Continuamos con el Especial de motos deportivas que os veníamos preparando. Y para empezar nada mejor que hacerlo por el principio, comentando el concepto de la moto deportiva y las señas que las caracterizan.
¿Qué se entiende como moto deportiva? Pues ni más ni menos que aquella moto que es estudiada y pensada para ofrecer las mayores prestaciones puras posibles. Ser la más rápida frente cronómetro, disponer de la mejor y más rápida aceleración, el mejor y más veloz paso por curva, la mayor estabilidad, la mejor frenada y la mayor agilidad. Para ello se potencian especialmente muchos detalles muy fáciles de detectar a simple vista y se prescinde de todo aquello que no ayuda a bajar décimas.
Poca o suficiente superficie de carenado, motor y cuerpo de la moto cubierto en su totalidad, horquilla con pocos grados de lanzamiento (para primar la agilidad), manillares o semimanillares bajos a la altura de la tija, asiento alto, neumáticos con una generosa banda de rodadura y anchura además de escaso dibujo.
Sistemas de frenos reforzados con discos de considerables dimensiones y pinzas, en especial las delanteras muy reforzadas. Una trasera muy liviana con un testimonial y supuestamente asiento para pasajero o directamente la ausencia de él (es una plaza para salir del paso en un momento dado), con la rueda trasera por lo general muy desplazada hacia atrás por un gran basculante y buenas dosis de agresividad en su diseño. Son rasgos comunes y visibles a todas las deportivas sin excepción, sean de baja o de gran cilindrada.
En los detalles que no se ven a simple vista destacan dos sobre el resto: el bajo peso y la alta potencia específica de sus motores. Hoy en día es habitual que una deportiva de entre 600 y 1000 c.c. esté entre los 190 y los 200 kg sin gasolina. En potencia específica desde hace unos años y sobre todo hablando de las deportivas de 1000 c.c. se rondan los 200 CV por litro: casi 1 CV por kilo de peso. Empezamos a hablar deportivamente de la relación peso-potencia ideal.
En la moto deportiva, aún hablando de modelos de serie y aptos para circular se busca la máxima ligereza, ya que tanto la masa total como la suspendida en las ruedas afecta muy directamente a su manejo y reacciones y por tanto a todo lo mencionado anteriormente. Pero también, se tienen que dar la mano la resistencia y dureza en sus componentes.
Por ello veremos en las deportivas las mejores aleaciones y los materiales más exquisitos. Llegando a ser vistos muchos componentes tanto de motor como de parte ciclo como si de joyas se trataran. El refinamiento aquí es máximo, y ahí reside gran parte del valor de las deportivas... y hasta de su estética.
La fibra de carbono por ejemplo está cada vez más presente en diversas partes de los carenados, taloneras, guardabarros, llantas o sistemas de escape (silenciosos principalmente). El aluminio hace ya décadas que dejó de ser un lujo y es normalmente el principal componente de los chasis. El puesto de lujo hoy lo ocupan sin duda el titanio y el magnesio, más extendido en la calle el primero por su alta resistencia y durabilidad, puesto que el segundo siendo muy ligero (y exquisito a la vista, MV Agusta 750 Serie Oro mediante) es tan caro como delicado para un medio tan hostil como la calle.
Virtud o defecto, hay que tirar desde ya un mito que todavía muchos usuarios asimilan más y terminan llevándose una buena desilusión. La moto deportiva es incómoda por concepción. Y debe ser así buscando la mayor efectividad. El piloto una vez sobre ella carga mucho peso sobre el tren delantero y por tanto sobre sus propias muñecas para así tener un mayor control, mejor reparto de peso y respuesta en curvas. Efecto que obviamente se aprecia más en las frenadas, dónde con la potencia de frenado que tienen las motos, lo que más suele costar es cargar peso atrás.
Es demasiado habitual desvirtuar el concepto de comodidad en una deportiva. Por un lado cada vez se busca más que el piloto se integre más en el conjunto y que su posición sea lo más soportable posible. Pero es evidente que con asientos de escasísimos centímetros de grosor y duros (hay que sentir lo que pasa en la rueda trasera y suspensión), suspensiones firmes (mal para baches, pero necesario para altas prestaciones en asfalto) y la posición debe ser lo más favorable posible a la aerodinámica, la comodidad queda relegada a un plano muy relativo. A nivel de pasajero/paquete mejor ni hablamos: las deportivas se pensaron para llevar a una sola persona, al piloto. Poco más que añadir.
Por la peculiar concepción de comodidad que tiene una moto deportiva, son motos que requieren un mínimo de buena aptitud física por parte del que la conduce. O en defecto de esto último la capacidad de sacrificio y preferencias de éste. Se cumple aquello de sarna con gusto no pica. Si es el primer caso, que aceptamos conscientemente las virtudes y los defectos, será más soportable el disfrutar de quemar kilómetros sobre ellas en carretera. Si es lo segundo no hay tu tía, hay que estar en un mínimo de forma a cuánto más exprimamos sobre ella. Quedar tras una kilometrada o tanda en circuito hecho unos zorros con agujetas hasta en las muelas es un clarísimo síntoma de ello.
Y es que aunque una deportiva es toda una delicia dinámicamente hablando en su medio natural, cuando las exigencias empiezan a llegar a su techo no está en manos de cualquiera mantener el control. Las intensas aceleraciones que ofrecen, las contundentes frenadas... no entro ni siquiera en el aspecto de las inercias a altas velocidades hacen que todo el cuerpo esté en tensión. Y ante imprevistos como un eventual latigazo sin mayores consecuencias o una derrapada, es momento en el que hay que domar la bestia y contrarrestar el fallo. Cosa que se nota.
Por eso también hay que tener tanta admiración por ellas como más respeto aún si cabe que a una moto normal, pues es más fácil de lo que pensamos que toda su capacidad se pueda volver en nuestra contra... hasta en las situaciones más tontas que seguro que todos conocemos, hemos visto o nos han contado más de una. Hasta graciosas en un momento dado, pero que en ese mismo momento al que la sufre le pone la gallina de piel como mínimo.
Hasta aquí llega esta primera entrega del especial en el que esperamos que quede bien claro para los más neófitos en el tema (y que también sea un agradable repaso para los más avezados) qué es una moto deportiva. Ya que es demasiado habitual que la no muy correcta aclaración de la misma lleva a no pocas sorpresas a muchos apasionados (sobre todo nuevos) usuarios de las mismas. No siempre con resultados muy agradables o quedando como meros recuerdos de graciosas y didácticas anécdotas. Pero como en todo, teniendo las cosas bien claras y con cabeza son unas máquinas totalmente admirables y que aportan un disfrute de la moto con un plus de intensidad que sólo una deportiva puede dar.
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