacar el mayor provecho. De manera legítima, sí, pero en ocasiones es demasiado.
La historia de los pilotos de tal o cual nacionalidad para captar espectadores de un país es de largo conocida, o la llegada de pilotos que tienen más billetes que méritos parra estar en la categoría reina del motociclismo. En el retorno de Karel Abraham a MotoGP y la salida del germano Stefan Bradl y llegada inmediata de su compatriota Jonas Folger tienes dos ejemplos meridianamente claros.
Pilotos de todas las nacionalidades son necesarios para que en cada Gran Premio los aficionados estén dispuestos a pagar lo que se les pida por una entrada, pero además hay que intentar que se mueran de ganas por abrir la cartera y pagar un pase de paddock para toda la familia. Esta tarea de mercadeo Dorna la está haciendo fenomenal, tanto es así que ya es casi imposible disfrutar de un paseo entre los camiones que llevan las motos más rápidas del mundo.
Viernes y sábados no ocurre tanto, pero el domingo la marabunta es tal que un recorrido de unos pocos metros te puede llevar mucho más tiempo del planeado. Todo el mundo quiere estar el primero, hacerse vídeos y tomarse fotos con todos y con todo, hasta con los ceniceros fashion del Ducati Team.
No tenemos que olvidar que ese espacio que ocupan centenares de aficionados disfrutando del día con todo el derecho del mundo no deja de ser un entorno de trabajo para otras muchas personas sometidas a una gran presión. Los pilotos y sus equipos son personas, y como tales debemos respetar sus espacios vitales y sus atiborradas agendas. Por mucho que hayamos pagado por nuestra entrada.
Valentino Rossi declaró que intentó salir de entre todos los aficionados quizá más rápido de la cuenta porque temía por su integridad. Bueno, me parece una afirmación bastante exagerada, pero sí que es cierto que he visto a más de uno y dos aficionados bloquear deliberadamente el paso a los pilotos o frenar sus motos. Se nos olvidan los modales.
Unos han pagado por pasar un buen día inmersos en su afición y otros se ganan (y se juegan) la vida mientras tanto. Unos quieren una foto con su piloto preferido y otros procuran hacer aquello por lo que les pagan de la mejor manera posible, pero ni se justifican piquetes por una parte ni patadas por la otra.
Cuando después de cada rueda de prensa es necesario que un equipo de seguridad privada establezca un perímetro de seguridad para que un piloto pueda abandonar el hospitality es porque algo falla. No es culpa de los aficionados ni es culpa de los pilotos, o no toda al menos, aunque las patadas son tan reprochables (más) que las salidas de tono que he podido ver en primera persona de algunos que se hacen llamar aficionados.
Dorna, mucho ojo con esto de exprimir la teta de fenómeno fan.