No hay duda en que Valentino Rossi es una de las leyendas más reconocidas del mundo del motociclismo. Sin embargo, las dos ruedas no eran el objetivo del italiano en sus albores. Su jugueteo con la Fórmula 1 fue una fijación que se remonta a sus inicios en el mundo de los karts y que posteriormente casi consuma cuando ya era una auténtica leyenda de MotoGP.
De hecho, su padre Graziano, piloto de motociclismo, nunca quiso que su hijo se dedicase profesionalmente a las motos, y en este caso, el tema económico pesó tanto que acabó obligando a Rossi a montar en moto.
Una llamada de Domenicali y un test privado que casi lo cambian todo
Ahora podríamos decir que Rossi se dedica a lo que siempre quiso de pequeño: al automovilismo. Pero antes de subirse a una moto, los primeros recuerdos competitivos de Rossi se remontan a los karts, regalo que su padre Graziano, por entonces piloto de motociclismo, le hizo a posta; no quería que su retoño se jugase la vida como lo hizo él en Imola en el ’82.
Su aparatosa caída en Imola casi se salda con una tragedia que los médicos evitaron gracias a su rápida intervención. Tardaría dos años en volver a competir, y lo haría subido a un coche, en las cuatro ruedas, en rallyes. Así que no quería que su hijo Valentino sufriese el mismo destino que él casi consuma. Un kart parecía un regalo y una opción de futuro más que simbólica, segura.
Valentino ya empezaba a competir a temprana edad, y en 1990 ya era campeón de karting de 60 cc. Su futuro tenía que ser la Fórmula 1. Sin embargo, no solo hacía falta talento innato, sino también un importante desembolso económico que no podían sufragar… Así que las motos fueron la salida más inmediata, empezando con las mini motos a la temprana edad de once años.
Empezó a competir en campeonatos locales y regionales durante el ’92, y en el 1993 debutó en el Campeonato de Italia Sport Production con una Cagiva de 125 cc, terminando 12º. Tan solo un año después ganó la copa y atrajo la atención del equipo Sandroni-Aprilia, que le fichó y ganó con ellos el campeonato de Italia de 125 cc solo dos años después. En Europa ya hacía sus primeros pinitos en el Campeonato de Europa, donde acabó tercero.
El GP de Malasia que se celebró el 13 de marzo de 1996 fue la puesta en escena de su debut mundialista con Aprilia. Terminó sexto con solo 17 años, y poco a poco fue acumulando éxitos hasta que en 1997 se hizo respetar con cierta arrogancia y otros modales que nada tenían que ver con los pilotos de la época, ganando el mundial con autoridad y 11 victorias a su espalda.
Entonces se fue olvidando de las cuatro ruedas, hasta que llegó a la cúspide del motociclismo mundial y llamó la atención de los mandamases del mundo de la Fórmula 1. Para 2004 ya era una leyenda de MotoGP, y su traspaso a Yamaha, haciendo ganadora a una moto mediocre por aquel entonces fue la gota que colmó en vaso para catapultarle al estrellato. En 2004 y 2005 volvía a ganar dos mundiales, y en 2006, a punto. Ese detalle marcaría un posible cambio de futuro que bien podría haber tornado el curso de la historia.
En 2006 recibió una llamada especial. Al descolgar el teléfono, al otro lado de la línea parlaba Stefano Domenicali, director de la Scuderia Ferrari. Tenían para él un coche de Fórmula 1 reservado para hacer un test e un circuito privado con la marca italiana. “¿Por qué no pruebas el coche? Tenemos un camión en Fiorano. Es una pista de un minuto, pero es interesante, te ponemos avión y todo lo demás”. Aceptó en secreto.
Ni siquiera la prensa sabía nada. Una declaración de intenciones que mantuvieron oculta. Lo que pasó allí debió gustar bastante a los de Maranello, que le ofrecieron otro test a finales de ese mismo año 2006 en Cheste, donde estuvo rodeado de pilotos profesionales y equipo técnico. La cosa iba enserio, y los tiempos que hizo en Valencia fueron bastante competitivos.
En ese momento tuvo la oferta para irse a la Fórmula 1 sobre la mesa. Aunque los test que hizo fueron con Ferrari, el plan de Domenicali no pasaba exactamente por entrar al equipo oficial de buenas a primeras, sino subir a un coche algo más básico y ascender hasta Ferrari. Se hablaba de llegar a Sauber. Con la oferta en la mesa, Rossi no estuvo seguro.
Sin embargo, lo que acabó decantando la balanza fue el corazón. Rossi acabó diciendo que no a aquella oferta que le propusieron porque quien mandaba, era su amor a las motos: “Todo el mundo me decía que me tenía que ir a la Fórmula 1, incluso mi madre. Tenía que decidir por mí mismo y mi corazón me decía que me quedase en MotoGP”. Una decisión que valoró y le costó mucho. Le traería éxitos posteriores, como los mundiales de 2008 y 2009.